Sabido es que el realizador británico Ridley Scott llegó al set de rodaje de Alien, el 8º Pasajero después de un primer filme extraordinario, Los Duelistas (The Duelists, Reino Unido, 1977). Su ruidoso debut compitió a la Palma de Oro, y obtuvo el premio a mejor ópera prima en el Festival de cine de Cannes de 1977. El filme estaba basado directamente en el relato (o novela corta) El Duelo de Joseph Conrad; después de más de una década dedicado a la publicidad, primero para otros, luego para sí mismo con una compañía de producción propia.

Desde muy joven, Scott le daba muchas vueltas al cine en general, pues era un espectador ávido de emociones en la década de los sesenta, unos años de descubrimiento personal. Particularmente el género de ciencia ficción le provocaba un mar de sentimientos encontrados.

Por una parte, le encantaba el desarrollo y la imaginación de las que hacían gala ciertos filmes. Las posibilidades de especular y anticipar eran infinitas. Sin embargo, el joven publicista afincado en Londres tenía enormes problemas para la inmersión en los filmes de género. No conseguía la suspensión de la incredulidad. Todo le parecía artificial, de imágenes forzadas, tratamientos de guion más bien discretos y unos efectos especiales muy pobres. Por muy atractivas que pudieran parecer las tramas, el joven publicista no terminaba de conectar con ninguna película que explorase otros mundos y tiempos futuros.

Y llegó 1968. El joven espectador decidió hacer un break en su jornada profesional para acudir entusiasmado a una de las salas de cine del West End (como hizo este cronista los días 21 y 22 de noviembre de 2024), y entró a ver el nuevo filme de Stanley Kubrick. El joven ejecutivo oriundo de South Shields deseaba entrar al juego que proponía un filme de género. Se decía a sí mismo que, si el maestro Kubrick había decidido estrenarse en el género de ciencia ficción, es porque había encontrado una manera realista de contar su visión de El Centinela, el relato de Arthur C. Clarke. Senderos de Gloria (Paths of Glory, EEUU, 1957) y Teléfono Rojo: Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or how I learned to stop worrying and love the bomb, EEUU, 1964), le habían sacudido profundamente. Eran obras de un cineasta visionario.

Las expectativas, desesperadamente altas, se cumplieron. Scott regresó una y otra vez a las pantallas de cine donde proyectó el nuevo filme de Stanley Kubrick, el comienzo de una era dorada para el género. La concepción de la historia como una prolongación de la realidad, la dotación de un presupuesto generoso, cosa nada habitual en un filme de ciencia ficción y especialmente la credibilidad científica, provocaron una rendición incondicional. Scott se prometió a sí mismo que en algún momento de su vida haría ciencia ficción realista, como aquélla. Tendrían que pasar diez años para que se le encomendase un filme a esa altura.

ALIEN, EL 8º PASAJERO O LA GÉLIDA SOLEDAD EN EL ESPACIO EXTERIOR

Sabido es, igualmente, que el proyecto que terminaría en Alien, el 8º Pasajero, pasaría por diversos status. Concebido por Dan O’Bannon con la inestimable ayuda de Ronald Shusett, el guion, conocido en diferentes fases como Memory o Star Beast antes del definitivo, categórico e influente nombre de Alien, hasta entonces utilizado como jerga legal para referirse a la emigración ilegal en un país muy susceptible a ella.

El guion de Dan O’Bannon (y Ronald Shusett, pues, aunque sólo figure en la historia, su labor fue tremendamente relevante) iba camino de convertirse en un filme de ciencia ficción de serie B producido por Roger Corman, si no se hubiese cruzado en el camino del proceso la productora Brandywine Productions, compuesta por Gordon Carroll, David Giler y Walter Hill. Fue la concienzuda reescritura de Hill y Giler, la que otorgó el necesario y legendario toque realista, que marcaría al género para siempre, y que atraería, primero a la 20th Century Fox, vía su presidente en aquel momento, Alan Ladd Jr. (que ya había rechazado el tratamiento de O’Bannon y Shusett).

Se valoraron y descartaron igualmente a cineastas de trayectoria de peso como Robert Aldrich o Peter Yates, o el propio Walter Hill que prefirió dirigir The Warriors, los amos de la noche (The Warriors, EEUU, 1978).

El artista conceptual inglés, que ya pasa la cuarentena, que posee toda una prestigiosa trayectoria en el mundo de la publicidad, que trae consigo desde su ADN grandes ideas conceptuales y visuales, y que continúa deslumbrado por el filme de Kubrick de 1968, estaba atascado con un proyecto que no terminaba de arrancar.

Ridley Scott planea una adaptación de la historia de Tristán e Isolda tamizada por la ópera de Wagner, para Paramount Pictures. Sandy Lieberson, director del departamento de producción de la 20th Century Fox, gran admirador de Los Duelistas, le remitió una copia del guion al británico. Cuarenta minutos después de haber empezado la lectura del texto, directo y muy rico en cuanto a background y desarrollo y delimitación de personajes, rubricado por Hill y Giler basado en el previo texto de O’Bannon y Schusett, Scott vio las infinitas posibilidades y decidió sobre la marcha que aquél sería su pasaporte al género, como 2001, una odisea del Espacio había sido el pasaporte de Kubrick.

El realismo de la prosa lacónica y ese toque camioneros en el espacio, con la delimitación jerarquía y profesional, las conversaciones sobre reivindicaciones salariales, pluses y bonus salariales a la cabeza, así como ciertas y cláusulas de penalización contractuales, y el tono conspirativo, propio del cine de estadounidense y europeo de los años 70, sin duda, deslumbraron al cineasta británico, y lo convencieron de que se iba a poner al timón de algo grande.

El éxito de Alien, el 8º Pasajero dejó claro que Scott era uno de los cineastas del momento y que su presencia era la apropiada al poseer la visión y la energía suficiente para la dirección y coordinación del equipo de genios en los diferentes departamentos, que ya formaba parte del proyecto, muchos de los cuales venían del fallido proyecto de Dune del chileno Alejandro Jodorowsky, y que acudieron vía Dan O’Bannon, uno de los artistas convocados por aquél para la adaptación de la obra de Frank Herbert.

Sigue siendo asombroso el poder de convicción de Alien, el 8º Pasajero 45 años después de su estreno. A los elementos realistas mencionados, el filme se anticipó, incluso al empleo de la inteligencia artificial como parte de la resolución de cualquier problema o dilema, o para obtener información precisa en el rumbo de nuestras vidas. Sabido es que actualmente cualquier aspecto vital, desde las posibilidades de gestionar nuestros sentimientos hacia otra persona, a cambiar el grifo de nuestra bañera, o incluso la preparación de un interrogatorio en sede judicial, siempre tendremos algún consejo en Internet.

Cualquier inteligencia artificial, como el chat GPT, está organizada, programada y dispuesta a proporcionarnos generosas fuentes de información en la búsqueda de mejores soluciones prácticas. Pues bien, los oficiales del Nostromo, a medida que la criatura que inesperadamente ha entrado en la nave comercial de regreso a La Tierra a través del cuerpo de Kane (John Hurt), y va diezmando a la tripulación convirtiendo la nave Nostromo en el corredor de lucha por la supervivencia extrema, el Capitán Dallas (Tom Skerrit) primero, y la Teniente Ellen Ripley (Sigourney Weaver) cuando aquél muere de la mano de la criatura, deciden consultar a la inteligencia artificial de abordo, la computadora MADRE. La consulta afecta a la información existente sobre el xenomorfo en los archivos de la compañía Weyland Yutani, así como al interés por recabar posibles parámetros para acabar con el intruso.

El resultado, lejos de las complacientes y generosas respuestas que nos puede otorgar a cualquier consulta que le realicemos hoy, en el caso de Dallas, las respuestas son evasivas sobre la insuficiencia de información. Ripley afina un poco más y la respuesta será escalofriante: la Inteligencia Artificial no solo no va a ayudar, pero deja clara la intención de preservar a la criatura, por encima de cualquier otro parámetro, lo que incluye el importante dato de que la tripulación es sacrificable respecto a ese propósito de preservar a la criatura para la división de armas biológicas de la compañía.

No es todo. Walter Hill y David Giler han colocado otra cápsula realista y fatalista. Uno de los tripulantes no es humano. El oficial científico Ash (Ian Holm) es una especie de agente encubierto colocado por la compañía en ese propósito. Ash permite el paso a bordo de Kane con el facehugger adherido a su rostro, pese a la orden contraria de Ripley; impide que nadie toque a la criatura que ha brotado del pecho de Kane; e intenta liquidar a Ripley cuando ésta no parece muy dispuesta a dejarse sacrificar. Cuando los supervivientes le preguntan al androide como acabar con la criatura, el androide responde que no van a poder, pero que cuentan con su simpatía.

Proyección en Prince Charles Cinema

Se agradece que el pase programado en los cines Prince Charles de Leicester Sq. fuese el mismo montaje que se vio en salas de cine en 1979. En 2003 se realizó un remontaje que incluye una secuencia que se había descartado previamente, pues ralentizaba el segmento de la huida de Ripley hasta la cápsula de salvamento. En la referida escena, la teniente se encuentra a un moribundo Capitán Dallas cuyo cuerpo empieza a estar envuelto como uno de los huevos que se encontró Kane en el interior de la nave en el planeta LV426 y le pide a la joven que lo mate y termine con su agonía. No es sólo que ralentice el ritmo del filme, sino que su descarte permitió a James Cameron desarrollar con total libertad creativa la manera de reproducirse de los extraterrestres en Aliens, el regreso, es decir, los huevos los pone una reina extraterrestre.

Scott en 1979 sometió a su equipo previamente a la filmación de Alien, el 8 pasajero al visionado de La Matanza de Texas y 2001, Odisea del Espacio, o Encuentros en la tercera fase (Close Encounters on the Third Kind, EEUU, 1977), de Steven Spielberg. La idea es que todo el equipo captase los excelentes mecanismos del terror empleados por Tobe Hooper en su legendaria película, más sutil que de exhibición gore, o los realistas resortes de la ciencia ficción instaurados por Kubrick y lo opuesto a lo que se pretende, respecto al filme de Spielberg, pues la criatura parásita alienígena nada tiene que ver con el buenismo extraterrestre en la, por otro lado, excelente obra de 1977.

La asociación de Sir Ridley Scott a Alien, el 8º Pasajero, y a su siguiente película, Blade Runner (EEUU, 1982), otorgan la talla de un gran cineasta, visionario, que jamás ha vuelto a tales estándares de calidad, si acaso con alguna excepción puntual como Black Hawk Derribado (Black Hawk Down, EEUU, 2002) su último gran film, sin perjuicio de que Gladiator II, visto por el viajero cinéfilo cronista el 21 de noviembre a las 10.30 de la mañana en el BFI IMAX, constituye un vigoroso y muy entretenido filme de aventuras que ha recaudado la no despreciable cifra de 55 millones de dólares en su primer fin de semana de exhibición, cifra que, siendo buena, está muy lejos aún de la cantidad necesaria para que el filme sea rentable.

A sus 87 años recién cumplidos, Scott lleva un ritmo imparable en su carrera que no va a parar. Nuevos proyectos se le amontonan, incluido un cierre de su posterior trilogía sobre el xenomorfo, iniciada con Prometheus (EEUU, 2012) y Alien: Covenant (Alien Covenant, EEUU, 2017).

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DE ALIEN A BLADE RUNNER. SCOTT, CAMERON Y VILLENEUVE. PRIMERAS SECUELAS

1. UNAS PALABRAS INTRODUCTORIAS. CINE DESDE EL WEST END
2. RIDLEY SCOTT. SUEÑOS DE CREDIBILIDAD. ALIEN, EL 8º PASAJERO O LA GÉLIDA SOLEDAD EN EL ESPACIO EXTERIOR
3. RIDLEY SCOTT (II). SUEÑOS DE UNICORNIO. BLADE RUNNER O LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO
4. JAMES CAMERON Y LA CATARSIS BÉLICA. RIPLEY 57 AÑOS DESPUÉS: ALIENS EL REGRESO O LAS CONSECUENCIAS DEL NEOCOLONIALISMO CORPORATIVO.
5. DENIS VILLENEUVE, EL APRENDIZ DE REALIZADOR DE GÉNERO FANTÁSTICO. BLADE RUNNER 2049. ¿SUEÑAN LOS HUMANOS CON REPLICANTES EMBARAZADAS?
6. PROYECTOS INMEDIATOS. LA BUENA SALUD DEL GÉNERO DE CIENCIA FICCIÓN ESTADOUNIDENSE