Este 2023 se salda como un año especialmente sobresaliente en lo que a estrenos de animación se refiere. Ha sido, desde luego, un año repleto de propuestas de alto calibre y que han optado por salirse de los patrones habituales de este tipo de películas. Desde la perfección de maestros como Hayao Miyazaki o Makoto Shinkai (El Chico y La Garza, Suzume), la exquisita revisión del cine de superhéroes (Spider-man: Cruzando el Multiverso, Ninja Turtles: Caos mutante), el inspirado salto del mundo de los videojuegos al cine (Super Mario Bros. La película) o las propuestas que nos ha dado el cine español de autor (Disparen al Pianista, Robot Dreams), el balance anual es extraordinario.
Pablo Berger es un cineasta que se ha caracterizado por involucrarse siempre con proyectos arriesgados y que le suponen un desafío. Una filmografía que une títulos tan dispares como Torremolinos 73, Blancanieves o Abracadabra y que acaban formando una trayectoria cohesionada gracias a la personalidad de su autor está siempre abierta a la sorpresa. Robot Dreams es ciertamente una de ellas. Vista en la sección Panorama en el Festival Isla Calavera, ha recibido el Premio del Público en el Festival de Sitges, Premio Contrechamp en el Festival de Annecy, Mejor Película de Animación en los Premios de la Academia del Cine Europeo, entre otros. Siempre destacando como una de las propuestas más originales y emocionales de la programación.
DEL CÓMIC A LA PANTALLA
El origen de esta película está en la novela gráfica homónima, publicada en 2007, escrita e ilustrada por Sara Varon, artista reconocida sobre todo por su trabajo dirigido a un público infantil, aunque en justicia, Robot Dreams, más que una obra infantil, es una historia universal para todos los públicos, válida tanto para un niño de 9 como para cualquier lector adulto. Es de esas obras de alcance amplio, de la que puedes tener una interpretación si la lees siendo niño y otra (no diferente, pero sí más compleja) a través de los ojos de un adulto.
El cómic nos habla sobre la amistad, la pérdida y la soledad en nuestra sociedad moderna, usando unos dibujos sencillos, con personajes antropomórficos, pero con una narrativa con mucha carga de profundidad, que juega con la elipsis y el paso del tiempo para transmitir su mensaje optimista, pero agridulce. Llevar esta historia a la pantalla no era sencillo. La novela gráfica está compuesta por una serie de capítulos a modo de pequeños relatos, ordenados de manera cronológica a lo largo del paso del tiempo narrativo. La elipsis se convierte así en uno de los principales recursos a la hora de contar la historia, así como la ausencia de diálogos. Todo esto elementos esenciales, pero de difícil traslación al cine.
LA EXTRAÑA PAREJA
La historia de Dog y Robot es una alegoría de la vida moderna y de cómo afrontamos la distancia o la pérdida. Dog vive una vida solitaria y alienada, con una necesidad existencial de compañía, pero sin lograr terminar de conectar con la gente que vive a su alrededor, que entran y salen de su vida como si esa relación fuera algo conscientemente efímero y que nunca significó nada más allá del momento. Con Robot pasa lo contrario. Hay enseguida una conexión y entre ellos se establece un verdadero sentido de amistad, o de amor, si lo prefieren.
Las relaciones humanas tanto en el comic como en la película, aunque especialmente relevante en ésta última, viene estrechamente marcada por el paso del tiempo y los condicionantes de la ciudad, que pasa a convertirse en un personaje más de la historia. Uno de los aspectos más trabajados y desarrollado dentro de la adaptación realizada por Pablo Berger es ese Nueva York de la década de los 80, con sus edificios de pisos, su población multicultural, el ruido, la música, el colorido de las calles. Nada de esto se presenta en ningún momento como un elemento tétrico o amenazador, pese a que la sobrepoblación de la ciudad sí potencia el sentido de deshumanización y soledad en personajes como Dog, a los que les cuesta establecer una relación emocional estrecha y perdurable con las personas que habitan a su alrededor. De ahí también que tenga que recurrir a un robot, sin que esto sea juzgado en ningún momento, ni por Sara Varon, ni por Pable Berger, ni por el espectador. La amistad de los dos protagonistas se siente pura y verdadera. De lo contrario, esta historia no hubiese funcionado.
CARTOON
Mientras que el trabajo de Sara Varon nos recuerda a las viñetas de los periódicos, con sus breves narraciones y el estilo caricaturesco y sencillo del dibujo; la película nos remite a las Silly Symphonies o los Looney Tunes en cuanto a ese tono sencillo y claro del dibujo y las narraciones. Esto no quiere decir que estemos ante un trabajo de animación convencional o pobre. Todo lo contrario, llegar a ese grado de depuración, de destilación de la esencia emocional de la película no es fácil, más cuando, dada la brevedad de la novela gráfica, la película necesita desarrollar nuevos elementos que amplíen la historia. Estos elementos novedosos funcionan de manera orgánica con lo ya presente en la obra de Varon, matizando o incluso mejorando la obra original (particularmente, el final de la película nos parece mejor resuelto y que culmina mejor la historia emocionalmente que la novela gráfica).
Otro aspecto que la película incorpora de manera acertada es el componente referencial, nostálgico, con deliciosos guiños a la cultura pop occidental. Aquí podemos encontrar referencias al musical de los años 30 y 40, desde Busby Berkeley a El Mago de Oz, pero también a elementos posteriores, como la música de los 70 y los 80, con Earth, Wind & Fire a la cabeza. En ningún momento esto acaba siendo gratuito, sino que da un mayor poso emocional a los dos personajes principales.
SINFONÍA DE LA CIUDAD
Pablo Berger ya nos había demostrado con Blancanieves que podía narrar una película prescindiendo de los diálogos. Si aquella era un homenaje al cine mudo, aquí la falta de diálogos cumple una función diferente, más vinculada con ese retrato de la soledad y la tristeza que es verdaderamente la película. Aquí confluyen tres elementos fundamentales. El trabajo de sonido de la película es excepcional, reproduciendo esa sinfonía cacofónica en que se convierte una ciudad cosmopolita como es el caso de Nueva York, conocida, no de manera gratuita, como la Jungla de Asfalto.
El otro elemento es la música. Dentro de esa sinfonía urbana, la propia música que escuchan los habitantes de la ciudad, esa mezcla de estilos, viene a sumarse al ruido de la ciudad, funcionado de manera orgánica con el apartado de sonido. Finalmente, tenemos la partitura de Alfonso Villaronga, cuya función principal es dar voz a los personajes y servir de puente al espectador, solventando la falta de diálogos. Todo este trabajo y las interacciones de estos tres elementos son extraordinarios, retroalimentándose a lo largo de toda la película.
LA TERNURA
Robot Dreams evita la grandilocuencia y con su sencillez y su honestidad construye una obra maestra, una historia repleta de ternura, divertida y optimista, pero, al mismo tiempo, conmovedora, cruda y dolorosa. Precisamente el equilibrio en esta mezcla agridulce nos parece fundamental para que la historia de amistad entre Dog y Robot cale tan hondo en el corazón del espectador.