El cine actual tiene un problema con la saturación y el desgaste de sus fórmulas y franquicias. Las secuelas, los spin offs y los universos compartidos existen en el cine, al menos, desde el ciclo de terror de la Universal de las décadas de los 30 y los 40 del pasado siglo; sin embargo, la necesidad de convertir todo éxito cinematográfico en una franquicia con multitud de personajes que van confluyendo y creando una narrativa conjunta a lo largo de un sinfín de películas es ya (discúlpenme) cargante. Y no hablamos de aquellas que fracasaron desde el principio. Como decía Harvey Dent en El Caballero Oscuro: “O mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano”. Los grandes éxitos se prorrogan y se prorrogan en nuevas entregas, una tras otra, hasta el hartazgo, no sólo generando malas películas, sin un ápice de creatividad y encajonadas en una narrativa predeterminada, sino que además, acaban teniendo efecto retroactivo, generando desafección por los títulos originales que sí nos habían gustado en su momento.

DIOS NOS COJA CONFESADOS

Cuando James Wan estrenó Expediente Warren en 2013, supuso un regreso fresco y atractivo a un tipo de terror basado en la sugerencia, la atmósfera y el suspense con ecos al cine de los años 60 y 70. La aparición de una serie de criaturas sobrenaturales (originariamente la muñeca Annabelle) que no eran el centro de la trama principal, pero que dejaban el paladar del espectador con apetencia de profundizar más en ese complemento dio origen a la franquicia, donde no sólo hemos tenido la continuidad de los casos del matrimonio Warren, sino también spin offs específicos de estos otros personajes, por lo general en formato de precuela antes de la llegada de la pareja de expertos en fenómenos paranormales. El problema es que, si bien la idea de base puede ser atractiva, la ejecución ha sido muy decepcionante, sumando una serie de películas que nos parecen más de relleno y de sumación gratuita, que tramas verdaderamente necesarias y que aporten algo a la franquicia madre.

La Monja hizo su primera aparición de manera tangencial en Expediente Warren. El Caso Enfield y de ahí saltó directamente a su propio spin off en 2018. A diferencia de Annabelle u otros entes que pululan por la franquicia, aquí hablamos de una creación original de los guionistas y que no está inspirada en algún elemento real, vinculado o no con los Warren antes de su irrupción en la serie. Interpretado en todo momento por la actriz Bonnie Aarons, estrecha los lazos de la franquicia con la mitología católica y el componente siniestro que tienen los símbolos de la propia Iglesia. En este sentido, a modo de diseño de personaje y presencia en pantalla, la caracterización y la interpretación de Aarons es estupenda.

La Monja II, de Michael Chaves.
La Monja II, de Michael Chaves.

A SU IMAGEN Y SEMEJANZA

Esta segunda entrega mantiene una estrecha relación con la primera parte, sobre todo por la continuidad de tres personajes principales, la monja demonio, la monja Irene (interpretada por Taissa Farmiga) y Maurice (Jonas Bloquet). En esta ocasión, encontramos dos tramas principales que van confluyendo, una sobre los efectos de la Monja Demonio en un internado femenino donde se encuentra el personaje de Maurice; y la otra, las pesquisas de Irene para intentar descubrir qué se propone en esta ocasión el demonio y averiguar la manera de lograr volver a vencerlo.

La ambientación vuelve a ser uno de los elementos más destacados en la película. La fotografía oscurantista, el diseño de arte jugando con lo aterrador de la simbología cristiana y el estado semiderruido de los edificios antiguos donde se desarrolla la acción crean una atmósfera adecuada para la trama. El trabajo de los actores es correcto, con especial mérito para Taissa Farmiga, quien consigue darle una mayor proyección a su personaje de la que, a priori, aportaba el guion. Es cierto, que muchos de los personajes no van más allá del estereotipo y que su aporte dramático a la película es básicamente servir de carnaza (¿qué sentido tiene hacer una película de terror donde no muere nadie?).

PARA LO QUE ME QUEDA EN ESTE CONVENTO…

Lamentablemente, la trama resulta bastante plúmbea, carente de interés o incapaz de darle mayor peso a aspectos que podrían haber resultado mucho más atractivos. Por otro lado, la puesta en escena de Michael Chaves tampoco ayuda. Chaves parece que se ha convertido en el hombre de confianza de Wan en esta franquicia después de La Llorona y Expediente Warren: Obligado por el Demonio. Si bien en la segunda los resultados fueron más positivos, ahora, con este tercer capítulo a su cargo, podemos decir que estamos ante un realizador irregular, tendente a sobrecargar la tensión de las escenas, sin un sentido de la progresión dramática.

Ya las secuencias no aterradoras vienen saturadas, avisando al espectador de la amenaza, aunque ésta aún tarde en aparecer. Esto provoca que cuando llega el momento de terror, ya el efecto en el espectador se ha diluido. Él quiere que la fotografía, el sonido, la música, la escenografía, los actores, todos estén dejando claro al público que están en una película de terror. Chaves usa todo, a la vez, en todas partes, en un mismo sentido inequívoco y acaba reventando la narrativa, que se anula a sí misma. Para mayor órdago, la película se saca de la manga un demonio cabra de manera forzada y sin que venga a cuento, dando a entender una falta de confianza en la capacidad aterradora de su propia protagonista.

La Monja 2, sin ser la peor película de la franquicia (ahí sigue ganando de calle la primera entrega de Annabelle), no puede evitar la sensación de desgaste, gratuidad y desinterés de sus autores, donde parece priorizar seguir sumando entregas a la franquicia, como cadena de montaje, por encima de tener una historia que contar y un director que sepa manejar los mimbres del terror.

La monja II, de Michael Chaves. (c) Warner Bros. Pictures
La monja II, de Michael Chaves. (c) Warner Bros. Pictures