La Llorona supone el cuarto spin off de la franquicia de Expediente Warren. Al contrario que las dos entregas de Annabelle o La Monja, en este caso no parte de ningún elemento surgido de las dos películas centradas en el matrimonio de investigadores estadounidenses de fenómenos paranormales, sino que recoge una figura espectral del folclore latinoamericano y la incorpora al corpus de la saga creada por James Wan. Dos eran, a priori, los atractivos de esta película. El primero era la incorporación de esa tradición latina, con lo que ello podía suponer de novedoso y modificador de la estética preestablecida de la serie.

El otro era comprobar las habilidades sobre el terreno del director Michael Chaves, quien ha heredado de Wan el puesto de realizador para la tercera entrega de Expediente Warren. Hasta ahora, los otros tres spin offs no han dejado un listón demasiado alto y esta nueva entrega se ajusta a ese nivel de medianía.

Es cierto que, como nuevo espectro del catálogo, La Llorona se hace con su hueco en el universo Warren, pero Chaves queda muy lejos del virtuosismo de Wan a la hora de planificar una secuencia. Opta por el camino fácil, creando una cinta efectista, repleta de lugares comunes y sobresaltos, con algún atisbo de interés en un par de escenas aisladas, pero desaprovechado las posibilidades que aportaba el folclore latino.

El guion no termina de sacarle todo el jugo al componente matriarcal de la historia y al final acaba delegando el rol de salvador a un personaje masculino, el santero Rafael interpretado por Raymond Cruz (por otro lado, el personaje más atractivo de la película).

Como cinta de terror, La Llorona cumple con los mínimos, pero carece de entidad o ambición como para reclamar nuestro interés.

Póster de 'La llorona'.
Póster de ‘La llorona’.