La hiperficción explorativa es aquella que busca lograr de su audiencia un rol activo y participativo, capaz de alterar el desarrollo de la historia. Como ejemplos de esto tenemos Rayuela de Julio Cortázar o la serie de libros “Elige tu Propia Aventura”. La llegada de los videojuegos también abrió una senda, mientras que el cine y la televisión llevan tiempo buscando adentrarse en este camino, pero aún no se ha encontrado la vía adecuada. Black Mirror. Bandersnatch es el primer largometraje de la popular serie británica, donde su showrunner Charlie Brooker ha llevado su discurso especulativo y metafictivo a un terreno más amplio, permitiendo al espectador, gracias a las ventajas del streaming, decidir en algunos momentos hacia donde puede dirigirse la acción.

Temáticamente cercano a la obra de Philip K. Dick, utiliza también esta propiedad hiperfictiva como parte de la propia trama, situando al en el mismo nivel al espectador y al protagonista, quien está desarrollando un videojuego donde los jugadores van avanzando a base de elecciones.

Dirigida con mirada inquietante por David Slade, la cinta como tal resulta atrayente en su tratamiento de la hipertextualidad y sus diferentes capas de lectura.

El tono de Black Mirror. Bandersnatch es oscuro y angustioso, sin redención para unos personajes psicológicamente turbados y perturbadores, ciertamente antipáticos.

El atractivo de la trama de Black Mirror. Bandersnatch ayuda en su introducción y parte del desarrollo, pero, al final, los diferentes afluentes acaban resultando redundantes y gratuitos. Lo mismo podemos decir del formato de visionado explorativo.

Como novedad resulta atractivo, pero rápidamente somos conscientes de lo limitado del sistema de elección y de que, independientemente de nuestras opciones, al final, todo el control recae en Brooker y Slade y que, al igual que el protagonista, lo que nosotros disfrutamos es una ilusión de albedrío.

'Black Mirror. Bandersnatch'.
‘Black Mirror. Bandersnatch’.