LA COHERENTE VACUIDAD DE UN CINEASTA PRESTIGIOSO Y POPULAR
Digámoslo ya, pocas veces le veo la gracia al cine del coreano Bong Joon-Ho, toda una sensación en el cine contemporáneo. Mickey 17 es su filme inmediatamente posterior a su rotundo éxito Parásitos (Parasite, Corea del Sur, 2019). Se ha dicho por algún medio de comunicación que aquél puede entenderse en clave de continuación de éste, y que constituye una “prueba” de la genialidad del cineasta. Se me ocurren muchas paradojas y matices a dicha afirmación, pero vayamos por partes, pues sobre gustos no hay nada escrito, y el cine es un arte muy popular donde las opiniones y los gustos se entrecruzan con las razones más objetivas, sin necesidad de construir un rotundo discurso en contra de aquello que no sobrepasan nuestros “filtros” personales.
Como Walt Disney en 1953 o Sean Baker en 2025, Joon-ho obtuvo cuatro estatuillas en una sola noche. Ocurrió en la ceremonia de los premios Óscar 2020. Por cierto, tanto Parásitos, como Anora (EEUU, 2024), antes de proporcionarle a sus creadores los cuatro premios, se hicieron con la prestigiosa Palma de Oro en Cannes los años inmediatamente anteriores. El mismo cineasta coreano se preguntaba en la gala de los Óscar 2020 en uno de los 4 discursos de aquella noche qué hacía él obteniendo tantos premios allí con Martin Scorsese sentado en aquella sala. Francamente, la misma pregunta que nos hacíamos algunos.
¿Qué hacía ese filme (que, insistimos, no está mal, pero de correcto no pasa) arrasando frente a un dechado de títulos inolvidables?
¿Cuándo se ha visto que un filme obtiene el premio a la mejor película internacional y a mejor película en una misma noche?
En fin, las cosas que ocurren en los concursos de premios. Se termina de entender por qué el actor George C. Scott no quiso ir a la ceremonia de los Oscar de 1970, en la que la actriz Goldie Hawn gritó aquello de “y el ganador es… ¡Oh Dios mío, es George C. Scott!”.
Año 2019
Efectivamente, el año inmediatamente anterior a la pandemia se estrenaron filmes extraordinarios. 2019 es el año de El Irlandés (The Irishman, EEUU, 2019), el flamante regreso a la mafia del cineasta italoamericano Scorsese (embarcado ahora mismo en un filme sobre la mafia de Hawái); y de Érase una vez… en Hollywood (Once upon a Time in Hollywood, EEUU, 2019), el mejor filme de Quentin Tarantino para quien escribe estas líneas. Pero también es el año de apuestas enormemente atractivas como la versión moderna, sin perder de vista el clasicismo, de Mujercitas (Little Women, EEUU, 2019), de Greta Gerwig; el año de Joker (EEUU, 2019), de Todd Phillips, esa revisión del villano de Batman por excelencia, despojada de espectáculo de acción, y centrada en la condición de demente del personaje; de 1917 (EEUU, 2019), el impresionante filme de Sam Mendes ambientado en la Primera Guerra Mundial, filmado en un portentosos plano secuencia; de Dolor y Gloria (España, 2019), el particular 8½ de Pedro Almodóvar; o de esa acertadísima puesta al día del clásico Kramer contra Kramer (Kramer Vs. Kramer, EEUU, 1979), de Robert Benton que es Historia de un matrimonio (Marriage Story, EEUU, 2019), dirigida por Noah Baumbach.
2019 es igualmente el año de otros filmes, en mi opinión excepcionales, que no accedieron al mercado de premios. Ad Astra (EEUU, 2019), de James Gray es para quien esto firma una de las grandes películas de su realizador, que propone un viaje por el espacio al estilo del viaje por el Vietnam en guerra de Apocalypse Now (EEUU, 1979), de Francis Ford Coppola. 2019 es también el año de ese western dirigido por el “bocazas” artífice de Emilia Pérez (Francia-México), Jacques Audiard, Los Hermanos Sisters (Les Fréres Sisters, Francia-España- Bélgica-Rumanía, 2019); o del estreno de una película animada sensacional, El Tiempo Contigo (Whetering with You, Japón, 2019), de Makoto Shinkai. En fin, que nunca llueve a gusto de todo el mundo, pero la “lluvia” de los Óscar 2020 sobre los filmes de 2019, definitivamente fue desproporcionada, siempre bajo el prisma de este humilde cronista.
No voy a decir que Joon-ho sea un mal director, o un mal guionista, ni que sus propuestas sean terriblemente malas, ni a acudir a palabras categóricas deliberadamente gruesas. Para “juzgar” los filmes y ponerle las etiquetas de “las peores películas” ya están los premios “razzies” que han perdido toda su gracia de antaño, sirviendo a unos sensores cada vez más espurios, que rezuman cierto resentimiento. Lo cierto es que una Palma de Oro y cuatro premios de la academia abren muchas puertas. Si encima Plan B, la productora de Brad Pitt está interesada en coproducir y acompañar al cineasta a abrir esas puertas, era lógico que la industria se plegase de par en par al cineasta de cara a acometer su siguiente producción.
Memories of Murder y Rompenieves
Dicho esto, los filmes bajo este punto de vista (o desde esta declaración de principios de quien esto suscribe), más proporcionados, menos histriónicos y de resultados más compactos del cineasta coreano (los mejores de la carrera del realizador asiático, en otras palabras) siguen siendo dos. Memories of Murder (Crónica de un asesino en serie) (Salinui Chueok, Corea del sur, 2003) es un excelente thriller de persecución a un peligroso y despiadado serial killer en Corea del Sur. Provista de un estilo visual e intenciones muy próximo a esa obra maestra de referencia que es Seven (Se7en, EEUU, 1995), de David Fincher, el filme coloca atinadamente el acento en la falta de medios técnicos modernos de la policía para perseguir a alguien tan metódico, sofisticado e imprevisible en la Corea de los años 80 del siglo XX.
El otro gran filme de su artífice es la muy disfrutable Rompenieves (Snowpiercer) (Snowpiercer, Corea del Sur, 2013), que adapta un estupendo y todavía más trasgresor, comic futurista de Jean Marc Rochette y Jacques Loeb. Ambientado en un mundo rodante caótico, donde un expreso y sus vagones cargado de pasajeros y un motor de duración eterna, constituyen un microcosmos andante a alta velocidad que no escapa de la acidez ni la retórica de su autor, esta vez en unas proporciones y sazonamiento muy eficaz y equilibrado. El filme está oportunamente aderezado con dosis oportunas de acción y de comedia, que en esta ocasión no lo inundan todo de histrionismos.
Da igual el contexto, el tiempo y el lugar. Siempre habrá en las imágenes del cineasta coreano una exposición o representación de la lucha de clases, presidida de mucha ironía y crueldad física y verbal a raudales. El problema es que no siempre esos componentes van hacia un lugar concreto, sino que simplemente existen y conquistan toda la trama, parece que por el mero hecho de constituir una suerte de sello personal que sea reconocido por sus múltiples fans. Sin embargo, sus películas, demasiado cómicas e irónicas, rara vez terminan de encontrar su componente dramático diluidas entre excesos verbales y visuales. Tal circunstancia las convierte, bajo mi perspectiva, en filmes la mayor parte fallidos y la mayor parte de las veces, completamente intrascendentes. Solo cuando aflora el drama sobre todo lo demás, o un sentido de entretenimiento que supera los parámetros antedichos, encuentro estimulantes sus propuestas.
El cine de Bong Joon-ho, siempre suele poner de relieve un microcosmos reflejo del mundo globalizado actual, poniendo de relieve la gran mezquindad, crueldad e ironía que, para el cineasta, preside las relaciones humanas, sin perjuicio de algunos instantes aislados de cierta nobleza. Ya estemos en el tren de alta velocidad del citado filme de 2013, o en la sociedad coreana de los años 80 del también referido filme de 2003, donde el asesino en serie es todo un catalizador de un mundo que fagocita al ser humano, o en la sociedad de Seúl sometida a asedio por una criatura monstruosa que parece provenir de lo peor de nosotros mismos como sociedad en The Host (Gwoemul, Corea del Sur 2003), los planteamientos y las reflexiones que se plantean son similares. Ello convierte al realizador en alguien enormemente coherente.
En esta escalada fílmica, Parásitos suponía la multiplicación a la enésima potencia de la formula o el discurso, llevados al exceso más recalcitrante. Un buen guion, sin duda, sobre la lucha de clases, o las hipocresías que presiden la vida en una sociedad despiadada como la contemporánea, con cierta reversión de los clichés o patrones habituales de la comedia más tradicional, y mucha “mala baba” e incorrección política. Las dosis de mezquindad y humor decididamente cruel, recorre un filme que exaspera, más que impacta.
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VIVE, MUERE, REPITE. PARÁSITOS Y “SACRIFICABLES” EN EL PLANETA NIFLHEIM. MICKEY 17 (EEUU, 2025), DE BONG JOON-HO
1. LA COHERENTE VACUIDAD DE UN CINEASTA PRESTIGIOSO Y POPULAR
2. QUE TENGAS UNA BUENA MUERTE Y HASTA MAÑANA