En 1899 el escritor Joseph Conrad publicó El Corazón de las Tinieblas, una novela corta en la que su protagonista debía hacer una travesía por territorio africano en busca de un tal Kurtz, el jefe de una explotación de marfil, y que supone uno de los mayores referentes literarios acerca de los efectos del colonialismo de finales del siglo XIX. Esta idea fue recogida en 1979 por Francis Ford Copppola en Apocalipse Now, derivándola hacia la guerra de Vietnam y, ahora, la búsqueda de Kurtz sirve también de base para la nueva película del cineasta James Gray, Ad Astra, quien establece un vínculo paterno filial entre los dos personajes principales, conectando así la historia con la recurrente temática de conflictos familiares propia de su cine anterior.

Así, Gray emplea las claves del género de ciencia ficción para desarrollar sus obsesiones particulares y seguir desarrollando su discurso artístico. En este sentido, otro referente fundamental es 2001. Una Odisea del Espacio de Stanley Kubrick. Aunque con una línea narrativa más ortodoxa que el clásico de 1968, Gray opta también por un discurso filosófico y un tono reflexivo y adulto.

La cinta tiene un tempo parsimonioso, con una puesta en escena donde predominan los planos estáticos o con movimientos suaves y lentos.

La música de Max Richter refuerza esta querencia metafísica, mientras que la fotografía de Hoyte Van Hoytema nos deja un conjunto de imágenes epatantes. Todo esto hace que la película sea de las que forzosamente crea adhesiones y rechazos por igual. A nosotros nos ha parecido una excelente propuesta, plenamente coherente con el universo de James Gray, pero somos conscientes de que puede resultar un plato demasiado áspero para otro tipo de paladares.