En el siglo XXI la fantasía infantil y juvenil, literaria y cinematográfica, ha experimentado un gran auge, con extensas sagas que buscan reescribir la fantasía clásica y adaptarla a las nuevas generaciones. Al final, en todas ellas lo que encontramos es una repetición de los mismos esquemas, pero con las suficientes variantes como para sonar novedoso. Nada en contra de ello. Todo lo que anime a las nuevas generaciones a profundizar en las páginas de un libro será siempre bienvenido. Tampoco es que sea una estrategia nueva. ¿Qué hacían Hans Christian Andersen o los hermanos Grimm si no era darles nueva forma a los cuentos populares recogidos de la tradición oral?
Basada en la novela homónima de Tom Holt, La Puerta Mágica viene a sumarse a esta tradición, con la particularidad de que su tono es abiertamente anacrónico, más cercano a la fantasía juvenil de los 70 y los 80 que a la actual. Holt es un escritor claramente referencial, que conoce sus clásicos y cuya obra en ocasiones surge como respuesta a un título de nuestro legado o la fusión postmoderna de varias referencias. La Puerta Mágica fue el título de partida de una saga de siete entregas, de la que ahora nos llega la primera en formato cinematográfico.
KNOCKIN’ ON HEAVEN’S DOOR
Tras la producción encontramos a la mítica The Jim Henson Company, lo que también explica en toque abiertamente extemporáneo de la película y donde, como elemento llamativo, no contamos con dos protagonistas infantiles o adolescentes, sino dos jóvenes ya entrando en la veintena y en busca de su primera aventura laboral. Interpretados de manera correcta y hasta simpática por Patrick Gibson y Sophie Wilde (particularmente nos parece más interesante el trabajo de la segunda), estamos ante dos personajes que, ya por sí mismos, ofrecen particularismos que les sitúa fuera del mundo ordinario en el que se desenvuelven.
La compañía para la que empiezan a trabajar como becarios, J.W. Wells & Co., cuenta también con llamativos particularismos, como el no estar claro a qué se dedica la empresa o lo estrambótico de las personas que allí trabajan. Hay una crítica inherente al sistema burocrático o al pensamiento liberal, que nos recuerda a la literatura de Michael Ende o a Roald Dahl y que domina la primera mitad del metraje, donde se van presentando los diferentes componentes de la historia, pero manteniendo la incógnita sobre lo que realmente sucede en esas oficinas.
SIGUIENDO LA MADRIGUERA DEL CONEJO
Para una audiencia contemporánea y especialmente infantil o juvenil, esta parte quizás sea la más áspera, estando acostumbrados a otras películas donde estas situaciones se resuelven de manera más rápida, por miedo a mantener el misterio y perder al espectador. La Puerta Mágica no acelera revelaciones, confiando en su historia y personajes. También el no contar con protagonistas infantiles o juveniles puede suponer otro elemento en su contra, ya que dificulta que el público objetivo de la película pueda empatizar mejor con los dos protagonistas.
Una vez la película pone sobre la mesa sus cartas, la película acelera su ritmo y ofrece un despliegue de fantasía que bebe del pasado, pero sin caer en la nostalgia tan en boga en el cine de los últimos años. Como siempre, la labor de The Jim Henson Company en materia de maquillaje y prótesis es excelente, así como a la hora de crear ese microcosmos tan particular del edificio de oficinas.
La puesta en escena de Jeffrey Walker es correcta y hasta inspirada en varias ocasiones, aunque es la producción artística, así como el rol de actores populares como Sam Neill o Christoph Waltz y menos conocidos como Miranda Otto, Rachel House, Jessica de Gouw, que la cinta se sostiene de manera cómoda imaginativa.
BIENVENIDOS A FANTASÍA
La Puerta Mágica es una película honesta, entretenida e ingeniosa, sin más ánimo de trascendencia que el de hacer pasar un rato entretenido a su público, y que es consciente de su modestia frente a propuestas con mucho mayor presupuesto. Aún así, con modestia y honestidad, sale vencedora allí donde otros se han entrompando por sus altas expectativas.