Aunque la primera película de licántropos de la Universal fue El Lobo Humano de 1935, de cara al ciclo de monstruos clásicos del estudio, el verdadero pistoletazo del personaje llegó con la segunda tentativo, El Hombre Lobo de 1941, dirigida por George Waggner y protagonizada por Lon Chaney Jr., con un Bela Lugosi en papel de gitano que daba la bienvenida a la criatura a ese universo compartido, cuando aún Marvel no había creado esa etiqueta. Chaney interpretó a Larry Talbot, aka El Hombre Lobo, en un total de cinco ocasiones (nada mal, pero se hacen cortas frente a las doce ocasiones en las que Paul Naschy interpretó a Waldemar Daninsky).

En los 80, películas como Un Hombre Lobo Americano en Londres, Aullidos o En Compañía de Lobos revolucionaron la forma en la que el cine se acercaba a este personaje, no sólo en cuestión de efectos especiales, sino también el tratamiento de todo el folclore que gira a su alrededor. Dog Soldiers, sagas como Ginger Snaps, Underworld o Crepúsculo buscaron revitalizar y modernizar el mito. Lobo de Mike Nichols quiso reescribir al personaje tras el éxito del Drácula de Bram Stoker de Francis Ford Coppola y, con El Hombre Lobo de Joe Johnston en 2010, Universal quiso reflotar sin éxito al personaje con un remake de la película de 1941.

UN NUEVO UNIVERSO

En esta época de grandes sagas comerciales, Universal está intentando sacar partido de su catálogo recurriendo precisamente a sus monstruos clásicos. El fracaso de Drácula, la leyenda jamás contada en 2014 y de La Momia en 2017 sepultaron las ambiciones de crear un Universo Oscuro, pero la intención de resucitar a sus criaturas por parte de Universal se mantuvo. Los ciclos de Monstruos Clásicos de las décadas de los 30 y 40 eran películas de modesto presupuesto, de ahí que se haya querido ir al origen en cuestión de producción y el estudio haya cedido el testigo a Blumhouse Studios y al cineasta Leigh Whannell. Socio de James Wan en la remodelación del terror con franquicias como Saw, Insidious o Expediente Warren, Whannell ha querido buscar un equilibrio entre elementos tradicionales (pequeños presupuestos, efectos prácticos, narrativa sugerente) y relecturas que den un nuevo sentido a estos personajes. Así lo hizo con El Hombre Invisible y este éxito dio validez a la propuesta, que ahora continúa con Hombre Lobo.

BEBIENDO DE LOS MAESTROS

Lo primero que ha hecho Whannell ha sido desligar al hombre lobo de la tradición centroeuropea y arraigarlo en el territorio estadounidense, con la tradición de los nativos americanos. Su referente no es tanto las películas clásicas del personaje (que algo hay), sino sobre todo los maestros de los 80 John Carpenter (con La Cosa) y David Cronenberg (con La Mosca).

A nivel técnico ha preferido desprenderse de los efectos digitales y ha regresado a los efectos prácticos de maquillaje y protésicos. Su puesta en escena es también muy clásica, lejos de sumarse al ansia por mostrar con todo detalle a la criatura del cine moderno, ha regresado a la sugerencia, al fuera de plano, a la construcción de atmósferas. El diseño de su licántropo, se aleja del concepto clásico, pero lo emparenta precisamente con ese body horror de los 80. Como en el cine de los 70 y 80, la aparición de la criatura y el proceso de transformación del protagonista está muy dosificado. Hay una estructura en base a diferentes set pieces, donde el ataque del licántropo queda fuera de plano, pero siempre muy cercano a los sentidos del espectador, de manera que, como los protagonistas, la sensación de cercanía es constante.

Hombre Lobo, de Leigh Whannell. (c) Universal Pictures
Hombre Lobo, de Leigh Whannell. (c) Universal Pictures

ASUNTOS DE FAMILIA

A nivel argumental, hay, como en la película de 1941, un concepto de legado violento paterno que predestina al protagonista, al mismo tiempo que la historia pretende también marcar una separación entre el modelo de familia tradicional donde la disciplina paterna podía resultar tóxica en términos actuales, frente a un modelo de familia moderno, insuficiente por la falta de conciliación, pero donde los parámetros de las relaciones entre los miembros de la familia son más igualitarios y menos dañinos emocionalmente.

Desgraciadamente, es aquí donde la labor de Whannell flaquea. La construcción de personajes es muy endeble, falta profundizar más y un mayor desarrollo de cada uno de ellos para que el valor emocional de la historia cale en el espectador. Ni el papel de Christopher Abbott como padre protector que tiene una lucha interna contra la educación disciplinaria que recibió de niño, ni el papel de Julia Garner, como mujer emprendedora, más centrada en su carrera que en su familia, termina de convencernos, arrastrando al espectador a una falta de empatía hacia la película.

GARRAS POCO AFILADAS

Pese a las bondades de la película, que son varias, especialmente en aspectos técnicos y de puesta en escena, Hombre Lobo queda a medio camino de sus ambiciones, como ya le sucediera a Whannell con El Hombre Invisible. A este paso, este renacer de los monstruos clásicos va a quedar como un conjunto de películas con aspiraciones, pero de escaso calado.