Robert Eggers ha comentado que su intención original no era tanto recuperar la historia del príncipe Amleth, sino adentrarse cinematográficamente en la cosmología y ofrecer una representación fidedigna y documentada de los antiguos pueblos nórdicos, sus costumbres y sus creencias. Al final, el mejor instrumento que encontró para ello fue con esta leyenda que se ambienta en el siglo X y que su primer relato canónico data del siglo XII, escrito por Saxo Grammaticus en su Gesta Danorum. Esa historia llegaría cinco siglos más tarde a manos de William Shakespeare, quien se inspiraría en ella para su obra magna, Hamlet.

NARRATIVA MÍTICA

La película de Eggers afronta dos retos fundamentales, establecidos por el propio cineasta. Por un lado, ofrecer al espectador una nueva versión de esta historia que se diferencie de la ampliamente conocida, pero manteniendo elementos reconocibles de la misma; y por otro lado, en su afán historicista, traducir en lenguaje cinematográfico las estructuras y el lenguaje de los antiguos relatos de tradición oral. En este sentido, podemos decir que ambos objetivos se cumplen sobradamente.

Hay algo en la puesta en escena de Eggers, en ese carácter metafísico de su narrativa, que nos traslada a la lectura de los Eddas del siglo XIII, relatos de herencia de la Edad de Hierro como el Mabinogion o la poesía épica de Homero. Eggers se desentiende de muchas estructuras desarrolladas por la narrativa moderna en cuanto a trasmitir al espectador un relato más detallado o verosímil.

En El Hombre del Norte hay elementos míticos, determinando la evolución de la historia y justificando el desarrollo de la trama, que a ojos actuales pueden parecer escasos de asideros explicativos o de lógica narrativa, pero que son perfectamente coherentes con la forma de transmitir los mitos en los orígenes de la literatura.

El Hombre del Norte es una película con una narrativa anacrónica, no porque apele a estilos cinematográficos de décadas pretéritas, sino porque su sentido de la dramaturgia nos traslada a una forma de narrativa que entronca con los orígenes de la cuentística oral, aspecto en el que sin duda jugó un papel determinante la labor en guion del escritor Sjón.

Ethan Hawke en El hombre del Norte. Credit: Aiden Monaghan / © 2021 Focus Features, LLC
Ethan Hawke en El hombre del Norte.
Credit: Aiden Monaghan / © 2021 Focus Features, LLC

SER O NO SER

En comparación con el Amleth de Saxo Grammaticus o el Hamlet de Shakespeare, el protagonista de El Hombre del Norte es mucho más primario y violento. Eggers rescata componentes de la tradición nórdica, como el valor divino como psicopompos de los cuervos o la transformación del protagonista en uno de aquellos guerreros voraces berserkers.

Al mismo tiempo, Eggers da una lectura rabiosa de algunos de los elementos icónicos de la leyenda y la relectura que Shakespeare hizo de la misma, destacando de manera muy importante el papel del Reina Gudrún, espléndidamente interpretada por Nicole Kidman.

Nicole Kidman en El hombre del norte. Credit: Aiden Monaghan / © 2021 Focus Features, LLC
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Nicole Kidman en El hombre del norte. Credit: Aiden Monaghan / © 2021 Focus Features, LLC

Pese a ese jugueteo con Shakespeare, también da una entidad propia y muy diferente a los personajes. Por ejemplo, poco de Ofelia encontramos en el papel de Olga (Anya Taylor-Joy), e incluso podemos apreciar una curiosa interreferencialidad con otras obras incluso del propio Shakespeare (Gudrún tiene mucho de Gertrudis, pero también de Lady Macbeth). Resulta llamativo cómo el cineasta coquetea con lo fantástico, pero dejando siempre la puerta abierta a una interpretación realista, basada en el estado psicológico del protagonista (de los pocos aspectos donde el director se deja llevar por una mirada actual).

VALHALLA

Con La Bruja y El Faro, dos películas conceptualmente desbordantes, pero modestas en lo presupuestario, Roger Eggers había demostrado que su punto fuerte es su habilidad para crear imágenes desasosegantes y de una gran plasticidad. Su gusto por los primerísimos planos, casi rozando con la ruptura de la cuarta pared, pero también por los grandes cuadros generales se repite en esta película, donde ha vuelto a contar con la magnífica colaboración del director de fotografía Jarin Blaschke.

El Hombre del Norte es una película visualmente fascinante. A esto se suma la excelente partitura musical de Robin Carolan y Sebastian Gainsborough, donde recurren a sonoridades tribales que dan aún más una atmósfera asfixiante y ominosa a la película. En lo que se refiere a la puesta en escena, se trata de una película más ambiciosa y ampulosa que las anteriores, con momentos que requieren de un nivel de producción mucho más costoso, como el ataque berserker a la aldea o el enfrentamiento a las faldas del volcán.

Es cierto que, como conjunto, El Faro nos sigue pareciendo la mejor película de Eggers, pero también es cierto que El Hombre del Norte es una película mucho más compleja en todos los sentidos, por lo que los desafíos a cumplir eran mucho más altos.

RELATO JUNTO A LA HOGUERA

Despiadada, brutal, visualmente agresiva no pretende en ningún momento hacer una lectura contemporánea de la Edad de los Vikingos, sino trasladar al espectador actual a aquellos tiempos descarnados y regidos por la mitología y la magia. Como relectura del mito, El Hombre del Norte lleva la violencia intrafamiliar a extremos bárbaros y, como narración audiovisual, nos devuelve a la época en la que los relatos se plasmaban en el fuego de la hoguera. Quien espere encontrar aquí el equivalente cinematográfico de la serie Vikingos, está equivocado. Eggers nos devuelve a un estrato más atávico.

Póster El hombre del norte, de Robert Eggers.
Póster El hombre del norte, de Robert Eggers.