Hablar de El Exorcista es hacer referencia a la película que, junto con La Semilla del Diablo, condujo al género de terror al terreno del cine de autor y le otorgó una reputación que se le había negado hasta entonces. La cinta de William Friedkin, que cumple 50 años coincidiendo con el fallecimiento de su creador, era una película que transmitió a los espectadores de 1973 un miedo existencial que antes no había existido en el cine. Sí, fue una película que sorprendió por sus efectos especiales, pero cuya esencia iba más allá de los vómitos o las cabezas giratorias. Era un miedo ancestral que apelaba a las creencias básicas del espectador. La cinta trasgredió muchos líneas rojas que Hollywood había mantenido hasta entonces. La caída de los sistema de censura favoreció a que la película escupiera en pantalla imágenes verdaderamente agresivas e irreverentes (¿qué película se atrevería a día de hoy a mostrar a una niña de 13 años endemoniada masturbándose violentamente con un crucifijo?) o diálogos sumamente escandalosos para mentes bien pensantes (“¡Dile a Jesús que te folle!”).

LEGADO

Tras el éxito de la película, evidentemente las salas se llenaron de títulos relacionados con el demonio, la religión y los exorcismos. La mayor parte de ellos canibalizando la obra de Friedkin, escasos de aportaciones mínimamente interesantes. Ni siquiera las propias secuelas de la película han estado al nivel (aunque nunca está de más revisar y reivindicar El Exorcista III). Para conmemorar el 50º aniversario, el director David Gordon Green ha querido repetir la fórmula de su trilogía de Halloween, es decir, obviar las secuelas y ofrecer una secuela directa de la cinta original, aunque ambientada en tiempo presente.

¿HAS VISTO LO QUE HA HECHO LA COCHINA DE TU HIJA?

Partiendo de la realidad de que, a día de hoy, estrenar una película con las características del El Exorcista, dentro del cine mainstream de Hollywood y contando con un presupuesto holgado es una quimera, tampoco consideramos que David Gordon Green fuera el cineasta adecuado para esta misión. Sin negarle competencias en lo que se refiere a puesta en escena, el suyo es un cine parasitario del estilo ajeno, sin personalidad propia, y si El Exorcista fue un éxito en 1973 se debió en gran parte a la personalidad arrolladora de William Friedkin.

El Exorcista. Creyente choca con la corrección política y se frena ante ella, algo que Friedkin demolió hace 50 años. La cinta se preocupa más de la multiculturalidad, de ofrecer un mensaje que no resulte ofensivo, de que el terror no sea agresivo, que ahoga todo aquello que era esencial en la película original. Sí, aquí nos reencontramos con sus dos actrices protagonistas, pero de manera fugaz y sin peso alguno en la trama. La presencia de Ellen Burstyn es perfectamente eliminable sin afectar a la trama principal y la aparición de Linda Blair resulta más un cameo. Green recoge algunos momentos icónicos de la original y los recicla en su película, pero resultan totalmente descafeinados. Incluso algunos de los elementos más crudos de la película (el clímax final) quedan rebajados, sin exprimir todo su potencial.

¡EL PODER DE CRISTO TE OBLIGA!

Si hacemos el ejercicio de desvincular esta película de su precedente, El Exorcista. Creyente resulta una película anodina, pero correcta, de factura notable y que, dentro del subgénero de exorcismos, podemos situar por encima de la media (incluso dentro de las propias secuelas de la saga). Cuenta con buenos efectos y David Gordon Green logra introducir algunas imágenes sugerentes e inquietantes. No es ni buena, ni mala, ni todo lo contrario. Es equidistante. El problema es que se titula como se titula y que apela a lo que apela.

Si El Exorcista era Reagan atada a la cama lanzando chorros de vómito y blasfemando; El Exorcista. Creyente es la niña ya liberada de cualquier espíritu demoníaco, quizás con algún grado de maldad propiamente humana, pero inofensiva.