Conviven en la extensa filmografía del director David Cronenberg dos tipos de películas. Los filmes de narrativa, digamos, más convencional, historias complejas, pero sobre seres humanos a diversos niveles realistas. En esta sección debemos incluir los tres primeros filmes rodados con Viggo Mortensen: Una Historia de Violencia (A Story of Violence, Canadá, 2005), Promesas del Este (Eastern Promises, EEUU-Canadá, 2007) y Un Método Peligroso (A Dangerous Method, EEUU-Canadá, 2011).
Debemos remontarnos más atrás. El filme basado en la obra de teatro de David Henry Wang, M Butterfly (Canadá-EEUU, 1994) inauguró esta vía realista y/o historicista. También entrarían las dos películas filmadas con Robert Pattinson, Cosmópolis (Cosmopolis, Francia, Canadá, Portugal, Italia, 2012) y Maps to The Stars (Canadá, 2014). Historias realistas, que el realizador incorpora a sus específicas inquietudes de exploración de determinados estados mentales y la creación o exploración de mundos paralelos donde los personajes obsesivos experimentan cierta catarsis vital.
Luego está el David Cronenberg más experimental, personal, trasgresor, osado, fresco, autoral. El realizador irreverente, enraizado en el género fantástico. Toda una trayectoria fílmica construida en torno a historias que navegan en los recovecos más enfermizos de la mente humana y/o que envuelven aspectos y conceptos que tienen que ver con las mutaciones de la carne humana, donde la fusión del cuerpo humano con tecnología juega un papel preponderante.
Siempre ha sido del gusto de Cronenberg explorar la relación entre la mente y el cuerpo, entre la carne y la tecnología. Al mismo tiempo la idea de la transformación, y, si se quiere, la transfiguración, es decir, todo aquello que tiene que ver con el cambio de aspecto de las personas u otros seres, constituyen conceptos sobre los que está construida buena parte de su filmografía.
La fusión enfermiza entre la tecnología y el organismo del ser humano, constituye en definitiva una veta filmográfica ésta en la que el realizador canadiense cimentó su prestigio, con filmes como su ópera prima Vinieron de Dentro de (They Come from Within, Canadá, 1975), Inseparables (Dead Ringers, Canadá, 1988), La Mosca (The Fly, EEUU, 1986), Videodrome (EEUU-Canadá, 1983), El Almuerzo Desnudo (The Naked Lunch, Canadá, 1991), Crash (Canadá, 1996), filme que fue premio especial del Jurado de Cannes 1996, presidido por Francis Ford Coppola. Temática ésta que el realizador no abordaba desde Existenz (EEUU-Canadá, 1999) o Spider (Canadá, 2000).
En aquel filme basado en la obra de J.G. Ballard, el cineasta creaba todo un universo entorno a la filia del grupo de personajes que formaban una suerte de comunidad. Cada automóvil es una extensión del sistema nervioso y sensorial del personaje que lo conduce, con el objetivo común de experimentar las sensaciones que buscan con avidez y que tienen mucho que ver con la mutilación y la muerte, entre el olor a gasolina derramada, aceite quemado y carrocerías comprimidas y destrozadas, cristales hechos añicos y carne desgarrada y mutilada cubierta de prótesis metálicas.
El regreso a la Nueva Carne
En Crimes of The Future, el realizador va incluso un poco más allá, en términos de evolución de la especie humana. Tenemos otra comunidad de personas que viven siniestramente en los contornos de la vida y la muerte. La obsesión patológica por los vehículos, se sustituye por la obsesión por la cirugía, el tráfico de órganos, y la alteración de la vida en torno a la manipulación de vísceras y entrañas, como si los personajes fuesen conscientes de que estuviesen gestionando una nueva etapa en la evolución de la especie humana. En esta sociedad existe un organismo administrativo catalizador, un centro neurálgico llamado Registro Nacional de Órganos, presidido por gente bastante espeluznante, que no duda en asesinar implacablemente.
Al comienzo del filme vemos a un niño que escarba en la arena de una playa con una cuchara, al tiempo que su madre le recrimina a lo lejos que no coma cualquier cosa que vea. En el lado derecho del encuadre vemos un buque ladeado incrustado en la costa. El plano del buque recuerda aquel naufragio que hace unos años dio la vuelta al mundo: el del Costa Concordia en enero de 2012.
El niño accede a la casa, entra en el cuarto de baño, se sienta en el suelo y, del modo más natural, comienza a comerse la papelera de plástico del servicio. Muerde y mastica con calma, por los bordes, hasta que queda saciado. Preguntado en la rueda de Prensa, Cronenberg comenta que cada día son más las personas que consumen microplásticos, y que los tienen incorporados en su organismo.
Los protagonistas del filme son Saul Tenser (Viggo Mortensen) y su compañera Caprice (Léa Seydoux). Ambos son figuras relevantes en el Arte conceptual y performativo. Él se queja de dolores internos que requieren de cirugía a cada momento, dolores que se le extienden y traslada de un lado a otro de su cuerpo ¿constituyen estas dolencias una transformación del organismo? ¿Va desarrollando el ser humano nuevos órganos en su interior? ¿Es todo parte de la nueva obra conceptual del artista? Tenser vive en una cama-habitáculo que es un organismo vivo conectado a su propio tejido orgánico. Su mujer le introduce algunos cables para realizar chequeos periódicos de su interior, filmándolo todo con una mini cámara, cuyas imágenes forman parte de la propia película.
Crimes of The Future propone todo un universo de seres humanos que viven y mueren en torno al negocio de la carne, sangre, órganos y vísceras, así como de intervenciones quirúrgicas, cuyos bisturís manejan a veces los propios pacientes, a través de órganos remotos de control, que parecen órganos vitales. No habrían desencajado en absoluto en el filme mencionado Existenz.
Crimes of The Future contiene un mérito irrefrenable: nos cuenta como si fuese una absoluta novedad la historia que Cronenberg nos lleva narrando desde los comienzos de su filmografía, desde 1975. No en vano el filme tiene el título de uno de sus primeros cortometrajes filmado en su Canadá natal en 1970. Hay quien verá en esto una repetición innecesaria. Sin embargo, el modo de tratarlo en términos evolutivos de la especie humana marca una sutil, pero importante diferencia con el resto de su filmografía.
Toda una celebración, en definitiva, el regreso del maestro Cronenberg a los recovecos más viscerales del organismo y sus misterios, y los niveles más recónditos de la mente humana, proponiendo la visión cotidiana de auténticas atrocidades y aberraciones, con una exposición narrativa y expositiva contenida y lo más anclada posible en la realidad, sin efectismos ni florituras visuales que nos impidan “ver el bosque”. El impacto de las imágenes es monumental. Una (otra) película valiente, profunda y personal, que arrastra un poso de melancolía desde el comienzo hasta el coherente final del filme, que no es tal final, como el tránsito evolutivo hacia otro nivel.
CRIMES OF THE FUTURE, en competición oficial de Cannes
El contexto del Festival de Cine de Cannes es el ecosistema perfecto para un filme tan franco, directo e implacable como Crimes of The Future. En pocos lugares del mundo (probablemente en festivales de género fantástico como Sitges o el Isla Calavera) el cinéfilo está dispuesto a absorber (y digerir) imágenes como la autopsia del niño (un “plastic-eater” o comedor de plástico), que deja expuesta sus entrañas plastificadas, o a Saul tumbado en su cama orgánica con Caprice, desnudos ambos practicándose recíprocas incisiones en diferentes lugares de sus cuerpos, con bisturí laser a control remoto. “La cirugía es el nuevo sexo” dice Timlin, el tenebroso personaje (creepy -siniestro- es la expresión que utiliza Caprice para referirse a ella), que magníficamente compone la actriz Kristen Stewart.