Los años 70 son el período dorado de las artes marciales. Estrellas como Bruce Lee logran lanzar en occidente toda la ingente tradición de cine de artes marciales chino y el kung fu se pone de moda. Productoras como la de los Hermanos Shaw o Golden Harvest se convierten en referencia ineludible de un género. En occidente los “gweilo” empiezan a aprender artes marciales influenciados por estas películas y ante la puerta abierta, de nuevo por Bruce Lee, para que las tradiciones orientales se enseñen también a occidentales.
MAINSTREAM Y CONTRACULTURA
Ante el furor por todo lo oriental, Marvel toma buena nota y busca la forma de introducir nuevos personajes con los que sacar partido de ese nuevo interés del público. Además, era una forma también de incluir otras razas en sus historietas, algo que se estaba prodigando con la introducción de personajes protagonistas femeninos y negros. El noveno arte demostraba así que también se modernizaba y se incorporaba a las políticas sociales del momento y la contracultura, marcadas por grupos activistas en favor de los derechos de las comunidades infrarrepresentadas frente a la mayoría masculina heterosexual anglosajona.
Es decir, la misma situación que tenemos hoy en día cincuenta años después, con las mismas adhesiones y rechazos que entonces. El personaje de Shang-Chi fue creado por el escritor Steve Englehart y el artista Jim Starlin en 1973, con historias que bebían de ese nuevo orientalismo y lo mezclaba con el tono pulp de las historias detectivescas de perfil exótico (el padre del personaje era ni más, ni menos que Fu Manchú) o el espionaje al estilo “Misión Imposible”, serie clásica que justo dejó de emitirse aquel año. Con el tiempo, el personaje fue modernizándose y desprendiéndose de estos elementos y ajustándose más al tono superheroico de la editorial.
EL PASADO SE REPITE
Marvel Studios está buscando para su Fase 4 un abanico más diverso e inclusivo, potenciando la presencia de personajes femeninos o de otras razas para romper la hegemonía (de nuevo) masculina heterosexual anglosajona que imperó, sobre todo, en las Fases 1 y 2. Shang-Chi vuelve a ser, una vez más, un elemento necesario para el lavado de cara que busca, en este caso, el estudio. Sin embargo, como ya sucediera con El Mandarín, una traslación directa del personaje clásico al cine no era posible. Hoy esas características tan progresistas y contraculturales que sirvieron de germen del personaje en los 70 están consideradas racistas.
Además, Marvel (o sea, Disney) sabía que aquí tenía una carta con la que posicionarse más fuertemente en el mercado oriental, especialmente el chino (objetivo que ni la versión en imagen real de Mulán, ni Raya y el Último Dragón cumplieron como se esperaba).
Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos llega con mucha tarea por hacer. Por supuesto tiene que ser una película Marvel, que se ajuste al patrón de la franquicia, sustentada en los patrones de la fantasía, la acción, el humor y una carga emocional de tono familiar con un mensaje conservador. Tiene que encajar argumentalmente en la cronología de la saga (tras Vengadores: Endgame) e integrarse con lo que está por venir (Multiverso, la nueva alineación de Los Vengadores). Al mismo tiempo, está ideada como un homenaje al cine de artes marciales chino y a su bestiario y tradición mitológica. Por último, a nivel de representatividad, no sólo cuenta con un reparto mayoritariamente oriental, sino que se le otorga mucho peso a los cuatro personajes femeninos principales: la mejor amiga del protagonista, Katy (Awkwafina), su hermana, Xialing (Meng’er Zhang), su madre, Li (Fala Chen), y su tía, Ying Nan (Michelle Yeoh).
EL HIJO PRÓDIGO
Shang-Chi se presenta aquí como un personaje totalmente nuevo en el universo cinematográfico Marvel. A aquellos que ya conocían al personaje por los comics les conviene hacer un reseteado de esa información, porque no van a encontrar nada de eso en la película. Es verdad que se vincula la historia con determinados acontecimientos de Iron Man 3, pero el principal reto al que se enfrenta la película es establecer todo un universo particular, introducir esa mística oriental, establecer los antecedentes del personaje, la historia de sus padres, la trama de familia disfuncional que debe sanar y reconstruirse; todo ello, sin perder de vista, las secuencias de acción, que además deben ser distintas que las vistas anteriormente en la franquicia porque aquí el componente principal y del que debe partir el espectáculo son las artes marciales. Todo ello en un metraje de 130 minutos, la misma duración que Viuda Negra, que era un personaje ya conocido por el público.
El arranque de la película es bastante prometedor. Todo el flashback que presenta la historia de los diez anillos funciona muy bien, en gran parte por la presencia y la interpretación de un estupendo actor como es Tony Chiu-Wai Leung. La presentación de Shang-Chi y la secuencia de pelea en el autobús despeja las dudas que se habían planteado ante la elección de Simu Liu. Incluso el siguiente bloque, con una elaborada coreografía en unos andamios resulta muy estimulante.
Desgraciadamente, a partir de ahí el factor tiempo empieza a pesar sobre la narración y el director Destin Daniel Cretton se ve en la necesidad de apresurar el ritmo y despachar apresuradamente la trama para llegar lo antes posible a la batalla final, en la que poder desplegar toda la pompa y la desproporcionada espectacularidad marca de la casa. El peso que la cinta quiere dar al electo femenino, resta bastante protagonismo al héroe, en favor sobre todo de Xialing, hasta el punto de que cuando finalmente Shang-Chi debe volver a tomar las riendas de la historia y resolver la aventura, ya casi nos habíamos olvidado de él.
A esto se suma un tramo verdaderamente vergonzoso con el regreso de Ben Kingsley a la franquicia, confirmando que Trevor Slattery es el Jar Jar Binks del Universo Cinematográfico Marvel.
BIENVENIDO AL CIRCO
Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos es una película Marvel, ni más, ni menos, ni de las mejores, ni de las peores. Tiene todos los elementos que esperamos, disfrutamos o sufrimos de la franquicia, y no resulta en ningún momento especialmente innovadora o sorprendente en sus postulados. El exceso de contenido a introducir hace que todo esté demasiado condensado y que no se termine de sacar partido de algunos personajes, mientras que otros acaban adquiriendo más protagonismo del deseable; sin embargo, cumple con ese requisito mínimo de ofrecer un entretenimiento ligero y bien facturado.