Que hayan coincidido más o menos en el tiempo la temporada final de La Casa de Papel, La Fortuna y Way Down es una muestra de que en nuestro país hemos roto tabúes pretéritos y ya los cineastas se adentran en el terreno del género sin que se les caiga los anillos o tengan que justificar la naturaleza de la película introduciendo algún condicionante social o político que dé un perfil más autoral, comprometido o intelectual a la obra.
DEL TERROR AL PILLAJE
Jaume Balagueró es precisamente uno de esos cineastas que nunca ha tenido miedo a rodar películas de género sin que ello le reste personalidad como autor. En ocasiones esto ha implicado seguir patrones importados; en otras, ha abierto su propio discurso, llegando incluso, con películas como [Rec], a exportar sus hallazgos de puesta en escena al exterior. Es cierto que en su filmografía encontramos elementos de discurso que a veces parecen impuestos para establecer una conexión que sirva de vaso comunicante entre varias de sus películas, pero desde luego no se puede negar que sea un cineasta que conoce los mimbres del género. Lo conocemos principalmente gracias al terror, pero con su última película he decidido dar un salto sin red hacia otro género, el de atracos.
REFERENTES DE GÉNERO
Las películas de atracos tienen un doble condicionante. Por un lado, son títulos que suelen construirse sobre un patrón muy firme; por otro, pese a lo anterior, se espera de ellas que presenten giros de trama continuos y que mantengan al espectador en un vilo a lo largo de toda el metraje con resoluciones originales y frescas. Algunas juegan a la fusión de temáticas para ofrecer algo nuevo, como The Italian Job (cine de coches), Origen (Espionaje y subconsciente) o, más recientemente, El Ejército de los Muertos (cine de zombis), pero, por lo general, lo normal es que sean películas donde el atraco es lo primero: Rififi, El Caso de Thomas Crown, Pelham 1 2 3, El Golpe, Cómo Robar un Millón y…, Ocean’s Eleven. Hay películas que se han convertido en auténticos clásicos modernos dentro de esta temática, como Heat, Sospechosos Habituales o Reservoir Dogs.
En España no es un género que abunde precisamente y cuando pensamos en alguna representante ilustre, la memoria se nos va a Atraco a las 3, con una línea mucho más humorística y con una pandilla de atracadores de perfil menos elegante que las del cine estadounidense. Ha sido en los últimos tiempos que títulos como Cien Años de Perdón, Hasta el Fin o la serie La Casa de Papel han ido cambiando este panorama y han acercado las producciones españolas a un formato netamente hollywoodiense.
LA SILUETA SOBRE LA QUE ESCRIBIR
Way Down viene a sumarse a este grupo, aunque con un amplio retraso marcado por el COVID. Si bien el proyecto empezó a fraguarse al mismo tiempo que el asalto de La Casa de Papel al Banco de España, la pandemia ha jugado en su contra, ya que la ha colocado en una casilla previa a la serie de Álex Pina. Es cierto que ambos títulos sólo coinciden en eso, en ser tramas de atracos y donde el objetivo es el Banco de España (sumándole algún componente asociado, como es el tema del agua como obstáculo en el atraco). Por lo demás, ambas ficciones recorren itinerarios muy distintos.
La trama de Way Down introduce elementos atractivos, como la localización temporal en un momento tan concreto como la final del mundial de Sudáfrica o el conjunto de actores internacionales que conforma su reparto coral. El guion de Rowan Athale, Michel Gaztambide, Andrés Koppel, Rafa Martínez y Borja González Santaolalla juega todas las cartas habituales: un objetivo inexpugnable, un plan perfecto, atracadores con diferentes especialidades, rencillas y traiciones y el antagonismo de un equipo de seguridad aparentemente infalible, pero que peca de orgullo.
PELÍCULA DE GUANTE BLANCO
Jaume Balagueró navega por la narrativa de este género a priori ajeno a él con eficacia, elegancia y virtuosismo. El cineasta gusta de jugar con la cámara, con movimientos intrincados, planos inesperados, todo con una cuidada fotografía y un montaje exquisito. Hay momentos de extremada complejidad, como todo el clímax final, que está ejecutado con una precisión y una desenvoltura verdaderamente refinada (también hay que contar con una segunda unidad para estas escenas dirigida ni más ni menos que por Paco Plaza).
La partitura musical de Arnau Bataller es un valor fundamental en la narración. La película cuenta con una presencia casi constante de música, sin que ésta resulte invasiva, redundante o excesiva, contribuyendo con vigor a la narración y aportando tensión y suspense a la trama. La combinación de orquesta con programación electrónica le da también al conjunto una sonoridad moderna y seductora.
CANCIÓN CONOCIDA
Como partida de ajedrez, todo parece estar en su sitio y todas las piezas juegan su papel. El problema es que, pese al hábito moderno, los movimientos de la partida nos son ya demasiado conocidos y predecibles. Way Down se ajusta tanto al modelo de género, que cualquier espectador mínimamente ducho en este tipo de películas es capaz de ver todos los ases bajo la manga antes de que la película decida utilizarlos. Lo estereotipado de los personajes tampoco ayuda. Por mucho que el guion pretenda darles cierta entidad. humanidad y rasgos distintivos a todos, lo cierto es que ni los personajes terminan de despuntar, ni los actores (sin hacer un mal trabajo) logran hacerles trascender.
Way Down se salda como una película ambiciosa, pero más en cuestión de producción y en querer situarse a la altura del listón establecido desde Hollywood. Por lo demás es una película entretenida, que ofrece al espectador un divertimento ligero y bien elaborado, pero que carece de la capacidad de sorpresa y emoción que este tipo de cine requiere para verdaderamente triunfar.