Con Doctor Strange, Marvel ha querido abrir una nueva puerta en su universo cinematográfico. El misticismo, los universos interdimensionales y la magia reclaman su espacio en una franquicia marcada más por los científicos locos, los gadgets tecnológicos y las civilizaciones extraterrestres. Hay que reconocer que en esta primera aventura, el resultado ha quedado más que aparente.

Si bien a nivel de estructura y características básicas del personaje, Doctor Strange no está muy alejada de aquel primer Iron Man de 2008, Scott Derrickson ha sabido darle empaque y espectáculo a la cinta.

Heredando elementos de Matrix u Origen, la película juega con la perspectiva y la plasticidad que la tecnología digital da a los escenarios, ofreciendo tres grandes secuencias de acción que suponen un verdadero espectáculo visual.

A nivel interpretativo, destacan las presencias de Benedict Cumberbatch y Tilda Swinton, dos espléndidos actores que saben aportar carisma y presencia a sus personajes. El resto del reparto cumple con solvencia, aunque se echa en falta más desarrollo de los personajes secundarios, especialmente del villano, Kaecilius (interpretado por otro actor de carácter, Mad Mikkelsen), y sus secuaces.

Pese a estos detalles, Doctor Strange se salda como un estreno más que recomendable y, para los que ya mostraban agotamiento ante tanto cine de superhéroes, puede suponer también una cierta reconciliación con el género de moda.