En los títulos de crédito finales de Sweet Home, el director Rafa Martínez apunta tres agradecimientos especiales a tres cineastas muy particulares: Tony Scott, John McTiernan y John Carpenter. Por otro lado, en entrevistas también ha apuntado su deuda a directores nacionales como Álex de la Iglesia, Jaume Balagueró y Paco Plaza. Estas referencias ayudan a definir el tipo de producto que tenemos aquí. De los primeros toma un sentido de la planificación de gran fuerza visual, basado en el ritmo de las imágenes y con un sentido de la ambientación sugestivo y envolvente. De los segundos, una visión comercial del cine patrio, apoyada en los patrones de género más que en retratos históricos o sociales.
Es cierto que la base del argumento parte de temas candentes como los desahucios y la inhumana presión de las grandes compañías para deshacerse de inquilinos de bajo nivel adquisitivo y poder especular con los inmuebles; sin embargo, esto no va más allá de un mero apunte frente a en lo que acaba derivando la historia, un survival opresivo y claustrofóbico en la mejor tradición del slasher clásico.
Sería un error exigir a esta película más desarrollo argumental y de personajes, ya que estos ingredientes están reducidos al mínimo para permitir al director su verdadero propósito: lucirse con una puesta en escena elaborada y portentosa, con un extraordinario trabajo de fotografía, en el que resalta un sobresaliente uso de los virajes cromáticos, una ejercicio de montaje cuidadoso para mantener al espectador atado a la historia y en suspenso gracias a la hábil dilatación de las diferentes secuencias, y con un conjunto de actores que, si bien sus personajes no van más allá del cliché, sí logran apropiarse de los patrones de caracteres con los que juega la cinta (con mención especial para Ingrid García Jonsson como aguerrida Scream Queen patria).
Al conjunto quizás le sobra exceso musical (aunque le reconocemos a su compositor, Ginés Carrión, su tributo a las músicas de Carpenter o Goblin) y le falta anclaje literario, pero por el resto no podemos más que recomendar este virtuoso ejercicio de cinefilia fantástica.