En 2018, cuando se estrenó la primera entrega de Megalodón, nos pareció una cinta infame, sin gracia y olvidable. Su trama era inverosímil; sus personajes, planos y ridículos; sus secuencias de acción, una nadería carente de atisbo de tensión o terror. Sí, la cinta mezclaba la acción y el componente fantástico con el humor a modo de alivio narrativo, sin embargo, resultaba más eficaz las partes de comedia involuntaria, que los chistes preparados al efecto. En nuestra inocencia, creímos que se trataba de uno de esos intentos de franquicia que quedan en nada y a los que la industria nos tiene muy acostumbrados últimamente; pero no, la cinta fue un éxito y había novelas de Steve Alten en cola esperando ser llevadas al cine (y si no, no pasa nada, porque tampoco es que Megalodón 2. La Fosa tenga demasiado en cuenta a la segunda novela de la serie). Lo cierto es que con cierto retraso por culpa del COVID, ya tenemos aquí la segunda entrega, de nuevo con Jason Statham en el papel de Jonas Taylor.
UNA VEZ MÁS A LA BRECHA, QUERIDOS AMIGOS
Lo primero que llama la atención es la sustitución de Jon Turteltaub, un director maleable y servicial a este tipo de superproducciones, por Ben Wheatley, cineasta de corte independiente, autor de las muy estimables y poco convencionales Turistas, High Rise o Free Fire.
Eso sí, el guion vuelve a estar en manos de Erich y Jon Hoeber y Dean Georgaris y eso queda patente desde un primer momento. Tras un arranque que pretende presentar a Jonas Taylor como una especie de James Bond ecologista, la cinta procura continuar la trama anterior, añadiendo al protagonista un componente de responsabilidad paternal un tanto impostado e incoporando a la trama monstruosa un conflicto de espionaje y terrorismo empresarial.
No, a nivel de trama, de calado de los personajes, de verosimilitud de los acontecimientos, no hay mejora con respecto a la anterior. Esta segunda parte vuelve a ser un tren descarrilado, ruidoso y de escaso calado; la construcción de personajes, las acciones de estos, combinan el absurdo y el ridículo.
Aún así, destaca la habilidad y el carisma no sólo de Statham y Cliff Curtis, sino también de Sergio Peris-Mencheta, a la hora de conseguir sacar la cabeza de la fosa y, además, aprovechar todo el desvarío en su favor, asumiendo lo rocambolesco de la trama y la acción para pasárselo en grande en pantalla y transmitirle esa sensación lúdica al espectador. Por otro lado, nos parece desaprovechada la presencia de estrellas como Jing Wu o Sienna Guillory y el regreso de Shuya Sophia Cai resulta incluso más cargante que en la primera parte.
SUMERGIÉNDONOS EN EL ABSURDO
Aquí volvemos a retomar el nombre de Ben Wheatley. Y es que, en este caso, sus diferencias con su predecesor sirven para ejemplificar la importancia del director en una película, aunque se trate de un trabajo de encargo, como es el caso. Wheatley es un cineasta de mala uva, amante de la violencia y el sarcasmo, y que también se ha sabido mover dentro del terreno del absurdo, en este caso premeditado, en sus mejores trabajos. Precisamente, sus peores resultados los ha obtenido cuando ha abandonado su tono desprejuiciado y ha abrazado cierto academicismo.
Wheatley marca la principal diferencia con respecto a la cinta anterior. Probablemente su elección venga motivada al ver cómo el público aplaudía las partes más vergonzosas de la primera entrega, intentando convertir en esta segunda parte en premeditado lo que anteriormente era mera impericia. Si el absurdo, la exageración y lo inverosímil es lo que busca el público, aquí se les ofrece con total conocimiento de causa.
Además, Wheatley resulta ser mucho más eficaz, más contundente, incluso festivo que su predecesor Turteltaub. Sin llegar a traspasar los límites de la calificación por edades (una lástima, eso ya sí hubiese ayudado a subir enteros al propósito de la película), la violencia en la cinta es mucho más gozosa y, si la acción va a ser un huracán de locura, Wheatley sabe meter la cámara en el ojo del ciclón y ofrecer una puesta en escena desprejuiciada y enloquecida.
¿Es Megalodón 2. La Fosa una buena película? No. Sigue teniendo los mismos desatinos de la primera parte, pero, al menos, se atreve a asumir el dislate de su naturaleza y lo convierte en algo a su favor y no un lastre que hunde aún más la película.