Descendientes de artistas que han seguido los pasos de sus progenitores siempre ha habido. Y no sólo artistas. Durante un amplio periodo de la historia de la humanidad, era lo habitual que las profesiones pasaran de padres a hijos. Últimamente, sin embargo, se ha generado una polémica en torno a los llamados “nepo babies”, es decir, artistas que gracias al apoyo e impulso de la fama de sus progenitores han encontrado puertas abiertas que le han facilitado desarrollar una carrera artística.
Es cierto que, sin el apoyo directo e indirecto de sus predecesores, probablemente su carrera sería muy distinta, o al menos, les hubiese costado más llevarla a cabo. De ahí también que haya algunos de artistas (Nicolas Cage, Joe Hill) que escogieran cambiarse el nombre, para no ser reconocidos como familiares de, ni recibir un trato de favor. Al fin y al cabo, crecer en determinados ambientes puede favorecer el desarrollo de las tendencias creativas de las personas.
Ishana Night Shyamalan
Un caso de esto lo podemos encontrar en Ishana Shyamalan, hija del director M. Night Shyamalan, y que desde hace algunos años ha venido siguiendo los pasos de su padre, aunque ha sido ahora que ha debutado en la dirección de un largometraje con Los Vigilantes.
Previamente, había participado activamente en producciones como la serie Servant, donde dirigió seis episodios y guionizó nueve de ellos, o en Tiempo, donde ejerció de directora de segunda unidad. En todos estos trabajos ha demostrado seguir de manera cercana las características del cine de su padre, quedando definitivamente patente en esta opera prima cinematográfica.
Curiosamente, Los Vigilantes no parte de un guion original, sino que es una adaptación de la novela homónima del escritor irlandés, A.M. Shine; sin embargo, la película respira completamente el estilo y la narrativa de M. Night Shyamalan. Hay claves que son reconocibles del tipo de historias que le gustan al cineasta, como tener la acción recogida en una gran parte en un espacio pequeño y claustrofóbico, contar con un conjunto limitado de personajes, el peso de antecedentes de la historia familiar de los personajes en la trama y las decisiones que estos toman, uso de flashbacks discontinuos, presentar un componente sobrenatural que no se manifiesta abiertamente, sino a través de sombras, siluetas o fuera de plano, y, por supuesto, un giro final que busca ser revelador y sorpresivo.
Ishana Shyamalan usa una puesta en escena también heredada de su padre, optando por una narración intimista, elegante y pausada, con planos expresivos y un montaje que no fuerza el ritmo de la historia. La directora juega también con la imagen, como ese espacio donde se desarrolla gran parte de la acción, una cabaña que cuenta con un gran cristal para que los protagonistas sean observados por las extrañas criaturas que pueblan el bosque. Resulta curioso que una película que nos presenta a unos seres cambiaformas, que buscan imitar la apariencia de los seres humanos, sea también una película que se adapta a unas formas y unos códigos externos.
Shyamalan recurre a su propio equipo de colaboradores. En este sentido, no ha convocado a los profesionales recurrentes de su padre; sin embargo, sí ha buscado sensibilidades muy similares, y también una mirada artística más europea que estadounidense. Eso lo podemos apreciar en la labor de fotografía de Eli Arenson, la edición de Job ter Burg o la partitura de Abel Korzeniowski. Ellos, sin tener vínculos previos, hacen que la película parezca aún más una continuidad del propio cine de M. Night Shyamalan.
La apropiación de patrones afecta tanto en lo positivo como en lo negativo. Los Vigilantes peca de los mismos errores que el cine que pretende replicar. Partimos de una premisa muy sugerente y atractiva, con personajes con mucho potencial, y, mientras la trama va manteniendo el suspense, la película conserva el interés. Desgraciadamente, los patrones de Hollywood no nos permiten dejar los misterios sin resolver y, una vez la película se introduce en el proceso de revelación, de explicación de la trama, su interés se agota, cayendo en una sobreexplicación que dilata el clímax final, con un descubrimiento que ya resultaba predecible.
En comparación con las películas de M. Night Shyamalan, la cinta se acerca más a las últimas producciones del cineasta, como La Visita o Llaman a la Puerta, apelando a títulos superiores como Señales, La Joven del Agua o El Bosque, pero, afortunadamente, con mejores resultados que El Incidente o Glass (Cristal).
Los Vigilantes resulta una película correcta, bien realizada, con momentos de brillantez, pero que se anula a sí misma por su empecinamiento en copiar patrones ajenos y falta de originalidad. Esperemos que, a medida que su filmografía vaya avanzando, Ishana Shyamalan sea capaz de desarrollar una voz propia. De momento, se queda en aprendiz aplicada de su padre.