Como cinta en la que confluyen las tramas de El Protegido (2000) y Múltiple (2016), Glass (Cristal) llegó a las carteleras con muchas expectativas, pero con resultados bastante erráticos. Queda claro que M. Night Shyamalan ya no es el director en estado de gracia que era en el 2000; además, el descalabro de sus últimas superproducciones le ha relegado al terreno del bajo presupuesto liderado por la productora Blumhouse. Eso no quita que Glass sea claramente una cinta de su autor, donde todo responde al discurso de Shyamalan y donde los principales rasgos (sus juegos visuales, una trama que busca siempre los giros sorprendentes) quedan perfectamente patentes, pero la inspiración resulta mucho más pobre.

Echamos de menos el intimismo narrativo que demostró el cineasta en el 2000, su habilidad poética para conjuntar los elementos fantásticos con los aspectos cotidianos o el lirismo que aportaba James Newton Howard con su música.

En general nos encontramos con una trama estática y sin gran desarrollo. Tanto David Dunn como Don Cristal resultan bastante pasivos a lo largo de la mayor parte de la película, mientras que “La Horda”, aunque tiene más protagonismo, tampoco aporta demasiado a la trama.

Shyamalan se la juega una carta con el clímax final, donde se resuelven todas las preguntas de la trama, dando sentido a lo anterior, pero esta resolución nos resulta torpe y con giros que no están a la altura de los personajes. El resultado es, a nuestro entender, una cita precaria, que no está a la altura de las expectativas que ofrecía continuar la historia de El Protegido y en la que incluso sus mayores aciertos siguen quedando muy alejados de lo que llegó a significar el nombre de M. Night Shyamalan para el cine con la llegada del siglo XXI.

Póster de 'Glass'.
Póster de ‘Glass’.