Con Transformers One, la franquicia cinematográfica regresa un poco a sus orígenes, no sólo porque la trama tenga lugar en Cybertron antes del enfrentamiento entre Autobots y Decepticons, sino porque vuelve al formato de animación y con un tono más infantil que las películas de imagen real lideradas por Michael Bay. Tras una historia con tintes distópicos, encontramos una trama de amistad que servirá para dar una mayor espectro al conocido antagonismo entre Optimus Prime y Megatron.
Con un guion sencillo, pero bien desarrollado, personajes que van evolucionando a lo largo del metraje, con una curiosa correlación entre mecánica y psicología, y una animación digital bastante lograda y con momentos espectaculares, Transformers One nos reconcilia con aquella versión de los Transformers de los 80, sin por ello caer en la nostalgia.
A lo largo de sus 104 minutos de duración, encontramos elaboradas y frenéticas secuencias de acción, pero sin desatender el peso de los personajes y el impacto emocional que va perfilando de manera cuidada y paulatina la bifurcación de los dos protagonistas. Al final, quién es el héroe y quién el villano no quedará en una mera cuestión maniquea, sino que cobrará un sentido que abre posibilidades a nuevas entregas de animación.
Frente a los excesos visuales y el ruido de las versiones de Michael Bay, esta propuesta más pequeña y modesta en animación nos parece que bebe mejor del espíritu de esta franquicia juguetera.