La Llorona es la tercera película del director guatemalteco Jayro Bustamante. No la confundamos con la película homónima estrenada en el año pasado y que forma parte del Universo de Expediente Warren (La Llorona, de Michael Chaves). Si bien, ambas parten del mismo referente folclórico latinoamericano, ese espectro femenino al que se oye llorar buscando a sus hijos, la cinta que aquí nos ocupa es un excepcional estudio sobre el genocidio indígena en Guatemala y la impunidad con la que estos crímenes contra la humanidad quedan sobreseídos.

Tomando como inspiración los casos reales de las matanzas durante la guerra civil en los años 60, el caso del expresidente Efraím Ríos Montt, cuya condena por genocidio fue suspendida o los casos de Sepur Zarco, donde militares esclavizaron, violaron y mataron a mujeres indígenas, Bustamante crea una película intensa y claustrofóbica, de fuerte contenido político, donde el componente sobrenatural actúa de metáfora de la necesidad de justicia del pueblo maya ixil.

Aunque el cineasta juega con el sonido y una puesta en escena de tensión contenida, donde la presencia sobrenatural es intuida pero apenas mostrada, lo cierto es que el verdadero terror, la auténtica monstruosidad reside en el legado del general protagonista y su familia, negacionista de una verdad inapelable.

Lo exquisito de la puesta en escena, la cuidada fotografía, el excelente trabajo con los actores y la extraordinaria manera en la que el cineasta hace confluir el plano real con el paranormal hacen de esta película un extraordinario ejemplo de cómo el fantástico puede ser una herramienta portentosa para leer una realidad demasiado dolorosa o cruel para atajarla directamente.