En los últimos años se han multiplicado las películas sobre exorcismos y posesiones demoníacas. El ritual, la presencia del demonio y la carta blanca para ofrecer algunas imágenes inquietantes son ingredientes de probada comercialidad, especialmente si, como en el caso que nos ocupa, se trata de producciones de modesto presupuesto. El sacar la posesión del contexto de la habitación de la víctima y trasladar el cuerpo endemoniado a un contexto tan frío y aterrador como la morgue de un hospital es un movimiento a favor del resultado final. Aunque no especialmente original (ya lo habíamos visto con mejores resultados en La Autopsia de Jane Doe), es cierto que se trata de un escenario misteriosamente poco explotado, al menos como único escenario de toda la película y no en alguna escena puntual. En este sentido, Cadáver tiene a su favor una atmósfera muy inquietante e incómoda para el espectador, así como las habilidades contorsionistas de una joven actriz, Kirby Johnson, que nos permite ver en pantalla algunas posiciones y movimientos corporales que, junto con el hábil uso del sonido, impactan e inquietan al espectador.

Desgraciadamente, aunque bienintencionada, la película Cadáver no consigue ir más allá de ahí. Lo prometedor de la propuesta queda lastrado por un guion tópico, errático, que no logra desarrollar sus mejores ideas y que finalmente cae en el mero efectismo.

A parte de la labor de Johnson, Shay Mitchell mantiene el tipo en su rol protagonista, pero el resto de los actores fracasan en su intento de dar solidez a sus personajes, incluyendo una Stana Katic que simplemente parece que pasaba por allí el día de rodaje.

Como pasatiempo bobo para un día aburrido puede servir, pero si lo que quieren ver es terror, exorcismos o morgues, hay propuestas mucho mejores.

Cartel del largometraje Cadáver.