Cuando en 2013 James Wan estrenó Expediente Warren dio un paso más en su reivindicación de una narrativa de terror tradicional, deudora del cine de los años 70 y basada sobre todo en la fuerza de la puesta en escena a la hora de construir una presencia sobrenatural en pantalla. Menos interesado en los habituales “jump scares” del cine de terror, Expediente Warren apostaba por la construcción de atmósferas inquietantes que fueran poniendo al espectador en situación.
Junto con otra de las franquicias de terror del cineasta, Insidious, el éxito de la película abrió toda una saga de terror que ha permanecido durante 12 años, con dos líneas de producción. La principal ha estado centrada en los casos reales documentados por el matrimonio Warren, mientras que, de manera paralela, se ha ido generando una ola de spin-offs inspirados en algunas de las presencias sobrenaturales de estas películas, pero ya generando argumentos enteramente ficticios. De ahí las tres entregas dedicadas a la muñeca Annabelle, las dos películas de La Monja o el acercamiento al folclore mexicano con La Llorona.
Wan, de nuevo siguiendo el modelo de Insidious, ha permanecido como productor a lo largo de toda la franquicia, aunque su labor como director se limita a las dos primeras entregas protagonizadas por Ed y Lorraine Warren. Tras la salida de Wan de la dirección, varios son los directores que se han encargado de las siguientes entregas y spin-offs, siendo Michael Chaves a quien se le ha confiado de manera más clara la continuidad de la franquicia. Tras La Llorona, La Monja II y Expediente Warren. Obligado por el Demonio, ha afrontado ahora la responsabilidad de cerrar el círculo entorno al matrimonio de investigadores estadounidenses de fenómenos paranormales.
Otro emocionante capítulo del emblemático universo cinematográfico basado en hechos reales
Expediente Warren. El Último Rito supone la despedida de Ed y Lorraine Warren, o al menos de los actores que los han venido interpretando en estos últimos 12 años, Patrick Wilson y Vera Farmiga. Doce años han dado mucho de sí y es innegable el desgaste de la fórmula y el diferente listón entre las películas dirigidas por James Wan y las que han estado firmadas por realizadores de encargo. Correcto en su puesta en escena, Michael Chaves ha demostrado un esfuerzo por mantener una continuidad estilística con el manual de estilo dejado por Wan, pero no puede evitar quedar en evidencia como un director de pelaje inferior.
El caso que marcó el final
Esta cuarta y última entrega toma como punto de partida el caso Smurl, uno de los últimos casos investigados por los Warren y que tiene lugar en el año 1986. Tras la tercera entrega, que acometía el caso del juicio de Arne Cheyenne Johnson y se alejaba del formato “casa encantada”, con esta entrega final la franquicia regresa a la temática que ya había dominado en las dos primeras películas.
En este sentido, hay una sensación de redundancia en la película. Hay tópicos que regresan, pero esta vez no cuentan con la puesta en escena de Wan para lucirse. Secuencias como la prueba del traje de novia, en el salón de los espejos, es un ejemplo de momento de la cinta que podría haber sido una secuencia antológica, pero que queda en algo meramente funcional. Así sucede con otros momentos de la trama, rodados de manera correcta, pero carentes del gusto por la construcción narrativa que sí podíamos encontrar en las dos primeras entregas de Expediente Warren.
A esto se suma que, como pieza final, la película se centra mucho en la propia familia Warren, no sólo quedando la familia Smurl muy relegada, sino dilatando en exceso la llegada de los Warren a la casa, por lo que todo el componente de enfrentamiento sobrenatural resulta precipitado. Es cierto que esta mayor atención a los entresijos de los Warren ayuda a que la película tenga un mayor componente de despedida y cierre, a lo que se añade que permite disfrutar de mayor interacción en pantalla de Patrick Wilson y Vera Farmiga. Desde la primera entrega, ambos intérpretes han demostrado un gran compromiso y apego por sus personajes, demostrando no sólo su calado como actores, sino una emotiva química conjunta que aquí vuelve a destacar como lo más atractivo de la película.
El resultado final es una película correcta, que cumple con lo que promete, pero que se desvela incapaz de aspirar a la excelencia, culminando la línea descendiente de las películas sobre el matrimonio Warren desde su presentación en 2013.