Las reescrituras, relecturas, variantes, nuevas versiones de cuentos tradicionales no son algo nuevo. Si nos vamos a la Edad Media, por ejemplo, cada nueva versión de Tristán e Isolda era diferente de la anterior (por cambiar, cambió hasta el nombre de la protagonista, originariamente bautizada como Iseo). No es lo mismo el cuento de Caperucita Roja en la versión de Charles Perrault (siglo XVII) que la de los Hermanos Grimm (siglo XIX). En la segunda mitad del siglo XX, con los movimientos postmodernos, muchos autores optaron por la reescritura como firma de reflexionar sobre los discursos originales y adaptarlos a una mirada adulta o a tiempos modernos. Así, la reescritura se convirtió también en un vehículo para, por ejemplo, el discurso feminista. Existe también el concepto de ‘qué pasaría si…’, es decir, cambiar las características de la historia o de los personajes para relatarnos desde otra perspectiva.

HÉROES Y VILLANOS

El cambio del discurso hegemónico nos ha llevado a cuestionar la separación dogmática entre héroes y villanos. El concepto de monstruo como ser incomprendido, que no encaja en la estructura social y que atenta contra los prejuicios de lo normativo es precisamente una de las bases de la obra de cineastas postmodernos como Tim Burton (¿no es acaso Eduardo Manostijeras una reescritura de Frankenstein desde la perspectiva de la Criatura?). Con sus precuelas galácticas, George Lucas transforma a uno de los grandes villanos de la historia del cine, Darth Vader, en un ser atormentado en espera de su redención. En los últimos años, con títulos como Maléfica, Cruella o Joker, se reescribe también la historia de estos icónicos personajes, cambiando la perspectiva y convirtiéndoles en seres a los que la sociedad forzó a tomar un camino tenebroso.

En 1995, con Wicked: Memorias de una Bruja Mala, el escritor Gregory Maguire optó por darle esta oportunidad de redimirse a La Malvada Bruja del Oeste, la gran villana de la obra original de L. Frank Baum, El Maravilloso Mago de Oz. De esta novela pensada más para un público adulto, el compositor Stephen Schwartz creó uno de los mejores musicales escénicos de principios del siglo XXI, plagado de canciones maravillosas y con un acercamiento a Elphaba Thropp, futura Bruja Malvada del Oeste, que abre las puertas a temas contemporáneos como el bullying, la discriminación o el adoctrinamiento político. Todo esto venía envuelto en papel de celofán repleto de colores, pero manteniendo el sabor amargo en el corazón de aquel bombón de chocolate.

EL CAMINO DE BALDOSAS AMARILLAS DEL MUSICAL

Director de videoclips antes de dar el salto la cine, Jon M. Chu tuvo unos inicios en la pantalla grande también muy musicales con la franquicia de películas de bailes urbanos Step Up (Street Dance, Step Up 3D). Después vendrían Jem y los Hologramas o En un Barrio de Nueva York, al mismo tiempo que dirigía otro tipo de películas como G.I. Joe. La Venganza, Ahora Me Ves 2 o Crazy Rich Asians.

Para Wicked, el cineasta se ha mantenido fiel no sólo a las constantes estéticas del musical escénico, sino también ofreciendo espacio de transición a El Maravilloso Mago de Oz de 1939. Su puesta en escena resulta vibrante, dando espacio para que los números musicales respiren y luzcan, pero también para que los personajes se desarrollen y muestren sus contradicciones. Si bien durante una parte de la trama la cinta se envuelve en el manto de comedia musical de instituto, el fondo dramático de la historia va marcando el devenir de los personajes. Chu logra con nota ese equilibrio entre el espectáculo y la construcción de la tragedia.

ELPHABA Y GLINDA

El musical de Stephen Schwartz se apoyaba principalmente en la dicotomía entre las dos protagonistas, antagonistas en la obra de Baum y la película de Warner, pero aquí convocadas a ser amigas. La elección de Cynthia Erivo y Ariana Grande como principales protagonistas resulta todo un acierto, no sólo encarnando a la perfección ambas a sus respectivos personajes, sino una química conjunta que eleva sobremanera la película.

Ariana Grande no tiene inconveniente con lidiar con los aspectos más chirriantes de Glinda (superficial, cursi, egoísta, aprovechada) sin restarle humanidad (una humanidad que se manifiesta por su relación con Elphaba); sin embargo, Erivo parece nacida para interpretar a Elphaba. La actriz conecta a la perfección con el dolor interno del personaje y armadura emocional, le da naturalidad y el espectador se rompe con ella cuando sufre la decepción definitiva. La presencia en pantalla de Idina Menzel y Kristin Chenoweth (las Elphaba y Glinda originales de la obra escénica) no hace más que confirmar de manera emotiva ese paso de testigo generacional.

LA PARTICIÓN

Al igual que sucediera recientemente con la adaptación de Dune por parte de Denis Villeneuve, el musical original de Stephen Schwartz ha sido aquí compartimentado en dos películas, la que aquí nos ocupa y una segunda entrega que llegará el próximo año. Sin embargo, a diferencia de la película de Villeneuve, esta primera entrega de Wicked, pese a dejar muchos cabos sueltos (principalmente, el destino de Nessarose, la hermana de Elphaba, y el del triángulo amoroso formado entre las dos protagonistas y Fiyero), argumentalmente funciona como unidad y podría conectar directamente con las aventuras de Dorita en Oz.

La versión española ha empleado la traducción de las canciones de la escenificación en España del musical escénico, por lo que la traducción es ajustada. Las voces escogidas son de alto nivel, por lo que la versión doblada no daña a la película, salvo que ya lleguemos a la sala con las canciones originales grabadas a fuego en la memoria. En cualquier caso, desde aquí recomendamos, siempre que sea posible, optar por la versión original.

LA CIUDAD ESMERALDA

Wicked se salda como una espléndida adaptación de uno de los mejores musicales de las últimas décadas, una película deliciosa que funciona a varios niveles, con un apartado de dirección artística estratosférico, un excelente elenco de actores y bailarines, virtuosas coreografías y sublime ejecución musical, con las partes orquestales adaptadas para la ocasión por el propio Stephen Schwartz y el compositor John Powell (por favor, quédense en los créditos finales y disfruten de la espectacular suite musical). Son dos horas y cuarenta minutos de absoluta fantasía.