Tras ocho películas y veinte años de andadura (¡20!), la franquicia de A Todo Gas se ha ido desprendiendo de cualquier prejuicio y ha establecido su propias leyes de la física y la retórica audiovisual. Seamos claros, la saga protagonizada por Vin Diesel es una ostentosa astracanada delirante, hortera, ridícula e inverosímil y, aún así, han conseguido hacer sello de ello y no sólo generar una horda de seguidores, sino, además, para bien o para mal, alzarse como uno de los máximos exponentes del cine de entretenimiento y gran espectáculo del Hollywood del siglo XXI.

Fast & Furious 9 es prueba fehaciente de ello. No se dejen engañar por esas inesperadas ínfulas de tragedia familiar bergmaniana a modo de flashbacks donde no sólo se nos cuenta el origen criminal de Dominic Toretto, sino también su relación con su (hasta ahora ausente e inexistente) hermano Jakob, la película continúa y logra superar el nivel de hipérbole elefantiásica y de incongruencia supina de las entregas anteriores.

Lo que Toretto y su banda llevan a cabo aquí sólo podría ser factible en un universo superheroico tipo Marvel o, aún diríamos más, tipo Bollywood.

La película es un fan service continuo, con todos los elementos que un fan acérrimo de la saga busca, repetición del cada vez más nutrido reparto estelar (incluido aquellos dados por muertos, dos veces), chascarrillos chusqueros, filosofía de valores familiares tosca y conservadora e inverosímiles y alambicadas persecuciones automovilísticas donde el asombro visual debe venir acompañado por una suspensión de incredulidad ciclada hasta las trancas. Y lo más asombroso de todo es que funciona.

Se trata de dos horas y media de auténtico placer culpable, liberado de cualquier excusa intelectual. Los fans encontrarán aquí también la entrega más coral de la serie, sin amenazar en ningún momento el liderazgo de Vin Diesel, pero dejando al resto del reparto más espacio de responsabilidad y protagonismo en pantalla (al fin y al cabo, ya no está Dwayne Johnson intentando desbancar al macho Alpha de la manada, …. perdón, familia).

En nuestra opinión, el mayor éxito de la película está en el regreso del director Justin Lin. Responsable de las entregas que mejor han definido la saga y ausente en las dos últimas aventuras (sustituido por James Wan y F. Gary Gray), Lin vuelve a demostrar que es quien mejor ha sabido entender el espíritu de la franquicia y que la mejor manera de validar tanta bufonada y dislate es con una puesta en escena limpia, elegante y portentosa, haciendo que, por encima de la pátina vulgar e insustancial, luzca que estamos ante una producción hollywoodiense de Clase A con más de 200 millones de dólares de presupuesto.

Al final, si lo que de verdad quieren es disfrutar de la película, sólo tienen que desactivar la materia gris, soltar el cinturón de seguridad y pulsar el botón de nitro.