En 1953, Henri-Georges Clouzot estrenó uno de los grandes éxitos de su carrera y muy probablemente su mejor película, El Salario el Miedo, ganadora de la palma de Oro en Cannes, del Oso de Oro en Berlín y el BAFTA a mejor película. Protagonizada por Yves Montand, Charles Vanel, Véra Clouzot y Peter van Eyck, la cinta narra la historia de un grupo de conductores que, ante su situación desesperada, aceptan una misión suicida, llevar un cargamento de nitroglicerina por las montañas y selvas de los Andes hasta una instalación petrolífera donde se ha declarado un incendio en uno de los pozos.

Considerada como uno de los grandes clásicos del cine francés, la película contó con un remake en 1977 a cargo de William Friedkin, que venía de dirigir en 1971 y 1973 French Connection y El Exorcista. Carga Maldita sufrió de un rodaje accidentado, no es una película redonda, pero sin duda cuenta con momentos de gran cine. Protagonizada por Roy Scheider, Bruno Cremer, Francisco Rabal y Amidou, es una cinta que exuda tensión y crudeza, con personajes que no despierta la simpatía del espectador, pero que se comen la pantalla.

Estrenada justo después de Star Wars. Episodio IV. Una Nueva Esperanza, la cinta fue un fracaso en taquilla, pero el tiempo la ha mantenido como un título de culto.

El Salario del Miedo, por Julien Leclerq

Ahora nos llega a Netflix una tercera versión de esta historia, dirigida por Julien Leclercq y protagonizada por Franck Gastambide, Ana Girardot, Sofiane Zermani, Alban Lenoir y Birol Tarkan Yildiz, que recupera el título original. El argumento vuelve a ser el mismo, cuatro conductores para llevar por territorio accidentado caminos cargados de nitroglicerina a un pozo de petróleo en llamas, aunque en este caso el terreno no es montañoso sino desértico y las película puesta más por la acción trepidante que por la tensión mantenida de las dos versiones anteriores.

Si las dos versiones anteriores se desarrollaban en plena naturaleza sudafricana, la nueva versión nos lleva al desierto de Marruecos. La trama es la misma. Un pozo petrolífero está ardiendo y la única forma de evitar una tragedia es transportar por terreno accidentado dos camiones cargados de nitroglicerina y conducidos por un grupo de hombres que no tienen nada que perder.

La primera disonancia la encontramos cuando los protagonistas en esta versión moderna, aunque moralmente cuestionables, se mueven por fines más altos que el vil dinero y hay en casi todos ellos una ética que no existían en las dos películas anteriores. El director de esta nueva versión, Julien Leclercq, ha llevado la historia más por el terreno del cine de acción. Durante el trayecto, más que enfrentarse a las adversidades del terreno, los protagonistas irán enfrentándose a una guerrilla corrupta, que acaba de dar un golpe de estado en el país y pretende apropiarse de la carga de los camiones.

Una cinta de acción al uso

Mientras Clouzot y Friedkin buscaban con sus películas la excelencia cinematográfica, Leclercq se conforma con ofrecer una cinta de acción al uso, de escaso presupuesto y con un conjunto de actores de aspecto rudo, pero muy limitado perfil dramático. Todas las interpretaciones de la cinta son espantosamente malas.

La puesta en escena de Leclercq torpe y sin ningún tipo de personalidad. Se trata de una película a la que intentan salvar en postproducción, con un montaje rápido, de película de Jason Statham de perfil muy bajo, y una música electrónica machacona e inoperante del veterano compositor Eric Serra; pero ni siquiera como cinta de acción al uso ofrece ningún tipo de mérito.

El resultado es una cinta pésima, cuyos responsables deberían estar penados por ley por una ofensa tan atroz a todo un referente cultural nacional.