Ya desde El Hoyo, Galder Gaztelu-Urrutia se posicionó en un cine de corte fantástico, pero también de temática social, con el que denunciaba las graves diferencias económicas entre clases, así como un sistema sustentado en la explotación de los más necesitados en favor de una minoría acomodada, estableciendo un sistema de escalada social no sólo feroz, sino también imposible de cumplir. Con su tercer largometraje, presentado en la pasada edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña – Sitges, el cineasta mantiene esta temática, pero cambiando el foco de la narración. Si en las dos partes de El Hoyo, la mirada estaba en aquellos que buscaban ascender, ahora los protagonistas son la élite económica mundial.

PANDEMIA

En 2020, la pandemia y el confinamiento convirtieron a El Hoyo en la película más vista a nivel internacional de la plataforma Netflix y, al mismo tiempo, ha servido también de inspiración para este tercer largo. Con un McGuffin un tanto inverosímil, un virus que ataca exclusivamente a las personas con el más alto nivel adquisitivo, La Fiebre de los Ricos satiriza la falta de humanidad y principios necesarios para formar parte de esa élite mundial. Mary Elizabeth Winstead se luce en su papel de una joven y ambiciosa abogada, sedienta de poder y dinero, pero que va viendo como la edad empieza a restarle posibilidades de entrar en ese club tan exclusivo. Siguiendo el modelo del cine de catástrofes, la cinta nos presenta a un amplio abanico de personajes, para ir deshaciéndose poco a poco de ellos, víctimas del virus.

DE LA SÁTIRA AL DRAMA

Gaztelu-Urrutia divide su película en dos bloques principales. El primero tiene ese tono de comedia mordaz, vitriólica, totalmente despiadado con las víctimas de la trama. Abunda en la primera mitad el humor negro, la irreverencia social, a medida que la ambición económica se las tiene que ver con el instinto de supervivencia. Si la presentación inicial de los personajes ya les dibujaba de manera tan despreciable, las medidas absolutamente depravadas y egoístas con las que los personajes intentan aferrarse a la supervivencia no sólo entran en lo ignominioso, sino en un patetismo que convierte a los protagonistas en seres esperpénticos.

Sin embargo, superada la mitad del metraje, la trama da un giro en cuanto a la trama y el tono. Una vez, los protagonistas, en un intento de huir del virus, inician un proceso migratorio a la inversa, es decir, del Primer Mundo al Tercer Mundo, pero refugiándose en los mismos sistemas para eludir la persecución policial, la cinta reduce considerablemente su humor cáustico, temerosa de que se confunda que la comedia va dirigida a los mismos protagonistas que al principio de la cinta eran los Masters del Universo, y que el espectador sobreentienda que el cineasta se está mofando de la migración irregular que está resultando tan trágica en lugares como el Mediterráneo o Canarias.

DECONSTRUYENDO EL STATUS QUO

La Fiebre de los Ricos es una propuesta ambiciosa, muy diferente a nivel de producción con respecto a las dos entregas de El Hoyo también dirigidas por Galder Gaztelu-Urrutia. Sin duda, para el director, esta película supone no sólo la oportunidad de salirse del esquema anterior, sino también demostrar que es capaz de manejar una producción mucho más compleja y costosa. La puesta en escena del cineasta durante la primera mitad es desbordante y espectacular, dejándose llevar por lo bombástico de la propuesta argumental y derrochando fastuosidad. Para la segunda mitad, todo se vuelve más intimista y crudo.

El reparto internacional de la película funciona como un reloj, especialmente una espléndida Mary Elizabeth Winstead, quien equilibra con inteligencia todas las diferentes capas de su personaje, sin caer en la caricatura fácil, sino aportando humanidad incluso en sus momentos más perversos. A esto hay que sumar la brújula moral representada por Rafe Spall, la veteranía de una estupenda Lorraine Bracco y el desbordante carisma de Timothy Spall.

EL FIN DE LA FÁBULA

En el otro lado de la balanza, la división entre los dos bloques de la trama no termina de empastar del todo. La desaparición de toda la frivolidad y la sátira de la primera parte en favor del discurso más duro y solidario de la segunda puede descolocar al espectador y a nivel del conjunto de la película lastra las aspiraciones del cineasta. Aun así, La Fiebre de los Ricos supone una interesante fábula sobre nuestra sociedad actual, realizada con una factura espléndida y con un cuadro de actores ejemplar.

La fiebre de los ricos, de Galder Gaztelu-Urrutia. (c) Filmax
La fiebre de los ricos, de Galder Gaztelu-Urrutia. (c) Filmax