Reportaje: ADAM WEST. El primer y genuino BATMAN

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Si bien mis primeros recuerdos de Superman son gráficos, con Batman se mezclan las fotografías de una enciclopedia con alguna secuencia proyectada en televisión y, claro está, con los cómics. Las mencionadas fotografías aparecían en una enciclopedia de cine coordinada por José Luis Garci, la cual ocupó una estantería en casa de mis abuelos hasta que se mudó a una estantería en mi cuarto. Las escenas provenían de la serie de televisión estrenada en 1966 y los cómics fueron, en su mayoría, los que las editorial Bruguera pretendió publicar, pero mejor se hubiera ahorrado los esfuerzos…

Admito que, al estar relacionadas las fotografías con las secuencias que veía en televisión -las primeras, en color; las segundas, en blanco y negro- mi querencia hacia el personaje estuvo motivada por la televisiva adaptación de los años sesenta más que por el cómic en sí.

En 1979 llegó a las pantallas la película basada en dicha serie, que no dejaba de ser un montaje de varios episodios, pero en pantalla grande. Es por ello que siempre he considerado dicha serie como algo más que una adaptación, en parte por la edad que tenía cuando la descubrí, y en parte por la osadía de quienes se atrevieron a llenar las pantallas de televisores de coloridas onomatopeyas mientras el dúo dinámico, Batman y Robin, trataban de salvar al mundo del maloso de turno.

Cincuenta años después han sido demasiados los que han pontificado sobre una serie que, sin perder el anclaje con el momento histórico-social en el que nació, fue capaz de ir un paso más allá de los seriales cinematográficos de antaño y mostrarnos la validez de una historia gráfica trasplantada a otro medio. Cierto es que los diálogos son irrisorios en muchos casos y que, como suele pasar en este tipo de historias, los villanos brillan mucho más que los héroes, pero tampoco hay que olvidar que los malos fueron interpretados por actores de la talla de César Romero, Burgess Meredith, Vincent Price, Frank Gorshin o Julie Newmar.

Dicho todo esto, la serie no sería recordada de no ser por el trabajo de Burt Ward, Robin, y Adam West, Batman, quienes durante 120 episodios encarnaron la creación de Bob Kane y Bill Finger de una forma tan perenne que, hoy en día, resulta del todo posible pensar en el personaje gráfico sin la aportación de estos dos actores.

En el caso del segundo, fallecido el nueve de junio del presente año, su larga carrera terminó por estar condicionada por el cruzado de Gotham City, aunque su personaje estaba lejos de ser un vigilante atormentado por la muerte de sus padres, sumido en la más oscura de las existencias. El Batman que representó Adam West todavía no había perdido el sentido del humor, ni la capacidad de sorpresa, conducía un coche muy chulo y era inmune al desaliento ante el constante acoso de El Joker, El Pingüino, El Acertijo, o la perversa mujer gato (Catwoman).

Con el paso de los años la serie ocupa un merecidísimo lugar de honor en el panteón de la cultura popular contemporánea y Adam West terminó por ser un icono que, tal y como se vio en la serie The Big Bang Theory, tampoco se tomaba demasiado en serio a si mismo. Quizás por ese peculiar sentido del humor la serie televisiva de Batman ha soportado tan bien el paso del tiempo, porque, al revés que otras producciones mucho más serias e igualmente válidas, no pretendía encontrar el sentido de la vida ni nada por el estilo, sino simplemente entretener y, de paso, darnos la posibilidad a los niños que la vimos de una u otra forma de conocer al personaje gráfico y su universo.

Dado que, ahora, sí se puede encontrar la serie de televisión íntegra a un precio bastante razonable, les recomiendo que la vuelvan a ver y disfrutar con las psicodélicas aventuras de Batman y Robin, siempre a punto de morir, pero salvándose en el último momento como marcan las reglas de los buenos seriales.

© Eduardo Serradilla Sanchis, 2017
Batman es una creación de Bob Kane y Bill Finger