Paul W. S. Anderson es un cineasta que ha dedicado su carrera a rodar sus propios videojuegos, sean o no adaptaciones de estos. Su segundo largometraje ya fue una adaptación de Mortal Kombat; gran parte de su carrera (de 2002 a 2016) estuvo enfocada a la saga Resident Evil, productor de todas ellas y director de 4 de las 6 entregas; y su anterior trabajo cinematográfico fue una adaptación de Monster Hunter.
Aunque recogía dos criaturas y dos franquicias cinematográficas, Aliens vs Depredador también partía de un referente jugable. Death Race: La Carrera de la Muerte, Los Tres Mosqueteros, incluso su Titanic particular, Pompeya, cuentan con una narrativa muy cercana a los videojuegos.
Basada en el relato de George R. R. Martin
Al final, Anderson ha generado un sello propio, híbrido entre la gramática del cine y la de los videojuegos, con mucha referencia cinéfila, y una puesta en escena y un montaje más cercano al mundo de las consolas. Tierras Perdidas se presenta como una adaptación de un relato de 1982 de George R. R. Martin, en el que conviven mundos postapocalípticos, brujas, hombres lobos, cruzados religiosos, y personajes salidos de un western de Sergio Leone.
El resultado es un pastiche sobrecargado de imágenes creadas por ordenador y con una narrativa desmedida, que, para bien y para mal, tiene más de Anderson que de Martin.
Desde 2002, Anderson tiene una aliada en su cine, no sólo una musa, sino una compañera cómplice en el tipo de cine que él quiere construir y que, de la mano del cineasta, se ha convertido en la actriz de cine de acción por excelencia del siglo XXI.
Protagonizada por Milla Jovovich y Dave Bautista
Milla Jovovich ha prestado su cuerpo a todo tipo de secuencias de acción donde emplea artes marciales, luchas cuerpo a cuerpo, manejo de armas blancas y de fuego. Con Tierras Perdidas, incorpora también la magia al registro de habilidades, una especie de mercenaria con habilidades sobrehumanas, que no desprecia ningún trabajo y que se enfrenta al fanatismo religioso.
Dave Bautista rodó esta película entre las dos entregas de Dune de Denis Villeneuve, antes de desprenderse de su físico hipermusculado de sus días de profesional de la lucha libre. Aquí interpreta a un cazador con una estética propia de los westerns de Sergio Leone, un asesino sin compasión, pero con código de honor. El físico pétreo de Batista se convierte también en un lienzo para esa representación de los héroes del cine de Paul W. S. Anderson.

Una historia de acción y aventura fantástica
Al contrario que en su anterior película, Monster Hunter, donde el uso de CGI estaba limitado a la creación de las criaturas e insertarlas en un espacio real (el Spitzkoppe en Namibia), en Tierras Perdidas Anderson aprovecha la excusa de ese futuro postapocalíptico y de la presentación del espacio misterioso y amenazador que da título a la película, para generar todo un mundo infográfico, en el que confluyen El Señor de los Anillos, Mad Max, el Western, Matrix, y muchos otros referentes fantásticos. La película no sólo se desarrolla prácticamente toda en espacios digitales, sino que tiene más personajes infográficos que de carne y hueso. Esto permite a Anderson una capacidad pictórica a la hora de desplegar todo un diseño artístico liberado de cualquier hándicap físico.
Como sus anteriores películas, la cinta es estética pura. Cada plano está diseñado para resultar sugestivo a la mirada del espectador. Cada componente está meticulosamente colocado en el plano. Los actores más que interpretar sus papeles, posan para la cámara. No esperemos aquí personajes complejos o tridimensionales. Todos los personajes, como la propia trama, se construyen desde el cliché, y la intención del director es bombardear al público con una avalancha incesante de estímulos, saturando la sinapsis del espectador.
Dentro de esa búsqueda del énfasis definitivo, todo en la puesta en escena de Anderson, su planificación, la fotografía, el montaje, la música, busca que cada escena esté siempre por encima del límite. Una escena de acción sucede a otra, cada cual con sus propias características, pero sin rebajar el nivel de intensidad. Es cierto que el ritmo no es frenético. Al fin y al cabo, eso es contraproducente para la épica. Sin embargo, Anderson no da respiro al espectador.
Todo esto tiene su lado negativo. Aquellos que vayan al cine buscando una buena historia, buenas interpretaciones, se han equivocado de sala. Todo en la película es artificioso y plano. Los diálogos son estereotipados, las situaciones absurdas, el desarrollo del guion carece de una organicidad. Todo es una sucesión de epatantes momentos de acción tan desmesurados, que tampoco hay sensación de crescendo narrativo, lo que puede saturar al espectador.
«Cada deseo que se concede tiene consecuencias inimaginables»
Tierras Perdidas se vuelve así el epítome del cine de Anderson, donde no existen el bien o el mal, sino todo, guste o no, es sello artístico y personal del cineasta. Personalmente, seguimos prefiriendo al Anderson de sus inicios, el de Horizonte Final o Soldier, pero no podemos negar que es un artista que se ha refinado hasta convertirse en el tipo de director que él quiere ser y que sus películas responden a su mirada particular. Otra cosa es que compartamos esa misma mirada, o que consideremos eso cine…