Fecha de estreno en Korea del Sur: 13 de mayo de 2010
Género: Drama | Terror
País: Korea del Sur
Año: 2010
Duración: 106 mins

Dirección – Sang-soo Im Guión – Sang-soo ImProducción – Jason Chae Fotografía -Lee Hyung-deok Montaje – Eun Soo Lee Música – Hong-jip Kim

Reparto: Do-yeon Jeon (Eun-yi Li), Jung-Jae Lee (Hoon Goh), Seo Woo (Hae-ra), Yeo-Jong Yun (Byung-sik), Seo-Hyeon Ahn (Nami )

Resulta curioso comprobar cómo el ser humano ha volcado buena parte de su imaginación en crear toda una pléyade de monstruos de todo tipo y condición con los que llenar sus pesadillas diarias. Visto desde fuera, uno pudiera tener la sensación de que nuestro mundo es un lugar idílico, paradisíaco, en el que nunca sucede nada, cuando la realidad es bien distinta.

El ser humano y la insensatez de la que hace gala -a poco que se raspa la pátina de civilización que nos rodea- deja pequeña a cualquiera de las pesadillas protagonizadas por vampiros, hombres-lobo o muertos vivientes.

Y es precisamente de esa materia prima, aquella formada por la tiranía, la crueldad y el sadismo que domina las actuaciones de las personas, sobre todo de aquellas que disponen de una alta posición social, de la que se nutre la película del director coreano Im Sang- soo, The Housemaid (Hanyo) estrenada en el pasado festival de cine de Sitges.

The Housemaid, primero que nada, es el remake de una de las más famosas películas coreanas de todos los tiempos, dirigida en 1960 por Kim Ki-young. Sin embargo, la versión de Im Sang- soo se distancia de su antecesora a la hora de plantear el desenlace escogido por la niñera protagonista. Además, los miedos y las miserias actuales han llegado a un nivel de surrealismo, impensable en los años sesenta, sobre todo si pensamos en el abismo que existe entre quienes tienen y quienes no.

Eun-yi (Jeon Do-yeon) es una voluntariosa y un tanto inocente joven que acepta la oferta para trabajar como niñera en la casa de Goh Hoon, (Lee Jung-jae) un riquísimo hombre de negocios.

Su trabajo, además de cuidar de sus futuros hijos cuando éstos nazcan, también estará relacionado con satisfacer los caprichos de su esposa Hae-ra (Seo Woo) y las necesidades de su pequeña hija Nami (Ahn Seo-hyeon), el único miembro de la familia con quien Eun-yi encontrará algo de calor humano.

El trabajo, compartido con la cascarrabias de Byung-sik (Yun Yeo-Jong) rozará la esclavitud, dada la total insensatez de la mujer y los maniáticos requerimientos del marido. Sin embargo, para Eun-yi, vivir en aquella y opresiva mansión –el mayor decorado construido en la historia del cine coreano- se tornará en una especie de castillo de ensueño, castillo que, como solía ser habitual, también tenía sus mazmorras, llenas de sombras y oscuridad.

Una oscuridad que se irá adueñando de su situación, desde el mismo momento en el que el marido busque en Eun-yi el desahogo carnal que no encuentra en su embarazada esposa. En un principio la esposa tolerará los deslices de su marido, conocedora de su situación. Lo malo es que cuando las cosas pueden ir a peor, seguro que lo harán.

La consecuencia directa de tal comportamiento será el embarazo de la joven, un estado que pondrá en peligro la situación de la esposa y señora de la casa, Hae-ra. En ese instante es cuando aparecerá en escena la madre de Hae-ra, Mi-hee, una mujer dispuesta a cualquier cosa con tal de salvaguardar el estatus social de su hija, y que cuenta con la información facilitada, desde dentro y con pelos y señales por Byung-sik

Con ella en el tablero de juego, Eun-yi sufrirá un aparatoso accidente casero y, tras recuperarse, la joven sufrirá un aborto inducido por los temerarios manejos de Mi-hee. Todo aquello no pasará inadvertido para Goh Hoon, el cual reprimirá a su suegra, pero le permitirá quedarse bajo su techo, a pesar de su delictivo comportamiento.

Tampoco dichos comportamiento pasarán inadvertidos para Byung-sik, pero ésta detesta a los habitantes de la casa tanto como los necesita.

Al final, por la acción de unos y otros, el frágil espíritu de Eun-yi se quebrará, optando por poner fin  a su existencia de una forma que los habitantes de la casa nunca podrán olvidar. Éstos, pasado el tiempo, ya no disimularán su podredumbre moral y la degeneración que sufren tras la muerte de Eun-yi. Patético, pero muy clarificador, resulta el cumpleaños feliz entonado por una alcoholizada y esperpéntica Hae-ra, con motivo del cumpleaños de su hija Nami, en medio de un padre, igualmente bebido, y una abuela preocupada por sus nietos recién nacidos. La imagen de la pequeña Nami, dejando atrás a sus progenitores y buscando algo o alguien con quién estar resulta mucho más pavorosa y desoladora que la imagen de una gran ciudad asediada por zombis.

The Housemaid es una película en donde los monstruos son personas de carne y hueso, carentes de toda ética y que juegan con las vidas de los demás, como si se trataran de meras marionetas arrinconadas en un cajón. El dinero, el poder, el ansia por dominar la vida de los demás, gracias a una privilegiada posición social, transformará la casa en la que vive y trabaja Eun-yi en una guarida de depredadores que no dudarán en hincarle los dientes a Eun-yi cuando lo ocasión lo requiera.

Dotada de un ritmo narrativo muy lento, pensado para que no perdamos detalles de los abusos cometidos por quienes luego acabarán con la vida de Eun-yi, somos testigos de la destrucción del espíritu humano en pos de un estatus social, una cuenta bancaria y los caprichos de unas personas sin moral.

Con The Housemaid, ya no hace falta buscar monstruos de pesadillas en las novelas góticas, sino pensar en cuántas personas en el mundo viven una situación similar, o peor en el mundo actual, y nos daremos cuenta de que las peores pesadillas siempre vienen del lado de los humanos, no del de los monstruos.

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