No es fácil ser un icono pop. Cada vez que un personaje alcanza un cierto nivel iconográfico, entrar a manipular sus características es siempre delicado. Y es que, como espectadores, no nos gusta que nos den siempre lo mismo, pero tampoco que nos cambien las señas de identidad de aquellos personajes a los que idolatramos. Ya se llame Mickey Mouse, James Bond, Luke Skywalker, Escarlata O’Hara o Jesucristo, el querer trasgredir los patrones cerrados sobre los que se sustenta su mística sólo puede llevar a dos posiciones opuestas, el fracaso absoluto o la redefinición del paradigma.
Desde que Bob Kane y Bill Finger crearan a Batman en 1939, es indudable que el personaje ha atravesado diferentes metamorfosis y esto ha definido también sus diferentes adaptaciones al cine. En el cómic, una de las más influyentes fue la que llevó a cabo en la década de los 80 el guionista e ilustrador Frank Miller con El Regreso del Señor de la Noche y Batman. Año Uno, desplegando una psicología del personaje que recopilaba lo anterior y le daba una nueva dimensión, más oscura y violenta. En cines, el trabajo de Christopher Nolan con la trilogía de El Caballero Oscuro definió en gran parte la impronta del personaje y toda su mitología de cara a su desarrollo en el siglo XXI.
SOBERBIA
Durante mucho tiempo las adaptaciones de la editorial DC fueron las que marcaron la pauta a la hora de establecer el canon de las adaptaciones del cómic a la gran pantalla, e incluso a la televisión. Mientras los superhéroes de Marvel no salían de producciones de baja ralea, las adaptaciones de Superman y Batman, especialmente las firmadas por Richard Donner y Tim Burton, sirvieron de antecedente de lo que ha acabado eclosionando ya en este siglo XXI, con el cómic como principal activo de los estudios de Hollywood.
Cuando las producciones Marvel iniciaron su escalada, Warner empezó a caer en una deriva de la que aún hoy no ha sabido salir. Al igual que Marvel, tiene películas mejores y peores, pero el nuevo Santo Grial, la construcción de un universo cinematográfico compartido le ha salido rana. A cambio, han sido las películas que han nacido con vocación independiente las que han recogido una mejor recepción crítica y de público.
El Joker de Todd Phillips demostró que una película independiente, sin ínfulas continuatorias, con un concepto bien definido y una apuesta por una lectura adulta y no necesariamente comiquera podría dar el cariz distintivo frente a los entretenimientos para toda la familia de Marvel. Aquí entra Matt Reeves, claramente un director con un perfil adulto dentro de su concepción del fantástico y que, tras afrontar con éxito la revisión de obras de gran calado como Déjame Entrar o El Planeta de los Simios, podía devolver al personaje al territorio construido por Christopher Nolan.
GULA
Reeves canibaliza varios referentes en su redefinición del personaje de Batman. Evidentemente, Nolan es uno. Hay varias escenas que parecen heredadas tanto de Batman Begins como de El Caballero Oscuro, así como el perfil más sucio, realista y oscuro de la cinta. La forma en la que se ha deconstruido al villano, El Acertijo, y la elección de un actor de carácter como Paul Dano, claramente señala al Heath Ledger y su ya mítica interpretación de El Joker. Por otro lado, el personaje de El Pingüino, con esa elaborada caracterización de un irreconocible Colin Farrell y su peso histriónico, nos recuerda más al Nicholson de la versión de 1989 (aunque la huella de otro histrión, el Capone de Robert De Niro en Los Intocables de Elliot Ness, también es meridiana).
Otra referencia confesa y notoria es la de David Fincher, en concreto su película Seven. Esta nueva entrega del Caballero Oscuro nos devuelve al Gran Detective, con una trama que deriva más en lo procedimental, con esa mirada oscura a lo criminal y la caza y captura de un asesino en serie con vocación de Mano de Dios. Tanto de Nolan como de Fincher, la película rescata también las lecturas sobre la identidad del héroe y la corrupción de la sociedad.
AVARICIA
La película también bebe de referentes del mundo del cómic. Obviamente, Frank Miller y su Batman. Año Uno están ahí, así como el tono oscuro y la psicología estriada que el guionista implantó en el personaje; sin embargo, hay otros títulos que tienen su eco en la cinta, como Batman. Ego y, muy especialmente, la saga de El Largo Halloween. Como ya sucediera en Joker, en la película observamos una reformulación de algunos elementos sacrosantos en la mitología de Batman, como, por ejemplo, la filantropía de la familia Wayne. Hay aspectos sobre el pasado del personaje que nunca antes habían sido explorados en el cine y que dan una dimensión psicológica muy distinta a la irrupción de Batman. Aquí no tenemos villanos megalómanos con planes absurdos y desproporcionados; sino un entramado de bajos fondos donde brotan personajes como El Pingüino o Carmine Falcone. El personaje de Falcone nació precisamente en Batman. Año Uno y tuvo un desarrollo especial en El Largo Halloween, adquiriendo así una relevancia creciente en el ranking de enemigos de Batman. En cines lo vimos fugazmente interpretado por Tom Wilkinson en Batman Begins, pero aquí, de la mano de la espléndida labor de John Turturro, consigue mayor entidad. Ésta es una historia de avaricia, de corruptos que se enriquecen a costa de los más débiles y de la venganza desesperada y rabiosa de estos.
IRA
Estamos ante un Batman iniciático, con tan sólo dos años de experiencia como vigilante y en el que impera más el ánimo de venganza que las ansias de justicia. El propio personaje lo confirma en la primera secuencia de acción de la película cuando se define como “la venganza”. Éste no es el Batman maduro y meticuloso que todos conocemos. Se trata de un ser movido por una ira que ha devorado su propia identidad como Bruce Wayne. El actor Robert Pattinson ha creado un personaje que no existe más allá de la máscara. Si bien esa discusión entre cuál es la personalidad dominante en la doble vertiente del personaje, Bruce o El Murciélago, aquí claramente la película se decanta por el justiciero, con escasas escenas del protagonista sin el disfraz y donde la identidad habitual del joven heredero brilla por su ausencia. Batman no es el único personaje dominado por la ira. Esta característica será el punto de conexión con Acertijo y con la nueva Catwoman.
LUJURIA
Por la vida amorosa de Bruce Wayne y de Batman (no siempre coincidente) han pasado muchos personajes femeninos (el debate de Robin lo dejamos para otra ocasión), sin embargo, comics, películas y series han coincidido en que la mayor empatía la ha tenido con el personaje de Selina Kyle, Catwoman. Aquí, los dos personajes conectan por sus infancias traumáticas y su necesidad de venganza. Es en este espejo donde nuestro héroe será capaz de ver su reflejo y reflexionar cuál es el camino que quiere seguir. Entre los dos surge una relación de conveniencia mutua, pero también atracción y un amor incipiente y el valor del personaje de Selina será decisivo para la transformación del héroe.
Desgraciadamente, en nuestra opinión, esto relega el papel femenino a un papel más instrumental que dramático. Es cierto que Zoë Kravitz ofrece en su interpretación un arco de desarrollo, pero su Catwoman no consigue salirse de la losa de interés amoroso y reflejo perverso de las ansias del protagonista.
PEREZA
¿Establece The Batman un nuevo paradigma para el personaje del Señor de la Noche? Personalmente opinamos que no. Su valor referencial, las deudas acumuladas con la sí paradigmática versión de Nolan, la canibalización de Seven, aunque no negamos que sean valores atractivos de la película, sí impiden que podamos decir que estemos aquí ante una reformulación del personaje que modifique la percepción que el público tiene de él a partir de ahora. Peccata minuta para una cinta que, por otro lado, no dudamos que pasará a ser considerada como una de las mejores adaptaciones del personaje a la gran pantalla. No siempre innovación debe ser un condicionante sine qua non para que el resultado de una película sea brillante.
ENVIDIA
En una industria donde cada vez impera más el uso de unos patrones de medida a la hora de construir las películas, manipulando la historia, los personajes y las características visuales y sonoras de la cinta no a valores dramáticos o creativos, sino a los intereses y gustos de determinados sectores demográficos, The Batman es una película que parece navegar a contracorriente.
A penas hay humor en la película; para ser una cinta de superhéroes, la acción está muy concentrada en tres secuencias de alto voltaje, en concreto la presentación inicial, la persecución automovilística y el extenso clímax final; no se trata de una historia perfectamente maniquea, con clara separación entre el bien y el mal, sino que se mueve por un área muy difusa y compleja; no recurre a grandes efectos especiales, los hay, pero la acción se mantiene muy realista, sin el trasfondo fantástico habitual del género; esto no quita que sea una cinta visualmente deslumbrante, capaz de dejar algunos instantes ya grabados a fuego en la memoria del espectador.
En nuestra opinión es una película que viene a sumar, junto con otras como Watchmen, Logan, Joker o el montaje de Zack Snyder de La Liga de la Justicia, en ese espectro de producciones pensadas no tanto para el consumo masivo, sino para un público adulto que, sin renunciar al cine espectáculo, solicita de sus ratos de ocio algo más que un entretenimiento intrascendente.