Superman fue creado en abril de 1938 por Jerry Siegel y Joe Shuster. Con él, en aquel primer número de la revista Action Cómics, nacía la Era del Superhéroe, que ha seguido desarrollándose hasta nuestros días, saltando a diferentes formatos y adaptándose a nuevos tiempos y nuevos públicos. Aquel Superman no volaba, saltaba. No contaba con todos los poderes de los que ha hecho despliegue a lo largo de sus ochenta y siete años de vida. También con el paso de las décadas, los guionistas han ido sumando y quitando habilidades, según requería el cursar de los tiempos o las necesidades de la historia.
En 1941, Superman protagonizó su primera serie de animación. En 1951, adquiría los rasgos de George Reeves para su primera versión audiovisual en imagen real. Christopher Reeve lo volvió a interpretar en 1978. Ambos actores se convirtieron en el rostro de Superman para generaciones de lectores de los cómics, que veían así a su héroe más tangible y real. En los últimos tiempos, el cine y la televisión ha presentado diferentes encarnaciones del superhéroe, siempre intentando actualizarlo a las características de cada etapa de la sociedad, pero también de la industria del entretenimiento.
Primer largometraje de DC Studios que aterriza en la gran pantalla
El estreno de Superman de James Gunn no sólo es una respuesta a la versión mucho más sombría y existencialista de Zack Snyder en El Hombre de Acero, pero a su vez es también un esfuerzo por devolver al personaje al público infantil y juvenil, que durante décadas fue su principal consumidor. Hoy, muchos de aquellos fans son adultos y ha trascendido un cierto sentimiento de la propiedad. Lo cual, no sólo es injusto, sino también contrario a los valores del superhéroe.
Quien esto escribe pertenece a una de esas generaciones que nació, creció y se desarrolló bajo el paraguas de Superman, no sólo por el impacto de la cinta de Richard Donner, sino también coincidiendo con una etapa más madura de los cómics que arrancó a finales de los 60, principios de los 70, la evolución del personaje se sincronizó con el proceso vital de maduración de aquellos que nacimos en esa época. Sin embargo, esta búsqueda de la madurez y de historias más complejas y personajes más adultos fue generando también una versión distorsionada del personaje, incluso variantes alternativas desde otras publicaciones que han querido de manera irreverente presentar un equivalente especular, como es el caso de Omni Man (Invencible) o Homelander (The Boys). En este tiempo, ¿qué pasaba con el relevo generacional? ¿Dónde estaba el Superman optimista, luminoso e ingenuo que debía ilustrar el sentido de aventura de las nuevas generaciones?
Patrón Marvel
Es cierto, Gunn busca aplicar aquí el patrón Marvel (del que él también fue parte con la trilogía de Guardianes de la Galaxia), pero, en nuestra opinión, su propósito guarda también la intención de cumplir con el legado generacional, uniendo pasado y futuro. Del pasado toma el tono naïf y absurdo de los cómics de la década de los 40, 50 y 60; del futuro coge una psicología de los personajes y unas necesidades existencialistas, que pasan por una mayor concienciación por la diversidad, la igualdad, y aspectos como el medioambiental, los conflictos bélicos y la corrupción gubernamental.
Los personajes de la película de Gunn son planos, unidimensionales, de chascarrillo fácil y caricaturescos. No hay en las intenciones de Luthor nada que vaya más allá del clásico “Yo odio a Superman”. El propio Superman es más lerdo (tardo y torpe) de lo habitual (lo que nos recuerda a la teoría de Quentin Tarantino expresada en Kill Bill, Vol. 2).
Ese tono ya existía en el cómic, incluso en algunas versiones animadas, sí, pero en la pantalla puede resultar demasiado ridículo para un espectador adulto. La puesta en escena de Gunn nos ha parecido muy plana, el guion muy tonto, los personajes muy ridículos, los efectos especiales muy simples, el diseño artístico muy retro. Todo pensado para facilitar el acceso de los más pequeños, pero que supone un hándicap para el espectador más adulto, especialmente aquel que viene de la versión de Snyder. El Superman de Gunn queda lejos del clasicismo de Donner, y también del desencantado espíritu de El Hombre de Acero.
El superhéroe original aterriza en el recién imaginado universo DC
El cineasta busca darle un empaque de cómic clásico, devolviendo el color, la luz, el humor y un tono juguetón y lúdico infantil, plagándolo todo de elementos dirigidos a los espectadores más jóvenes, como los robots, las criaturas gigantes y, por supuesto, el perro. Krypto no es una novedad, pero quizás es el elemento que más representa los objetivos de Gunn y las fricciones con aquellos que prefieren otra visión de Superman.
Conocido, sobre todo al principio de su carrera, por su tono irreverente y delirante, Gunn parece haber decidido dar aquí una bofetada al espectador en sentido contrario, con una representación del Hombre de Acero que rehúye de aquello piden los fans más veteranos.
Le podemos poner muchas pegas al Superman de James Gunn, algunas las hemos mencionado más arriba; sin embargo, no es menos cierto que esas reticencias son producto de querer recuperar a “nuestro” Superman, y no lo es.
Para algunos, su Superman cinematográfico llegó en 1978; para otros, en 2013. Éste pertenece a otra generación y, más importante aún, se convierte en la puerta de entrada para jóvenes espectadores que a lo mejor están conociendo al kriptoniano por primera vez. Y aunque esta película no haya conectado con nosotros, nos parece bien que represente a una nueva generación.