Con esta última aventura, la franquicia cinematográfica de Misión Imposible alcanza su sexta entrega y lo hace sin ápice de agotamiento, más bien lo contrario, manteniendo las constantes y subiendo el listón en cuanto a espectacularidad y acción trepidante. Es cierto que hay elementos argumentales que ya redundan, como la enésima trama donde de nuevo Ethan Hunt y su equipo son revocados y tienen que resolver la misión al margen del gobierno, sin embargo, hay elementos con los que, entrega tras entrega, se ha ido afinando más y mejor, como por ejemplo, un mayor protagonismo por parte del resto del equipo.

Tom Cruise sigue manteniendo la voz cantante y se encarga de ejecutar la mayor parte de las escenas de acción, pero ya no es el héroe absoluto como sí sucediera en las dos primeras entregas de la saga. Con esta sexta parte se abandona también el carácter episódico de cada aventura y se incorpora un argumento que continúa la acción allí donde la dejó la película anterior.

Misión Imposible: Fallout es la cinta de mayor metraje de la saga, pero sus casi 30 minutos de más no pesan en absoluto en el ritmo de la película o en el ánimo del espectador.

El realizador y guionista Christopher McQuarrie (el primero en repetir en la franquicia y colaborador de Cruise en otros proyectos como Valkiria, Jack Reacher o Al Filo del Mañana) vuelve a defender su labor con una elegancia y exquisitez estética envidiable.

Toda la cinta está rodada de manera pulcra y cristalina, abogando por los planos generales, sin abusar de trucos de montaje, sino llevando toda la acción posible al set y sacando máximo partido a todas las localizaciones.

A fecha de hoy, el mejor blockbuster veraniego de este 2018.