Resulta llamativa la evolución y la popularización de la que ha gozado el género Z en los últimos tiempos, y cuando hablamos de últimos tiempos no nos referimos a los últimos meses o años, sino que podemos retrotraernos ya dos décadas, hasta el estreno de 28 Días Después en 2002. Entre 2002 y 2004 se fraguó un renacer de la figura del zombi en nuestra cultura que no ha hecho más que crecer y evolucionar desde entonces. Si con Romero el zombi era un elemento disruptor dentro de la trama que obligaba a los personajes a reflexionar sobre el status quo de la sociedad, en la actualidad su valor se ha multiplicado, formando un abanico de posibilidades que seguramente el director de La Noche de los Muertos Vivientes nunca llegó a prever.
Ante la moda de series como The Walking Dead o películas como Train to Busan, con variantes como los zombis corredores o el concepto de “infectado” frente al de “muerto viviente”, los caminantes han pasado a convertirse en un fenómeno pop. Es cierto que la naturaleza del zombi, por lo general, no da para un desarrollo dramático muy exhaustivo, quedando siempre como un elemento latente frente a la trama principal de los personajes protagonistas, pero, su popularidad, así como el avance de los efectos especiales, han permitido que su participación de la acción pueda ser mayor.
Una de las vías a la hora de hacer evolucionar el concepto de Apocalipsis Z, ha sido insertándola dentro de otro tipo de trama, de estructura también bien fijada y reconocible por el público, ya sea una comedia obrera británica (Zombies Party), una historia de Jane Austen (Orgullo, Prejuicio y Zombis), el found footage ([REC]), el musical juvenil (Ana y el Apocalipsis) o, como en el caso de Malnazidos, un periodo histórico como la última etapa de la Guerra Civil Española.
DÍA DE DIFUNTOS
El origen de la película lo encontramos en la novela de Manuel Martín Noche de Difuntos del 38, publicada en 2011. Con una extensión de unas 240 páginas, un argumento bien condesando, un ritmo brioso, personajes estereotipados, pero bien definidos, buenos diálogos y acción bien narrada, la novela destaca por ser un producto entretenido, bien ejecutado y que mantiene al lector en vilo, empatizando con los personajes y atraído por el desarrollo de la trama. Nadie definiría la obra como alta literatura, pero, como producto de consumo, resulta honesto y altamente disfrutable.
La combinación de un contexto histórico, en el que, a través del estado anímico de los personajes y la atmósfera creada, se aprecia la cercanía del fin de la guerra y la derrota del bando republicano, así como la referencia a cuestiones históricas como la batalla del valle del Ebro que tuvo lugar entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938 ayuda a situar históricamente la acción (como indica el título original de la novela, la acción se desarrolla en torno al 31 de octubre de 1938, Día de Difuntos en la tradición española).
Esto no quiere decir que estemos ante una novela histórica, ni mucho menos. Es cierto que bebe del género bélico y que se apoya en el contexto histórico, pero estamos ante una obra de género fantástico pura y dura y los referentes sobre los que Manuel Martín construye la historia son prioritariamente de género, con el cine de John Carpenter a la cabeza.

ESPERPENTO PULP
Si bien la narración de Manuel Martín es tremendamente cinematográfica, el salto de la novela al cine no ha sido sencillo y es que, en este país, sigue estando mal visto eso de hacer cine de género puro sin tener un respaldo que justifique alguna lectura social. Los guionistas Jaime Marqués y Cristian Conti y los directores Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro no han querido hacer una adaptación fidedigna de la novela, aunque se respete con bastante lealtad la trama, pero cambiando bastante el tono, algunos acontecimientos y el perfil de algunos personajes.
Si bien la novela contenía bastantes elementos de humor, en ningún momento podemos hablar de ella como una comedia, mientras que la película se adentra en un tono esperpéntico, cercano al cine de Álex de la Iglesia, en cuanto a saber equilibrar los aspectos fantásticos con una mirada grotesca y paródica. Libro y película son autoconscientes de ser divertimientos sin más trascendencia que hacer pasar a su público un rato entretenido, pero la adaptación cinematográfica afila aún más el tono pulp y comiquero.
Como en la novela, el mayor activo de la película radica en sus personajes, tanto en la construcción de los mismos como en el estupendo reparto reunido, desde un carismático Miki Esparbé, una excepcionalmente ruda Aura Garrido y un robaescenas Luis Callejo hasta lo variopinto de los secundarios, algunos creados para la película, como Sor Flor, pero perfectamente integrados en la trama. Al tener un amplio abanico de personajes, estos están construidos a partir de pequeños esbozos y la caracterización, usando el cliché en favor de la película y dando pie a mucha parodia en cuanto al enfrentamiento ideológico de los dos bandos.
Aunque se trata de una producción modesta y la inversión en aspectos como efectos especiales o maquillaje se aprecia modesta, el resultado funciona en pantalla, tanto a nivel estético, como con la buena distribución a lo largo del metraje para que la cinta no resulte morosa en ningún aspecto. Aquí juega también un papel importante la partitura original de Javier Rodero, que ayuda a contextualizar a la perfección la historia, el tono de la narración y perfil cinéfilo al que han recurrido Javier Ruiz Caldera y Alberto de Toro. Como guinda, un tema de John Carpenter compuesto en 1998 para la película Vampiros termina de redondear el tono de la cinta y su clara referencialidad a la filmografía de este cineasta.
NEGACIONISMO
Presentada en el Festival de Sitges de 2020, el retraso del estreno de la película por la pandemia seguramente no ha favorecido en nada a la producción, sin embargo, no podemos negar que esta España post-Covid y en nuestra realidad negacionista y de confrontaciones ideológicas el discurso desenfadado y ácido de Malnazidos puede contar con una carga de profundidad adicional.
En cualquier caso, se trata de una película que no necesita de lecturas más allá de lo que presenta a primera vista y que cumple sobradamente con sus aspiraciones de ofrecer al espectador un producto lúdico, bien empaquetado y con el que pueda salir de la sala satisfecho de llevarse consigo ni más, ni menos de los que fue a buscar.