El regreso de Sam Mendes a la dirección tras el espectacular éxito de Skyfall presentaba un plantel francamente ambicioso. Spectre debía ser una nueva película Bond que rizara el rizo sobre lo ya conseguido tras el reboot en 2006 con Casino Royale, siguiendo por la senda más intimista e introspectiva iniciada por el cineasta, enlazando las pequeñas pistas dejadas en las tres entregas anteriores, rindiendo homenaje al legado del personaje, y además de todo eso, funcionando como película independiente. Quizás demasiado incluso para un director tan hábil como Sam Mendes.

Como película Bond, Spectre cumple con todos los requisitos. Desde su arranque nos ofrece espectaculares escenas de acción, magníficamente visualizadas por Mendes y, especialmente, esa segunda unidad dirigida por Alexandre Witt. Se nota que los responsables han escuchado las críticas recibidas por Skyfall y han querido aumentar la cantidad e intensidad de la acción. Mendes por su parte, se esmera en presentar una puesta en escena minuciosa, sobria y elegante, buscando siempre que la acción venga marcada por los personajes y no al revés. Desgraciadamente, este propósito se ve en parte malogrado por un guion que no consigue desarrollar adecuadamente algunos de los elementos de la historia más cercanos a la sensibilidad de Mendes.

Desarrollo de personajes

Hay ciertas irregularidades en el desarrollo de los personajes y estas encuentran su punto más delicado e importante en esa conexión entre Bond y el villano, Franz Oberhauser, que resulta precipitada y carente del peso dramático necesario, algo que la interpretación de Christoph Waltz, excesivamente histriónica frente al tono sobrio de la narración, no ayuda a solventar.

Con dos precedentes como Casino Royale y Skyfall, “Spectre” tenía el listón bastante alto y, pese a sus ambiciones y bondades, se queda corta a la hora de cumplir con las expectativas. Afortunadamente, tampoco resulta tan desastrosa y olvidable como Quantum of Solace.

Esta vigésimocuarta aventura de James Bond se distingue por su elegancia y espectacularidad, una extraordinaria labor de producción y un notorio casting, lo que se salda con una excelente incorporación a la saga, aunque no a la altura del cierre de ciclo que se le demandaba.