Entre 2004 y 2010, la franquicia Saw se convirtió en una de las más lucrativas, estableciendo un modelo a seguir y explotar posteriormente, renovando el género del slasher. Fue la época del llamado torture porn, donde el tono de las secuencias gore, tremendamente sádicas, explícitas y dolorosas, se convertía en el elemento fundamental de la película, por encima de tramas y personajes.

El salto entre la primera entrega dirigida por James Wan y la segunda, a cargo de Darren Lynn Bousman, fue también sintomático. Mientras que en la primera la trama de investigación y el conflicto entre los dos personajes atrapados en una habitación marcaba una línea más de tensión y suspense; en la segunda ya estos elementos pasaron a un segundo plano en favor de las elaboradas secuencias de torturas.

Película tras película, la búsqueda de nuevos métodos de martirio, grotescas e imaginativas, se convirtió en el principal atractivo para atraer al público a la sala, hasta que la fórmula acabó saturándose por sobreexplotación, perdiendo también crudeza por el camino.

Cerrada oficialmente en 2010 con la séptima entrega, hubo un intento de reflotar la franquicia en 2017, pero perdiendo la originalidad y el impacto visual que lanzó a la fama a la saga.

SPIRAL: SAW, spin-off tras la octava entrega de la saga Saw

Cuando el humorista Chris Rock anunció que tenía una idea que podía reformular la serie, todo parecía indicar que Saw podía volver a reclamar su puesto como título estrella para las fechas de Halloween.

La entrada de Rock dio pie a la incorporación de otros actores que hasta entonces estaban fuera de la liga de la franquicia, como Samuel L. Jackson o Max Minghella. A esto se sumaba el regreso de Darren Lynn Bousman al universo de Puzzle.

Spiral: Saw pretende recuperar el tono de investigación de la primera, devolver a los personajes y a la trama el papel protagonista, pero manteniendo la truculencia ganada a partir de la segunda entrega. Se mantienen aspectos identitarios de la serie, como los flashbacks explicativos, el juego con la fotografía saturada, incluso la música de Charlie Clouser (cuyo tema “Hello, Zepp” ha pasado a ser una de las composiciones más representativas del género de terror del siglo XXI).

Desgraciadamente, las buenas intenciones caen en saco roto. Lo absurdo de la trama, lo inverosímil de los personajes y el afán de notoriedad que adopta Chris Rock lastran toda la película. Dispuesto a demostrar que puede ser también un actor dramático, Rock sobrecarga de intensidad a su personaje, que se pasa la película enfadado, gritando y con los ojos entrecerrados y los labios fruncidos al estilo Clint Eastwood.

Con más naturalidad y discreción, Max Minghella acaba llevándose el gato al agua, sin que tampoco su personaje sea ningún prodigio interpretativo. Las secuencias de tortura recuperan la crueldad de lo mejor de la serie y resultan morbosas y desagradables, pero, a pesar de eso, ya llueven sobre mojado y carecen de la conmoción que tuvieran en las primeras entregas de la saga.

Al final, Spiral: Saw no es ni tan original como pretende, ni devuelve prestigio a la franquicia, ni abre nuevos caminos por los que desarrollar la historia, quedándose en un término medio dentro del ranking de la saga.