Estamos acostumbrados a que, si no todo, sí al menos una inmensa mayoría del cine que consumimos sea puramente narrativo. Ello implica una serie de estructuras y un tono muy determinado, donde todo, incluso las obras de contenido puramente fantástico, deben mantener una coherencia y una cohesión narrativa. La alegoría se convierte, por lo tanto, en un recurso poco comprendido en el discurso cinematográfico, y muy especialmente en el cine de distribución generalista. Casos como El Año Pasado en Marienbad, 2001. Una Odisea del Espacio, Mulholland Drive, Madre o, recientemente, Titane han erigido parte del culto que se ha generado entorno a ellas precisamente por la dificultad que supone no tener algo tangible, inequívoco, en las manos acerca de su significado.

CANTOS DE SIRENA

En su trayectoria anterior, tanto como novelista como guionista y director, Alex Garland había empleado los recursos del cine de género (principalmente, el terror y la ciencia ficción) para establecer discursos de fuerte calado social. En la mayor parte de ellas, fueran historias originales o adaptaciones de otros escritores, la trama, los personajes, los diálogos partían de un hondo enfoque intelectual (tal vez Dredd sea la excepción a esta afirmación).

Por lo general, podemos decir que, en su obra, Garland siempre ha construido sus relatos a partir de una reflexión social y existencialista. En todas ellas, el cineasta siempre se mantuvo afín a los parámetros de un discurso narrativo, con algún ligero devaneo fuera de estas estructuras, pero siempre manteniendo esa coherencia y cohesión que mencionábamos antes.

Con su último trabajo, Men, se ha desprendido de estas restricciones y ha desarrollado una película de fuerte carácter alegórico, con un trasfondo mítico y religioso, pero sin abandonar la reflexión social.

No es de extrañar que detrás de Men se encuentre A24, productora que en los últimos años se ha caracterizado por revolucionar el género fantástico dando voz a toda una nueva generación de cineastas que, desde los márgenes del cine independiente, han elaborado un nuevo cine de terror de fuerte calado intelectual y estético bautizado como “Terror Elevado”. Men supone el regreso de Garland a esta productora después de que respaldaran en 2015 su opera prima, Ex Machina.

TERROR EXISTENCIALISTA

Podemos entender Men como una mirada aterradora a la sociedad moderna post-#Metoo, donde se denuncian los abusos históricos hacia las mujeres por parte de las estructuras del patriarcado, especialmente en lo que se refiere a violencia física y sexual. Esta claro que la propuesta de Garland busca retratar muchas de las situaciones denunciadas donde una figura masculina impone, ya sea con violencia física o verbal, su concepción de la realidad a la mujer.

El cine de Garland ha sido prolífico en cuanto a la presentación de personajes femeninos fuertes, independientes, y la Harper espléndidamente interpretada aquí por la cada vez más interesante Jessie Buckley no es una excepción. El que, salvo el James de Paapa Essiedu, todos los personajes masculinos estén interpretados por un histriónico y fabuloso Rory Kinnear, podría reforzar más esa lectura actual de la trama; sin embargo, el interés de la película de Garland no reside en esta propuesta más o menos oportunista y es, a nuestro entender, su apuesta por la alegoría lo que aleja esta cinta de otros títulos recientes que han intentado abordar el mismo tema.

Men, de Alex Garland.
Men, de Alex Garland.

LA SERPIENTE

La película se desarrolla en un espacio aislado en la campiña británica, un supuesto pequeño pueblo rural rodeado por un bosque y donde la protagonista se aísla en una elegante casa de campo. Sin embargo, la fisicidad del espacio y los personajes se va diluyendo a medida que avanza el metraje y todo parece ir perfilándose más en el espacio interior de la propia protagonista, quien debe debatirse entre sus sentimientos de culpa por la muerte de su pareja y toda una estructura social establecida para minar la identidad de la mujer.

Con la historia bíblica de Adán y Eva como principal referente, pero enriqueciendo la trama con otras múltiples referencias de la construcción histórica de nuestra civilización (por ejemplo, Leda y el Cisne, Ulises y las Sirenas), Men nos establece una Eva clara, Harper; pero, a nuestro entender, esa amalgama de figuras masculinas lejos de hacer referencia a Adán, responde más a la figura de La Serpiente, una serpiente que no representa la tentación, sino el mal que anida con forma de violencia y que corrompe al individuo y su vínculo con los demás; un pecado arraigado desde los orígenes de la humanidad y que se sigue heredando de padres a hijos.

EVA DE DESTRUCCIÓN

Si Eva carga con el pecado original y la expulsión del paraíso, Harper carga con la culpa de haber propiciado el suicidio de un hombre infantil, abusivo, chantajista emocional y posesivo. Desde la perspectiva de la protagonista, que sirve de conductora del espectador, todo el entorno que debería ser bucólico y acogedor se transforma en amenazante y destructivo.

Garland construye una película con un creciente tono de tensión y peligro. Entre situaciones más impactantes, como el acoso del hombre verde del bosque, a otras más cotidianas (la sucesión de micromachismos representados por los personajes que interpreta Kinnear), el cineasta busca ponernos en la situación de miedo e indefensión de la protagonista, permitidos y prorrogados por las pautas cívicas en las que nos hemos educado. Es cuando la protagonista busca romper con este legado (ya sea con su relación con James como ante la acumulación de amenazas que encuentra en su retiro en la campiña) cuando la violencia deja de ser insinuada y pasa a ser física.

Jessie Buckley y Paapa Essiedu en Men, de Alex Garland.
Jessie Buckley y Paapa Essiedu en Men, de Alex Garland.

LA MANZANA

Men es una película que demanda una amplia participación por parte del espectador. No se trata de una historia de digestión fácil y, desde luego, la puesta en escena de Garland no pretende facilitar las cosas. Se trata de una película premeditadamente compleja, donde la lectura fácil motivada por el discurso del #Metoo y la cultura de la cancelación implica una mirada superficial a lo que nos propone Alex Garland.

En nuestra opinión, Men es su mejor trabajo hasta la fecha, al que, como único “pero”, le tacharíamos un final un tanto complaciente ante la virulencia de todo su discurso anterior.