En 1989, La Sirenita, adaptación del cuento de Hans Christian Andersen, hizo historia del cine. No sólo abrió nuevos caminos a la animación, sino que sirvió de pistoletazo de salida a toda una nueva era dorada de la Disney. Desde el fallecimiento de Walt Disney en 1966, la compañía había ido adentrándose en una paulatina deriva, intentando redefinir el sello de sus películas. La década de los 80 en concreto había sido testigo del estreno de varias películas con las que la compañía intentaba recuperar su antigua gloria, pero sin éxito. Es verdad que, a día de hoy, muchas de aquellas películas son veneradas como títulos de culto, pero en su momento resultaron sonoros fracasos.

La Sirenita, con su espléndida animación, las extraordinarias canciones de Howard Ashman y Alan Menken, más la partitura de éste último, y una embellecida reformulación del cuento clásico, fue un éxito instantáneo. Uno de los apartados fundamentales fue, precisamente, la música. Ashman y Menken dieron a la cinta un espíritu muy propio de los musicales escénicos que después contagiaría a las películas que llegarían a continuación, como La Bella y La Bestia, Aladdín o El Rey León. En todas ellas se podía apreciar la huella marcada por Ariel.

DE LA ANIMACIÓN A LA IMAGEN REAL

En la última década, Disney ha ido trasladando a imagen real muchos de sus clásicos de animación, y de ésta época ya les había tocado el turno a varios (La Bella y la Bestia, Aladdín, El Rey León, Mulán). Ninguno de estas live action pictures ha podido hasta la fecha medirse con su original en animación. La mayoría ha pecado de ser meras fotocopias, casi plano a plano, de la original, pero sin la magia, ni la maestría de las originales. Es más, dentro de este grupo de películas, por lo general, lo que hemos encontrado ha sido productos mediocres, unos pocos apenas salvables. Esto, evidentemente, nos deja con unas expectativas muy bajas ante las nuevas adaptaciones.

Con La Sirenita los retos no eran menores que con otros títulos clásicos, aunque quizás su valor inaugural de una era de esplendor le dé un valor especial. Este remake básicamente cuenta la misma historia de la película de 1989, con algunas pequeñas variaciones en guion. Hay algunas escenas nuevas, las originales tienen un mayor desarrollo, un par de canciones creadas para la ocasión y algunas de las clásicas con variaciones en música y letra, pero, en esencia, es la misma historia. Afortunadamente, el director, Rob Marshall, evita caer en la fotocopia (aunque sí encontramos el guiño, alguno más logrado que otros, a algunos planos icónicos).

ENTRE MAR Y TIERRA

Donde se aprecia un mayor despliegue es en las escenas submarinas. Toda la primera parte de la película resulta mucho más atractiva y dinámica que las escenas en superficie. La puesta en escena de Marshall viene marcada también por el uso del 3D, que, sin llegar al valor inmersivo de Avatar 2. El Sentido del Agua, juega con la mirada del espectador siguiendo los movimientos de Ariel entre la flora marina.

En el momento en que Ariel se transforma en humana y la acción se traslada a la isla donde vive el Príncipe Eric, la película se vuelve mucho más artificiosa, evidenciando los decorados de inspiración caribeña hasta el punto de recordarnos aquellos experimentos de la propia Disney mezclado animación e imagen real en la década de los 40 y 50 (por momentos, nos parecía que iban a aparecer por allí Los Tres Caballeros). Para el clímax final, la cinta regresa al mar, donde vuelve a recuperar el pulso, para, en el epílogo, devolvernos a la superficie y a una puesta en escena, de nuevo, desganada y pobre.

NUEVOS ROSTROS PARA NUEVOS TIEMPOS

Polémicas aparte, Halle Bailey no sólo nos ha parecido una espléndida Ariel, sino que, en nuestra opinión, es de lo mejor de la película. Con una voz extraordinaria que no tiene nada que envidiar a la Jodi Benson de la cinta original (y eso era un listón muy alto), la actriz tiene todo el encanto, la belleza y la inocencia del personaje. La idea de que Tritón tenga siete hijas y cada hija represente cada uno de los siete mares nos parece una estupenda aportación a la mitología de la película, no sólo como justificación del tan comentado cambio de raza de la sirena protagonista, sino como mero concepto de la naturaleza simbólica de los personajes.

Tanto Javier Bardem como Melissa McCarthy cumplen con su papel con corrección. La película busca desarrollar más el papel del Rey Tritón y darle un mayor bagaje emocional y Bardem lo aporta. Desgraciadamente, volvemos a encontrar las diferencias entre las escenas submarinas y las de superficie. Bardem luce imponente bajo el mar, pero en sus (afortunadamente escasas) escenas fuera del agua queda deslucido y pasan a ser de lo peor de la película. Por su parte, si bien Jonah Hauer-King hace una labor esforzada en su papel de Eric, cumpliendo con nota en el apartado musical y dando porte y atractivo al personaje, su Eric es el personaje más endeble e insulso de la película.

Nos quedan los tres acompañantes de Ariel, aquí en versión infográfica que tienen que vérselas con la imagen icónica de sus referentes en animación: Sebastián, Flounder y Scuttle. No nos ha gustado ninguno. El diseño de los personajes, lejos de resultar atractivo o gracioso, resulta chocante y hasta desagradable. Como sucediera con títulos anteriores, los personajes digitales hiperrealistas son tremendamente inexpresivos. Sebastián parece más una versión de Señor Cangrejo de Bob Esponja que el divertido personaje de la versión de 1989. Flounder es un personaje vacío, totalmente prescindible para el desarrollo de la película y Scuttle resulta molesto e irritante.

NOTAS MUSICALES

Una vez más la música es fundamental para la película. Alan Menken regresa para revisar su trabajo en la película original, acompañado por Lin-Manuel Miranda, quien le ayuda a retocar las canciones originales y juntos componen los nuevos temas de la película. Menken revisa y amplia también su partitura original, enriqueciéndola notablemente. En lo que se refiere a esta última parte, nos parece que el remake consigue mejorar el trabajo de 1989. No podemos decir lo mismo de las canciones. Las canciones originales, con sus retoques, siguen siendo el plato fuerte de la película. Se echa de menos la ausencia de dos canciones (“Daughters of Triton” y “Les Poissons”) y algunos de los temas icónicos (“Kiss the Girl”) quedan lejos de la original.

Aún así las interpretaciones son excelentes y las canciones siguen funcionando de maravilla para la narrativa de la película. Aunque las nuevas canciones tienen una finalidad evidente y necesaria (dar voz a Ariel una vez transformada en humana y, especialmente, dar más margen musical a Halle Bailey), y reconociendo a Lin-Manuel Miranda como uno de los genios del teatro musical del siglo XXI, lo cierto es que las canciones nuevas no llegan al nivel de los temas originales y, alguno, como “The Scuttlebutt”, resulta francamente nefasto y molesto.

A FLOTE

La Sirenita, versión 2023, es una película irregular, con muchos altibajos y con problemas de ritmo que se podrían haber aliviado reduciendo algo el metraje (135 minutos frente a los 83 de la cinta original). Pese a esto, se mantiene como una película entretenida, superando a la mayor parte de las versiones en imagen real realizadas por Disney hasta la fecha. No es una obra maestra como su predecesora, pero sí es un estimable entretenimiento familiar.