Juego de Tronos. Nos han contado un cuento para la eternidad, de los que se contarán de padres a hijos, y sin embargo, no nos hemos dado cuenta, hemos tenido ante nosotros el nuevo Star Wars, el Quijote de la televisión, y lo hemos trivializado entre comentarios y críticas banales de cafetería, no lo hemos visto venir, nadie lo ha visto venir. Más allá de las críticas correctas o aquellas superlativas, de libros y debates sobre la serie, hemos de construirle entre todos un pedestal que eleve a este magnífico producto televisivo al altar del olimpo del entretenimiento, empecemos.

Tardaremos décadas en comprender la profundidad de lo vivido a lo largo de estos nueve años. Porque a través del tiempo es como se forjan los mitos, se respetan las conquistas y se descubren a los farsantes que trataron de menguar o ningunear lo brillante, lo verdaderamente único. Hoy sentimos un vacío narrativo, nos han dejado sin el cuento de “buenas noches”, sin la perplejidad cómplice con la que nos mirábamos al otro día en el trabajo, sólo aquellos y aquellas afortunados que fueron abducidos por los siete reinos. Atrás quedarán pueblos y lugares que rivalizarán con la Tierra Media, de los que sabemos más que de lugares reales de nuestro País. También lenguas que no volveremos a oír, o minerales y monedas que han estado en nuestros bolsillos cuando soñábamos recorrer con John Nieve parajes helados y salvajes. Iniciamos esta digestión con el regusto amargo de abandonar la mejor historia que se ha contado nunca en televisión. Por delante nos quedan largas conversaciones con amigos, posibles secuelas o historias vinculadas a la serie, pero no volveremos a vivir el cuento como cuando lo oímos por primera vez.

Agradecer el trabajo y la valentía de los que defendieron la apuesta, David Benioff y D. B. Weiss creadores de la serie, eso también nos queda. Porque ni el propio George R. R. Martin intuía la trascendencia que sobre su obra daría la serie televisiva. Unos tipos que sabían que el lugar de los cuentos para adultos en televisión estaba vacío de buenas historias.

Si tuviésemos que preguntarnos cuáles fueron las claves del éxito, muchas de ellas nos sonarían, son manejadas por otros creadores que no logran siquiera llegar a crear algo interesante, entonces ¿cómo lo lograron? ¿Por qué ellos sí y otros no?

En primer lugar, ellos en la primera reunión decisiva convencieron a los tipos de la pasta, a esos a los que se les llevan ideas brillantes todos los días, algo que nos puede parecer fácil a posteriori, pero que pocos, poquísimos logran. Y lo lograron porque ellos fueron los primeros convencidos y pudieron trasladar ese convencimiento con efectividad, tarea nada fácil repito.

En segundo lugar, la elección de televisión también fue otro acierto, una cadena privada acostumbrada a apostar por lo nuevo y lo atrevido, la diana perfecta, HBO. En tercer lugar, rompieron con todos los cánones establecidos; sexo, violencia, muertes que alcanzan a todos, giros inesperados, atrevimiento por doquier. Todo esto aderezado con pequeños trucos de viejos cineastas como la combinación de un elenco protagonista novedoso con pequeños papeles interpretados por actores y actrices contrastados, el toque Hitchcock perfecto, véase el efecto Psicosis de la primera temporada.

Y por último y más importante, una narración llena de historias maravillosas. Porque hablar de Juego de Tronos es hablar de decenas de pequeñas historias que apuntalaron al gran cuento de nuestra década, utilizando para ello lo mejor de la fantasía, de las tramas políticas y del medievo europeo, ahí es nada.

Sigo sin saber cómo despedirme de esta serie, no veo la fórmula que pueda sustituirla. Y me digo una y otra vez cómo pudieron hacernos esto, cómo han dejado en mí una huella tan imborrable. Porque cuando mis hijos me pregunten dónde he visto las mejores tramas políticas de la televisión diré que en Juego de Tronos, las mejores batallas de espada, los diálogos más exquisitos, las traiciones más dolorosas, los personajes más recordados, el mejor de los dragones… Todo ello está en Juego de Tronos, pequeñines, y aún no podéis verla.

Mientras pasan los días con mi mirada perdida en el cielo, he valorado muy seriamente contratar a un detective privado que siga a David Benioff y D. B. Weiss (a Martin ya lo tengo localizado) mientras recorren las dependencias de la Disney para hacerse cargo de la saga cinematográfica más importante de la historia, Star Wars. Quiero saber si tendrán libertad creativa, si podrán hacer con el cine lo que hicieron con la televisión. Mientras, leeré toda información que se vaya filtrando del tema, porque aún nos quedan años hasta que nos lleguen los nuevos capítulos de la saga liderados por estos showrunners, benditos sean.