Tiempo atrás, la saga Alien era sinónimo de innovación, de riesgo y de sello de autor. Alien, El Octavo Pasajero y Aliens, El Regreso, fueron dos títulos fundamentales para el género y que fijaron un modelo a seguir por múltiples películas posteriores. Incluso Aliens 3, aunque irregular y fallida mantenía ese impulso por llevar a la franquicia a un nuevo territorio. Ver Alien: Covenant es olvidarse de todo eso.

Prometheus cometía muchos errores, era incongruente, inverosímil y, a excepción del David de Michael Fassbender, sus personajes carecían por completo de carisma o interés; pero dentro del desastre, hay que reconocer su interés por abrir una línea argumental en la serie. La nueva entrega sigue cometiendo los mismos errores, pero prescinde de eso, optando más por un refrito de elementos anteriores con la esperanza de agradar al espectador.

Obviamente, a nivel técnico Alien: Covenant es impoluta, si acaso podríamos achacarle un exceso de efectos digitales, pero a día de hoy qué superproducción no lo sufre.

El ritmo es correcto y el resto de la factura, en general, cumple con nota, pero ¿de qué sirve todo eso cuando no hay nada que contar? El argumento va dando bandazos sin tino y no hay atisbo ninguno de construcción de personajes.

Una vez más, interpretativamente, Fassbender se vuelve un oasis en el desierto, pero ni los intentos de convertir a Katherine Waterson en una nueva Ripley, ni la cara de estreñido de Billy Cudrup aportan nada a la cinta.

Llegados a esto, uno no puede evitar preguntarse, ¿de verdad es tan difícil rescatar esta franquicia de ese pozo de mediocridad en el que lleva décadas sumergida y devolverle algo de dignidad?

 

Alien: Covenant