Los noticiarios cada vez le ponen más difícil el trabajo a los cineastas habitualmente vinculados con el género de terror. La proliferación del discurso del odio está generando una atmósfera cada vez más asfixiante y tensa, con brotes de malsana violencia que hacen que la realidad sea más aterradora que la ficción.

No es de extrañar que Ari Aster, un cineasta que dio el salto a la fama y se consagró con dos películas de terror, Hereditary y Midsommar, haya construido con su cuarto largometraje una radiografía desquiciada (pero tenebrosamente precisa) de la visión MAGA de los Estados Unidos.

Mitad wéstern moderno mitad thriller paranoico

Eddington es una cinta de ficción, pero circunscrita a un periodo muy concreto de nuestra historia real, la pandemia del COVID, durante la primera legislatura de Donald Trump. Como tal, nos presenta una historia marcada por algunos de los conflictos y acontecimientos de aquel momento, pero que, al mismo tiempo, resulta esclarecedora de la situación actual en Estados Unidos (extensible además a otras partes del mundo).

Como pueblo ficticio, localizado en el estado de Nuevo México, Eddington se convierte en un microcosmos, donde bajo el estado social alterado producido por el COVID, confluyen las dos Américas. Frente a la erupción de movimientos sociales progresistas que denunciaban la permanencia en Estados Unidos de lacras como el racismo o el abuso sexual, se erige el sector más reaccionario, armado de discursos conspiranoicos y que apela a una sociedad más tradicionalista.

Aster ya ha demostrado en películas anteriores, especialmente en la muy reivindicable Beau Tiene Miedo, su escaso aprecio por los fundamentalismos (sean del bando que sean), y en Eddington vuelve a presentarnos un abanico de personajes grotescos e incómodos, con los que es difícil empatizar. Incluso el sheriff Cross, magníficamente interpretado por Joaquin Phoenix, aunque permeable en su angustia existencial, resulta éticamente nocivo, convirtiéndose en una brújula moral descompasada que guía al espectador por una realidad esperpéntica.

Narrativamente, la película rompe los esquemas habituales, tratándose más de una película que navega dejándose llevar por la corriente de los acontecimientos. En este sentido, estamos (en menor medida, pero como ya era Beau Tiene Miedo) ante una película que se aleja de las estructuras a las que está acostumbrado el espectador, quien puede sentirse en ocasiones a la deriva ante la cascada de acontecimientos que se desencadenan. En este sentido, la película puede pecar de un exceso de ideas y acontecimientos que deja al espectador sin asideros para comprenderla mejor.

Para el público apropiado, esto, lejos de un hándicap, pasa a ser una virtud, pero para un público general, que acude a la película más por la popularidad de sus estrellas principales, puede provocar la reacción adversa.

Solo ante el peligro en Nuevo México

Aquí Phoenix es protagonista absoluto. Toda la historia pasa por el filtro de la mirada del Sheriff Cross, aunque éste, como hemos indicado, quizás no sea la voz narrativa más apropiada. El resto de personajes forman parte de un mosaico de conceptos heterogéneos que, más allá de la trama básica, su finalidad es retratar la implantación de la sociedad postpandémica en Estados Unidos que provocó la segunda legislatura de Donald Trump. Que nadie espere que la película se sustente en el duelo interpretativo Joaquin Phoenix/ Pedro Pascal. Se trata más bien de un one-man-show. Eso sí, con escenas de gran octanaje (alguna incluso llamada a convertirse en un momento icónico del cine moderno).

La puesta en escena de Aster es rotunda. Pese al extenso metraje y la buscada deriva de la narración, el cineasta narra la historia con contundencia, un sentido del humor feroz y con tono desmitificador (ese clímax final apoteósico que parece un guiño postmoderno de Solo ante el Peligro). La dirección de fotografía de Darius Khondji es gloriosa, especialmente al retratar esos ambientes desérticos y fronterizos del pueblo de Eddington.

Es cierto que la atmósfera y el tono tragicómico recuerda mucho al cine de los Hermanos Coen, pero esta influencia no niega la voz particular de su director.

En nuestra opinión, con Eddington, Ari Aster se reafirma como un cineasta con una puesta en escena personal, inquebrantable a la hora de romper con narrativas habituales, y una mirada feroz a su sociedad contemporánea.

Cartel de Eddington, de Ari Aster.
Cartel de Eddington, de Ari Aster.