Curioso el giro de acontecimientos en la carrera de Ari Aster. Si Hereditary y Midsommar le situaron como una voz determinante en el género fantástico moderno y dentro de esa categoría llamada “terror elevado”, su siguiente película se aparta completamente del camino trazado. Beau Tiene Miedo, aunque por su delirio argumental y visual bien podría seguir siendo una película de corte fantástico, encaja más dentro del ámbito de la comedia, eso sí, una comedia surrealista, macabra y trastornada. Donde Hereditary no podía ocultar su herencia de La Semilla del Diablo o Midsommar sus lazos con El Hombre de Mimbre, aquí Aster se libera de referencias previas y se adentra en su propuesta más original hasta la fecha.

ODISEO

En su lectura más básica, la película es una historia de viajes, una road movie, donde el protagonista tiene que llevar a cabo un recorrido desde su piso en medio de la ciudad a la casa familiar en un pueblo de provincias en Estados Unidos. Sin embargo, el viaje de Beau, como suele pasar con las road movies, es más un viaje interior que un trayecto geográfico.

Ari Aster presenta un relato homérico, con Beau a modo de Ulises moderno intentado llegar a su casa, no para reunirse con Penélope, sino con la figura de una madre controladora y castradora, origen y fin de todos los conflictos psicológicos del protagonista.

El cineasta estructura la narración en base a cinco bloques narrativos bien diferenciados y que representan las diferentes aventuras del protagonista en su búsqueda del hogar. Cada bloque cuenta con su propio grupo de personajes secundarios y conflictos específicos, además de contar con unas características de puesta en escena y de diseño de producción propias. Al final, más que una película de tres horas, tenemos un grupo de mediometrajes unidos por un hilo conductor y una prodigiosa interpretación a manos de un sublime Joaquin Phoenix.

MIEDO

En el cine clásico, el narrador era una figura fundamental para establecer el punto de vista de la historia y así poder transmitirla al espectador. El cine moderno, en un recurso heredado de la literatura, ha establecido un desafío añadido, que es contar con un narrador que no es en absoluto fiable. En Beau Tiene Miedo, la perspectiva viene marcada por el protagonista, una persona con graves problemas psicológicos y cuya percepción de la realidad está totalmente distorsionada. En este caso, la primera duda que debemos hacernos como espectadores es cuánto de lo que vemos es real o una distorsión de la mente dañada de su protagonista.

Como indica su título, el miedo se convierte en el componente determinante de las acciones del protagonista, un ser incapaz de relacionarse con su entorno, carente de personalidad y que vive bloqueado por su terror y paranoia. Todo esto hace que la puesta en escena de Aster se convierta en un retrato del deliro y la alucinación.

QUIJOTESCO

Esa locura transforma a nuestro personaje también en un Quijote moderno, alguien que vive en una realidad propia, alimentada por su propia demencia. Aster es taxativo en este apartado, de manera que el espectador se ve arrastrado a un continuum de situaciones estrambóticas, inverosímiles e incoherentes que se convierten en el principal desafío para el buen transcurrir de la película. Es tremendamente difícil empatizar con Beau y su mundo delirante, con el humor macabro de la película o su carácter pesadillesco.

Aster ofrece una propuesta visual abrumadora y exigente, sin establecer puentes hacia el espectador, de ahí que la película haya obtenido reacciones tan contrastadas. A nosotros particularmente nos resultó una película maravillosamente realizada e interpretada, con un humor negro y absurdo maravilloso y una historia que avanza por caminos inexplorados y sorprendentes, liberado de las estructuras narrativas clásicas.

ÍTACA

Beau Tiene Miedo nos vuelve a dejar claro que Ari Aster es un cineasta muy personal, con un universo propio en el que cada vez se adentra más, radicalizando sus propuestas, hasta el punto de que la película funciona sólo si el espectador entra en el juego del cineasta. De lo contrario, pueden ser tres horas largas, tediosas y enervantes. Pero si consiguen sintonizar con la película, les espera una cinta original, inesperada y radicalmente divertida.

Póster de Beau tiene miedo, de Ari Aster. (c) Diamond Films
Póster de Beau tiene miedo, de Ari Aster. (c) Diamond Films