Mientras en Hollywood el renacer de cine de fantasmas vino con propuestas firmadas por James Wan como Insidious o Expediente Warren o mientras la recuperación del fantasma con sábana les daba pie a una película de corte filosófico como A Ghost Story, en España los referentes son otros, desde el esperpento valleinclanesco al absurdo surrealista de José Luis Cuerda.

Con su opera prima, Enrique Buleo apuesta por el retrato costumbrista, por una fantasmagoría pedestre, por un más allá poco sofisticado. A lo largo de cinco breves relatos no sólo habla más de lo cercano que de lo sobrenatural, sino que nos anticipa que la vida después de la muerte va a ser igual de mediocre e insulsa. Olvídense de cualquier retrato épico, revelador y iluminador de la muerte.

Ambientada en un pueblo de La Mancha, Bodegón con Fantasmas usa el humor y lo paranormal para hablar de asuntos muy terrenales, como la identidad, la soledad, la pérdida de la fe, el envejecimiento de la población, la España vaciada o la pobreza. Lo extraordinario sucede en la película de manera desafectada, de manera que, cuando los sobrenatural y lo mundano se cruzan, ese choque de realidades carece del efecto trascendental que tanto ha anticipado históricamente el cine o la literatura.

Bodegón con fantasmas, de Enrique Buleo.
Bodegón con fantasmas, de Enrique Buleo.

Una historia poliédrica con una estética muy kitsch

Enrique Buleo presenta cinco historias independientes y autoconclusivas rodadas con planos principalmente estáticos, sin ningún tipo de planificación enfática, con una interpretación por aparte de los actores que resulta desapegada, ante una realidad que les resulta hastía y tediosa. Ese distanciamiento emocional de los personajes y sus historias, el desapego hacia circunstancias extraordinarias, nos recuerda al cine de Aki Kaurismäki, quien, pese a su frialdad narrativa, logra que el espectador empatice con los personajes.

Cada episodio parte de elementos mundanos, pero buscando un enfoque o algún giro original en la historia, ya sea como efecto cómico o como conclusión del tono desencantado de la película. Y es que, tras el humor absurdo que articula cada historia, hay un componente trágico en cada relato, que nos presentan historias tristes, contadas con humor.

Con pequeñas historias a modo de anécdotas, Bodegón con Fantasmas busca no tanto desplegar una comedia descacharrante, sino ofrecer un fresco de la realidad agridulce, donde el humor se convierte en la principal herramienta para afrontar los sinsabores de la vida (y de la muerte).

Bodegón con fantasmas, de Enrique Buleo.
Bodegón con fantasmas, de Enrique Buleo.