C (Casey Affleck) y M (Rooney Mara) viven una historia de amor perfecta. Poco después de detectar lo que parece una presencia espectral en su nuevo hogar, C muere en un accidente de automóvil. Sin embargo, este hecho sólo es la chispa que desata la auténtica trama de A ghost story, alrededor de su regreso como fantasma silente condenado a ser testigo de las consecuencias de su fallecimiento.
Un relato profundamente dramático, con un hito fantástico como excusa, para conducir al espectador hacia una reflexión sobre la existencia y las huellas que cada ser humano deja en la historia. Rodada en formato 4:3 (en una ventanilla con curiosos bordes redondeados) el director, guionista y montador David Lowery (Peter y el Dragón) opta en A ghost story por una provocadora narrativa intencionadamente pausada con la que subraya la impotencia de ser el testigo silente de las cenizas de tu propia existencia.
Claro está, aunque muy justificado en el metraje, que el aspecto estético más original y sorprendente es la atrevida propuesta en la que los espíritus quedan representados, sólo para el espectador y no para el resto de personajes con lo que comparten escena, con la clásica sábana agujereada.
La canción I Get Overwhelmed del grupo Dark Rooms (Daniel Hart), que Casey Affleck simula componer e interpretar en el filme, se convierte en otro de los descubrimientos de la cinta.
Una película que desconcierta en su primer visionado por su atrevimiento formal y visual y que demanda un siguiente pase para ser disfrutada en toda su magnitud.