A veces el cine es como ese amigo pesimista que te empaña todos los planes. Es cierto que las historias que nos cuentan las películas se nutren del conflicto, pero por regla general, también encontramos una predisposición a tachar de ominoso cualquier nuevo descubrimiento o avance en la humanidad. El ser humano es capaz de viajar al espacio, pues allí nos van a esperar todo tipo de criaturas amenazadoras. Desarrollamos la reconstrucción de ADN y la posibilidad de clonación, los dinosaurios vuelven a poblar La Tierra. Construimos artilugios que facilitan la vida, un terminator va a venir del futuro a destruir la última esperanza de la humanidad. Creamos la realidad virtual, de nuevo las máquinas nos encierran en un mundo ficticio mientras nos usan como pilas cosechables.
La proliferación de las redes sociales se ha convertido en materia de reflexión a partir de las historias que nos narra el séptimo arte y Belle, la nueva película de Mamoru Hosoda ha querido adentrarse en ese metauniverso.
AVATARES DEL DESTINO
La sociedad japonesa vive en un continuo contraste entre su querencia por la tradición y su vínculo con el mundo natural y la tecnologización desbordante a la que se dirige la sociedad. Ya el cine de Akira Kurosawa o Yasujirō Ozu hablaba de ese choque entre el pasado y el futuro. En el anime, este contraste también es inevitable, maestros como Osamu Tezuka o Hayao Miyazaki dedicaron gran parte de sus relatos a marcar esta dicotomía. Como heredero de ellos, es normal que el cine de Hosoda también camina por estas temáticas.
En el caso de Belle, y tras la ruptura con su estilo que supuso Mirai, Mi Hermana Pequeña”, podemos encontrar muchos elementos en común con sus películas más representativas, por supuesto Summer Wars, pero también Los Niños Lobo, El Niño y la Bestia o La Chica que Saltaba a través del Tiempo.
De nuevo, Hosoda marca las distancias entre el mundo real y el mundo virtual con la creación de una red social donde los protagonistas son capaces de redefinirse a sí mismos libres de condicionamientos sociales, familiares o incluso personales. En el universo de Hosoda, el mundo virtual no sólo supone la posibilidad de desprenderse de los traumas que lastran nuestra vida en el plano físico, sino que además pueden ejercer de puente para identificar y denunciar situaciones de riesgo o abusos.
Para Hosoda, la red social puede resultar absorbente o fuente de falsas identidades, pero también una herramienta para sanar, desligándonos momentáneamente de nuestra identidad y nuestro dolor para curar las heridas antes de regresar a nuestro ser. También se presenta como un espacio que magnifica las características de cada personaje, enfatizando su “yo” interior.
REESCRIBIENDO LOS CLÁSICOS
Volviendo a Tezuka y Miyazaki, Hosoda con esta película se suma a la línea de cineastas que toman como punto de partida alguna obra anterior y la reescriben totalmente, saliéndose de los límites habituales de la adaptación y construyendo una historia original que debe a su precedente la inspiración y poco más.
En 1949, Tezuka creó una versión de Metrópolis de Fritz Lang sin haber visto la película de 1927, pero inspirado en las imágenes y ecos de su argumento que le habían llegado, obra que años más tarde el cineasta Rintaro llevó al cine manteniendo fidelidad a las claves de manga del maestro.
Por su parte, Miyazaki no oculta la influencia de dos cuentos clásicos, Alicia en el País de las Maravillas y La Sirenita en la concepción de dos de sus obras magnas, El Viaje de Chihiro y Ponyo en el Acantilado.
Hosoda parte aquí también de un texto clásico, La Bella y La Bestia, del que mantiene algunos elementos concretos (la joven y tímida Bella, el incomprendido e iracundo Bestia, el castillo, las rosas, la turba enfebrecida), pero no podemos decir que estemos ante una adaptación fiel al cuento. El cineasta juega con el espectador y despliega a lo largo de la película guiños, lecturas, reinterpretaciones que nos podrían recordar al relato original o a algunas de las adaptaciones que se han hecho para el cine (llega incluso a replicar de manera sutil el mítico baile final de la versión de Disney de 1991), pero si lo que esperamos es una trama que nos vuelva a contar lo que ya conocemos, no la vamos a encontrar.
UN MUNDO MÁGICO
Arthur C. Clarke dijo “cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. “U”, la realidad virtual donde se desarrolla gran parte de la trama de Belle es un mundo de fantasía, poblado por todo tipo de criaturas y donde sus habitantes cuentan con habilidades extraordinarias. En este caso, la magia no es tal, sino algoritmo virtual, pero que permite a los personajes desprenderse de la física del mundo real. En este sentido, “Belle” es una película de fantasía, aunque en ningún momento se sale de lo realista (más allá de anticiparnos una realidad virtual a día de hoy aún inalcanzable).
Esto da pie al director para desarrollar en la película un trabajo plástico desbordante de imaginación y con imágenes espectaculares y subyugantes, por su despliegue de luz y color, pero también por la escala épica que llega a alcanzar. Mezclando diferentes técnicas de animación, Hosoda nos ofrece una película visualmente deliciosa y seductora, que nos rebosa los sentidos y que nos deja enclavados a la pantalla independientemente de cuál sea la trama. Si el guion es muy rico, complejo y repleto de lecturas y giros narrativos muy interesantes, también es cierto que la trama se dispersa bastante, especialmente en su tramo central, y puede llegar a ser un tanto confusa; sin embargo, ahí tenemos también el componente visual que abriga continuamente al espectador.
Belle está concebida también a modo de musical. La música siempre ha jugado un papel importante dentro de las películas de Mamoru Hosoda, pero en este caso forman parte indispensable de la propia trama y la voz de su personaje protagonista. El trabajo realizado por Yuta Bandoh, Ludvig Forssell y Taisei Iwasaki también despliega diferentes estilos y, si bien destacan las canciones de corte más J-Pop, la partitura musical de la película viene a representar también la confluencia de personas que se reúnen en la red social, de ahí que más que buscar una sonoridad homogénea, la música de la película prefiera desplegar un gran abanico, donde además la música consigue que la voz de Belle logra destacar por encima del maremágnum de identidades.
EXCELENCIA
Belle supone un regreso al Hosoda que se alzó como el gran heredero del trono del anime japonés, junto con Makoto Shinkai. La película es marca de la casa y cuenta con la excelencia que le pedimos a una película de este director. En nuestra opinión, no alcanza los logros de Summer Wars o Los Niños Lobo, pero sí ocupa un lugar indiscutible dentro de una filmografía excelsa e innovadora.
* Belle formó parte de la Sección Oficial a Competición del V Festival de Cine Fantástico de Canarias Isla Calavera.