El cine de Juanma Bajo Ulloa ve la realidad con filtro de cuento de hadas oscuro. Eso es evidente en sus primeros trabajos, Alas de Mariposa y La Madre Muerta, y lo repitió en Frágil; sin embargo, también hay mucho de cuento de hadas, psicotrópico y vitriólico, pero cuento en Airbag o Rey Gitano. No es de extrañar por lo tanto que su último largometraje deambule por el terreno de lo metafórico y lo iconográfico.

El concepto de la maternidad lo emparenta también con sus dos primeros trabajos, por lo que no es baladí hablar aquí de una recuperación de algunos de los valores primigenios de su cine. Sin embargo, si ya incluso en su época de mayor popularidad el director siempre se negó a plegarse a unos patrones industriales, lo cierto es que su destierro del círculo de confianza del audiovisual español le ha dado alas para profundizar en su discurso y radicalizarse en sus propuestas narrativas.

Baby se desprende de los tratamientos narratológicos tradicionales y apuesta por un discurso libre, que lleva al espectador fuera de cualquier zona de confort. Aunque la escenografía resulte decadente y los acontecimientos desemboquen en momentos truculentos, la película evita con elegancia el morbo de recrearse en el sadismo y la monstruosidad, y nos habla principalmente del Arte y la Naturaleza como portadores de La Belleza, sin canon y sin prejuicio.

La cuidada dirección de arte de Llorenç Mas, la fotografía de Josep M. Civit y la música de Bingen Mendizábal y Koldo Uriarte son algunas de las herramientas con las que Bajo Ulloa construye su propia poética y desafía al espectador a amar lo que ve, aunque sea aterrador. Y esa es la base de los cuentos.