Stephen King es uno de los escritores más adaptados al cine. Esto viene siendo así desde el estreno de Carrie en 1976. La popularidad del escritor de Maine se ha mantenido todos estos años y lo prolífico de su escritura sigue aportando un volumen de historias a un ritmo inabarcable para la industria del cine.
Ojos de Fuego fue su octava novela publicada (incluyendo las que nos llegaron bajo el pseudónimo de Richard Bachman), llegando a las librerías en 1980, ya con King etiquetado como el nuevo maestro del terror. Su primera adaptación no se hizo esperar.
En 1984, una Drew Barrymore recién salida de E.T. El Extraterrestre protagonizó la película dirigida por Mark L. Lester. Años más tarde, en 2002, llegó una especie de secuela tardía directa a mercado doméstico y, ahora, la productora Blumhouse ha apostado por una nueva adaptación.
Seamos claros, en su momento, Ojos de Fuego fue un intento de King por repetir la jugada de Carrie, sustituyendo la subtrama del bullying por una conspiración gubernamental, pero no pasará a la historia por ser una de las novelas indispensables de su autor. Por su parte, esta nueva versión llega impulsada por el éxito de Stranger Things, con la que la historia guarda no pocos parecidos.
Desgraciadamente, toda la producción de la película parece haberse limitado al cheque de King y el de Zac Efron, porque el resultado luce extremadamente pobre y anodino, sin ningún elemento destacado o atractivo. Pese a estar muy choteada, la historia no carece de posibilidades, pero aquí impera la desgana en cada minuto de metraje y la pobreza de medios (o la impericia de la producción).