La mitología en torno a la figura de Sherlock Holmes es vasta y aún expansiva a pesar de que el personaje está a punto de cumplir 135 años. En algunos casos nos encontramos con relecturas de las obras de Sir Arthur Conan Doyle, otras se llevan al personaje a otras épocas o lugares, y, menos a menudo, nos encontramos con spin offs de ciertos personajes o elementos que tenían un papel secundario en las novelas y relatos originales.

La serie Los Irregulares que nos presenta Netflix pertenece más bien a esta última, aunque también tiene mucho de relectura. Los personajes se inspiran en el grupo de raterillos y chicos de la calle que ya desde Estudio en Escarlata ayudaban al detective a saber qué se cocía en las calles de Londres sin tener que salir de su estudio en Baker Street. Conan Doyle ya los bautizó como Los Irregulares, y posteriormente pasaron a ser protagonistas de sus propias historias, especialmente en televisión donde esta producción de Netflix no es su primera incursión.

Una producción de Tom Bidwell

La nueva producción viene de la mano del guionista y productor Tom Bidwell, cuyo anterior trabajo para la plataforma había sido una nueva adaptación de la novela de Richard Adams La Colina de Watership en 2018 (obra que ya contaba en 1978 con una versión titulada en nuestro país Orejas Largas y una serie de televisión de 1999). Bidwell da un vuelco completo al mundo imaginado por Conan Doyle y traslada las aventuras de estos nuevos irregulares a un Londres victoriano marcado más por los fenómenos sobrenaturales y las dimensiones paralelas. Podemos afirmar, sin ápice de duda, que nos encontramos ante una serie que busca replicar el éxito de Stranger Things, con la que comparte muchos elementos, algunos peligrosamente cercanos, como esa brecha interdimensional que provoca todo el conflicto.

Como buena serie del siglo XXI, los nuevos irregulares están formados por un grupo interracial y casi paritario, donde además el rol principal y liderazgo del grupo no recae en un chico llamado Wiggins, como en Estudio en Escarlata, sino en una joven asiática llamada Bea y a la que da vida Thaddea Graham. El reparto se completa con Darci Shaw, como Jessie, la medio hermana de Bea y poseedora de poderes especiales; Jojo Macari, como Billy, el músculo del equipo; McKell David, como Spike, el que intenta aportar algo de sentido común al conjunto; y, finalmente, aunque no tan integrado en el equipo, Harrison Osterfield, como Leopold, ni más ni menos que Leopoldo, duque de Albany, octavo de los nueve hijos de la reina Victoria. La dinámica entre los cinco protagonistas está bien establecida, aunque resulte bastante simple, dejando espacio para que cada uno desarrolle sus propias tramas personales a medida que el argumento principal va teniendo lugar. Del conjunto, únicamente Spike queda desatendido, ya que, si bien participa en todas las aventuras, su rol particular no termina que quedar definido, salvo como alivio cómico en varias ocasiones.

Holmes y Watson

Holmes y Watson, así como otros personajes de las novelas como Mycroft o la Sra. Hudson, tendrán también su relevancia en la trama, aunque con un perfil muy distinto del que recordamos de los escritos de Conan Doyle. El Watson de la serie, interpretado por Royce Pierreson, es de raza negra y se presenta con una forma de ser muy alejada del perfil bonachón que siempre se le había dado al buen doctor. Por su parte, Holmes, aunque mantiene su carácter snob y exasperante, parece salido más bien de una carreta gitana y el consumo de cocaína ya apuntado en Doyle, aquí pasa directamente a convertirse en una drogadicción.

Los primeros capítulos siguen un carácter más bien episódico, donde, en cada uno de ellos, los Irregulares se van a tener que enfrentar a alguna persona provista de alguna habilidad sobrehumana y que están generando diferentes crímenes en la ciudad. Poco a poco, estas tramas autoconclusivas se irán vinculando con el arco argumental principal de la temporada y la participación de los protagonistas dejará de ser accidental y se justificará más dentro universo fantástico que se está dibujando en esta versión alternativa de Londres.

Al igual que sucede con Stranger Things, si bien el tono general de la serie es juvenil, incluyendo algunos conflictos sentimentales entre los protagonistas, lo cierto es que su perfil de serie fantástica se atreve también con componentes de terror (en algunos casos reformulando clásicos como rituales vudú, los zombis o la criatura de Frankenstein). Precisamente, para tratarse de una serie juvenil, lo cierto es que también se cuenta con algunas dosis de violencia y gore que bordean lo permitido por su calificación por edades (mayores de 16 años).

Una vuelta de tuerca al universo de Sherlock Holmes

Para los que se acerquen a la serie pensando que van a encontrar algo emparentado con el universo de Sherlock Holmes al que estamos acostumbrados o alguna de sus versiones postmodernas vistas recientemente en cine o televisión, la serie puede resultar inicialmente un tanto desconcertante; coincidiendo esto, además, con los episodios más flojos de la temporada. Los dos primeros capítulos, donde la trama es más independiente, resultan menos atractivos y prescindibles. Es a partir del tercer episodio, “Ipsissimus”, donde todo el entramado empieza a ordenarse, los personajes a coger mayor enjundia y la serie a enganchar más y mejor al espectador.

A pesar de este flojo arranque, y sin llegar tampoco a convertirse en una serie de referencia dentro de las producciones actuales, lo cierto es que Los Irregulares acaba convirtiéndose en una propuesta muy entretenida, adictiva y que se toma a sí misma más en serio de lo que podría parecer en un primer momento. En resumen, una buena base sobre la que poder construir una propuesta más ambiciosa e interesante en futuras temporadas.