A la hora de llevar un personaje del cómic al cine, no es necesario ser un conocedor del noveno arte. Tim Burton, por ejemplo, reconoció ignorar bastante la mitología del Caballero Oscuro antes de dirigir su primera entrega de Batman. Sin embargo, en el caso de Sam Raimi no es sólo que haya sido un lector de viñetas desde su más tierna infancia, es que la propia narrativa del comic está muy arraigada a su puesta en escena.
No se trata únicamente de su trilogía de Spiderman o, previamente, Darkman, que, sin ser una adaptación de un personaje del cómic, sí bebía mucho del género de superhéroes; sino que, en el conjunto de su filmografía, no es difícil encontrar ese aprendizaje de la narrativa secuencial y del tono de las historias a partir del cómic. Por esto, era de esperar que tarde o temprano el cineasta regresara al terreno superheroico, a pesar de que su despedida de la franquicia del arácnido fuera un tanto agridulce.
Resulta llamativo no sólo que este regreso tenga lugar justo después de que su variante del personaje de Spiderman entrara al UCM también a través de las puertas del multiverso, sino que además lo haga con otro personaje creado por la dupla Steve Ditko/ Stan Lee, el Doctor Extraño (ahora recuperado su nombre original, Doctor Strange).
EL MULTIVERSO ESTÁ LOCO, LOCO, LOCO
El concepto del multiverso se ha convertido en la gran apuesta de Marvel para la cuarta fase de su universo compartido. Un universo compartido que se ha vuelto aún más ambicioso y poliédrico a través de la incorporación de las series de televisión de Disney +. No vamos a negar que el concepto de multiverso nos resulta atractivo, aunque también lo vemos farragoso y que puede desvirtuar los aciertos hasta ahora logrados.
La posibilidad de tener variantes alternativas de todo lo visto hasta ahora, de poder recuperar a personajes caídos en la continuidad u ofrecer versiones complementarias de los personajes existentes (o importar a las variantes de otras franquicias, como sucedió en Spiderman. Sin Camino a Casa) puede ser muy enriquecedor. Por otro lado, ya tenemos esa sensación de que no importa lo que les pase a nuestros héroes, hay mil y una variantes deambulando por el multiverso y siempre será sencillo traerlos de vuelta.
Además, el concepto de multiverso es bastante complejo y nos tememos que también existe el riesgo de que Disney lo simplifique a un chascarrillo. Hasta ahora, los tres principales títulos que han lidiado con este concepto (Loki, Spiderman. Sin Camino a Casa y este Doctor Strange en el Multiverso de la Locura) han sido bastante conservadores (personalmente nos seguimos quedando con el tratamiento recibido en Spiderman. Un Nuevo Universo).
CONSTRUYENDO MUNDOS
Lo que está claro es que el UCM se ha expandido y su ratio de crecimiento se ha extrapolado. Esto implica que el estudio debe llevar un control aún más férreo de la continuidad, lo que se traduce en menor libertad creativa para los cineastas. Si ya en el pasado reciente muchos directores se habían quejado de la falta de decisiones con respecto a las películas, a medida que este multiverso se vaya desarrollando, menor control creativo aún van a tener los directores.
Es por esto llamativo el regreso de Sam Raimi, teniendo en cuenta, por un lado, que es un director al que le gusta controlar todo el proceso y, por otro, que precisamente las inferencias de producción fueron las que terminaron socavando su continuidad con Spiderman en el pasado. Entre Raimi y Kevin Feige parece haberse llegado a un término intermedio.
Raimi es consciente de que es un nuevo engranaje dentro de la maquinaria industrial de Marvel Studios, pero sí ha negociado unas condiciones ventajosas para su reincorporación al universo Marvel. Como parte de un todo, la película sirve de pieza de enganche entre lo pasado y lo que está por llegar. Hay muchos elementos que quedan en suspenso de cara a su futuro desarrollo y aspectos en los que Raimi debe mantener el tono y el tipo de espectáculo que Marvel le solicita. Por otro lado, sí existe un recinto cerrado donde el cineasta tiene permitido jugar a su manera con los muñecos que le presta el estudio, desmelenarse y llevar la narración a su terreno.
Lo que resulta curioso es que la variante Raimi que encontramos no es tanto la del Spiderman de 2002, sino más bien cercano al Raimi de Posesión Infernal y el género de terror. No, Doctor Strange en el Multiverso de la Locura no es una cinta de terror, pero sí se divierte tanteando los límites y aquí podemos encontrar libros malditos, seres del inframundo y hasta algún cadáver andante.
EL MAGO Y LA BRUJA
Como viene siendo habitual, aunque se cuente como una película del Doctor Strange, la cinta es más bien un team-up de dos de los personajes del Universo Marvel, con la salvedad de que en este caso no van a ser aliados, sino contrincantes. El argumento de la cinta es tan relevante para Strange como para la Bruja Escarlata y ambos deben desarrollar en este espacio un importante viaje introspectivo marcado por sus heridas del pasado. De hecho, si bien los acontecimientos pasados experimentado por el protagonista son relevantes, la historia de la película depende mucho más de lo sucedido en Bruja Escarlata y Visión.
Benedict Cumberbatch recupera su papel de Stephen Strange con carisma, habilidad y humor, ofreciendo nuevamente una excelente interpretación, dotando al personaje de un bagaje emocional que adquiere múltiples facetas a medida que se contrasta con sus variantes en otros multiversos. Sin embargo, en nuestra opinión, el personaje estrella de la cinta es Wanda. Nos encontramos ante una Wanda emocionalmente destruida, que ha atravesado una profunda depresión al perder a todos aquellos a los que ha querido y cuyo dolor la conduce a un lado oscuro de su naturaleza, dejándose llevar por la venganza y el odio, aspectos muy bien reflejados en la interpretación de Elizabeth Olsen.
EL OJO DE AGAMOTTO
Sam Raimi coge estos elementos y nos presenta una aventura colorida, imaginativa y repleta de acción y de ritmo. Otros cineastas de Marvel deberían aprender de cómo sintetizar todas la trama y todas las acciones que sucede en esta película y encajarlo todo en un metraje de 126 minutos (contando con las dos escenas postcrédito). El estilo de Raimi sigue siendo barroco y dinámico, con una cámara que se mueve por la acción con soltura y fluidez, arrastrando al espectador por en medio de la acción como si de una montaña rusa se tratara.
El director aprovecha para hacer varios guiños visuales, no sólo a sus propias películas (esos travellings veloces al estilo Posesión Infernal), sino a obras ajenas (espléndida referencia a El Resplandor durante la huida en busca del Libro de Vishanti a mitad de la película). Raimi llega incluso a apuntarse algunas escenas tremendamente originales, como el duelo a encantamientos musicales (es fantástico tener de vuelta a un Danny Elfman en estado de gracia).
La pena es que el principal perjudicado en ese entendimiento entre la parte industrial y la parte artística, el principal afectado es el guion. Existen muchas ideas colisionando, muchos compromisos asumidos, muchos aspectos servidos para agradar al público afín, que acaban provocando un guion repleto de callejones sin salida, flecos sin cerrar, incongruencias varias que, con una película independiente, sin esas deudas adquiridas, no se hubiesen producido.
Esto acaba afectando a uno de los momentos, a priori, más atractivos de la película, la presentación de los Illuminati. El gran momento fan service de la película acaba desembocando uno de los tramos más ridículos e incoherentes de la cinta.
CONJURO FINAL
Pese a sus irregularidades, a nosotros Doctor Strange en el Multiverso de la Locura nos ha parecido una cinta tremendamente entretenida. Quien busque una película Marvel la va a encontrar y con un buen listón; quien quiera ver una película de Sam Raimi, la sabrá reconocer como tal, aunque para llegar a esa hibridación se hayan tenido que hacer muchas concesiones por el camino.