Crítica: ‘VERÓNICA’ de Paco Plaza

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Paco Plaza ha destacado en el panorama cinematográfico español como uno de los referentes del género fantástico del siglo XXI. Ya sea aliado con Jaume Balagueró (con la saga Rec) o en solitario, su conocimiento del legado cinematográfico del género y sus recursos estilísticos le han permitido ofrecer una filmografía joven, pero que ya cuenta con varios títulos de culto.

La temática sobrenatural, las casas encantadas, los espíritus deformes y acosadores, las puertas abiertas con el más allá a través de objetos como la ouija o el tratamiento siniestro de componentes religiosos son lugares comunes habituales de este tipo de películas. Sin ir más lejos, James Wan con Insidious y el Expediente Warren ha rescatado una temática y un tono cercano al empleado por Plaza (aunque el español ha preferido la referencia al fantaterror nacional e italiano de los 60 y 70, y no al gótico americano).

Verónica parte de la referencia a un hecho real, el único caso de índole sobrenatural documentado policialmente en nuestro país; sin embargo, el cineasta, lejos de dejarse llevar por una narración realista (aunque sí mantiene una lectura social de la trama), prefiere profundizar en los apartados iconográficos, las metáforas visuales y una puesta en escena atmosférica y juguetona.

Sin apenas golpes de efecto, Plaza prefiere conducir al espectador hacia el terror de manera gradual y honesta, con algunos componentes visuales muy sugerentes, como el eclipse o la presencia de Consuelo Trujillo como la Hermana Muerte.

Sandra Escacena ofrece un magnífico debut y el resto del reparto, incluso el infantil, mantiene un excelente nivel, a excepción del niño Iván Chavero, único elemento discordante en la película.

Hace tiempo que el fantástico español viene demostrando que tiene muy buena salud y Verónica es uno de esos magníficos ejemplos.

Verónica